Los micromachismos se han puesto en la mesa para discutir todas aquellas actitudes que en la cotidianidad, se han convertido en un modo de vida, acciones que violentan y vulneran. Acciones que violentan, acosan, vulneran, desprestigian y silencian; acciones que aún con todos estos adjetivos sumamente negativos han quedado normalizados y a los ojos de la sociedad patriarcal no habría cuestión alguna para cuestionarlos pero la realidad es que sí, siempre se debe cuestionar qué hacemos, qué decimos y por qué, actos han quedado tan profundamente arraigados. Hablemos de los micromachismos, que de micro, sólo tienen el nombre.
En un lugar común, las mujeres mexicanas que salen a las calles son acosadas, un hombre desde un auto la hostiga, uno más se coloca detrás de ella en el metro y en el camión, el chofer insiste en no cobrarle su pasaje. En la Universidad, un profesor la silencia cada que intenta tomar la palabra y al momento de buscar apoyo, la institución adjudica todo a un malentendido, una exageración propia de la mujer que tal vez, se encuentra menstruando y su sensibilidad no le permite razonar con claridad. Escenarios que son vívidos para cualquier mujer que lee estas líneas y que responde a micromachismos que alimentan a una vida de violencias y discriminación.
Estos comentarios se anidan en nuestros hogares, oficinas, universidades, secundarias, preparatorias, calles, tiendas y en todo espacio público que venga en mente, algunos nacen desde el desconocimiento y otros, con la intención clara de violentar, cosificar y descalificar a las mujeres. Los micromachismos los ejercemos todos y se convierte en la práctica mexicana por excelencia, por ello, surge la necesidad de cuestionar todo aquel discurso machista que generacionalmente, se nos ha vendido como normal. Nuestro comportamiento jamás es lineal y tenemos la facultad de modificarlo, levantar la voz y luchar para que las generaciones venideras de mujeres vivan en libertad, autonomía e independencia.
Estos son algunos puntos relevantes para entender el origen del micromachismo, los estigmas y a doble función, también invitan a todas las personas, a transformarse y a convertirse en resistencia.
No son actos aislados
Muchas veces se considera que los micromachismos son algunas acciones que realizan los hombres en contra de las mujeres, que actúan de manera aislada y no se observa como un fenómeno conjunto que en realidad, apela a las violencias sistémicas y patriarcales.
Los micromachismos no son relativos a sólo unas cuantas personas que nos encontramos en la cotidianidad y que, de manera “desafortunada” realizaron un comentario hiriente, violento o excluyente en nuestra contra; es momento de dejar de invisibilizar los micromachismos. Se debe entender como un problema estructural que incide en todos los niveles y también, en todas las personas que estamos sujetas a vivir en un contexto misógino y machista que nos ha enraizado que en la normatividad, está bien acosar, agredir, silenciar, ser despectivos y tomar ciertas conductas
La posición que ocupa el hombre en la sociedad es innegable, existe una clara disparidad donde la mujer es colocada en una posición de desventaja, opresión y discriminación. La educación en todas las estructuras sociales, partiendo desde la familia, normaliza los patrones que en lo público, se convierten en espejo de una sociedad machista.
Un ejemplo más palpable, se encuentra en la distinción que se hace entre los hijos, mientras la hija debe ejercer el rol servicial de cuidadora con su padre y hermano, éste último puede disponer de ella y en la sociedad, este hombre continuará intentando ejercer la posición de dominio que desde su desarrollo le fue adjudicada; una relación de poder.
Violencias peligrosas que se esconden en la cultura
Uno de los problemas más grandes de estas acciones es que son indetectables, no porque lo queramos, sino porque se han ocultado tan bien en la sociedad que muchas veces, ni siquiera notamos que los estamos ejerciendo con nuestras compañeras, hermanas, madres, abuelas y desconocidas en las calles.
Este mecanismo que parece invisible, es en realidad, una bola de nieve que crece y abona a que la mujer mexicana continúe viviendo en un contexto de violencias que además, son justificadas y validadas por todas las estructuras sociales.
El problema más importante con estas acciones es que muchas veces, las hacemos en nuestra cotidianidad, las replicamos y con persistencia, continuamos reforzando discursos y acciones machistas, ante esto, se vuelve un enemigo muy grande y casi imposible de arrancar de raíz porque la naturalidad con la que lo hacemos, no nos permite entenderlo en lo visible y a magnitud.
Podemos pensar en cómo todo lo que hacemos, cómo nos relacionamos, nuestro lenguaje, la crianza e incluso la manera en que vivimos, corresponde a un modelo patriarcal con roles de género.
Los chistes que hacemos, la descalificación de otras mujeres, los juguetes rosas para las niñas y los nenucos que las preparan para el cuidado, nuestros deportes, los medios de comunicación, el contenido que consumimos, nuestra ropa, la ropa de las infancias que se llena de dinosaurios y deportes en el área de niños pero de feminidad en la de niñas y es así, que un larguísimo etcétera se carga de un significado machista y que de manera normalizada, nos ha colocado en la inconformidad y el rezago; la mujer es incapaz de ser independiente, de sentir seguridad con su cuerpo, de saberse valiosa en el trabajo, de ser amada por el mero hecho de existir, de desempeñarse en cualquier rubro con éxito, son incapaces de no sentir culpa por no ejercer la maternidad o por no cocinar.
“El que no los veamos no los hace menos dañinos; por más discretos y sutiles que sean, sus efectos tienen un impacto monumental: son estos machismos cotidianos los que sostienen la organización social desigual en la que vivimos. Un micromachismo no es un ojo morado, no viola, no mata, pero sí forma parte de un sistema que permite la existencia de violencias mayores”, señala el libro “Machismos cotidianos”
Algunas acciones y frases micromachistas a cuestionar
- Qué buen hombre es tu esposo, ayuda en casa
- La cuenta va para él
- Las niñas calladitas se ven más bonitas
- “Deberías de usar un poco de maquillaje, por lo menos píntate los labios”
- “Con el cabello corto parecerás hombre”
- “¿De verdad no te depilas?, te crece vello peor que a un hombre”
- “Una ensalada para la señorita y para mí, un corte de carne”
- “Es una mujer malagradecida, le ofrecí mi amistad y me dejó en la friendzone”
- “Tenías que ser mujer”
- “¿Cómo te vas a casar si no sabes ni freír un huevo?”
- “Estás exagerando, es tu culpa por vestirte así”
- “¿Cómo voy a ser machista sí yo cocino, lavo, plancho?, además, tengo hermanas”
- “Qué histérica andas hoy, de seguro estás en tus días”
- “Las buenas mujeres se dan a desear”
Finalmente, queda recordar que no existen violencias pequeñas y que, en un trabajo conjunto, podemos terminar con estas pequeñas tiranías que nos doblegan y vulneran. Las personas somos responsables de romper con la cadena de violencias y utilizar como arma la rebelión.
*con información del libro Machismos cotidianos de Claudia De La Garza y Eréndira Derbez.