La policía detuvo a Sandra y Elizabeth Kraykovich, quienes fueron identificadas como madre y abuela de una niña de 9 años. Al rendir la declaración, la mamá de 38 años comentó que la pequeña tenía anemia y especificó que desde el pasado 15 de marzo estaba enferma, con dificultad para respirar, dolor de cabeza y garganta, fiebre, y no podía mantener el equilibrio.
Los reportes indican que, tras atender una llamada de emergencia, se trasladaron al domicilio de la familia donde encontraron a la menor inconsciente y con “una gran cantidad de insectos en la cara”.
Si bien, intentaron reanimar a la menor, los paramédicos no pudieron hacer más que declararla muerta y llevarla hacia el forense de la ciudad de Tucson, en Arizona, Estados Unidos. Antes de levantar el cuerpo, los especialistas hicieron una revisión minuciosa y descubrieron que la pequeña tenía una gran cantidad de piojos en el cuerpo.
A pesar de que las mujeres eran conscientes del estado de salud de la menor, ambas decidieron no dar aviso ni llevarla al hospital y la niña murió por anemia severa relacionada con estar infestada de piojos y desnutrición. De igual manera se supo que en la familia hay otros dos menores, de 11 y 13 años, quienes también están infestados de piojos y según sus declaraciones, eran tratados “con enjuague bucal”.
Por sus acciones, las mujeres enfrentarán cargos por abuso infantil y su caso podría reformularse a asesinato en primer grado.
El instinto maternal
Según María de los Ángeles Herrera Romero, en nuestra cultura predominan las representaciones del amor materno como hecho instintivo, e irracional, que se supone se manifiesta desde la infancia de toda mujer. Sin embargo, Norma Ferro (1991) refiere que no existe un instinto maternal, la maternidad es una función y que el hecho de que el organismo esté preparado para ella no significa que deba ser realizada, así la mujer puede desear ser madre o no, y eso no tiene por qué definir su feminidad.
De la misma forma, el deseo de un hijo no es algo natural sino histórico, generado en el marco de las relaciones intersubjetivas como resultado de una operación de simbolización, por lo cual el futuro del niño representa aquello que podría hacernos felices o completas.
La maternidad es un concepto que se ha construido socialmente, a lo largo de la historia de la cultura occidental y es con ello que nace el mito de que “solo se es una mujer completa si se es madre”.
Según Alicia Gil Gómez, dicho mito comienza a difundirse y popularizarse en los países occidentales en el siglo pasado, cuando los movimientos feministas salen a la calle a reivindicar sus derechos políticos, culturales, económicos, sociales y personales, el derecho a su cuerpo y a su sexualidad, incrementándose con el acceso de las mujeres a los anticonceptivos, cuando la curva demográfica empieza a descender. Es entonces cuando el instinto maternal es presentado por las instituciones patriarcales en el poder (científicas, educativas, culturales, religiosas, etc.) como un imperativo biológico de las mujeres ante el que éstas no pueden/deben resistirse si no desean acabar siendo mujeres frustradas, llegando a cobrar un papel esencial encaminado a producir un nuevo control social y cultural de las mujeres a través de legitimar la maternidad como la esencia de la feminidad.
Es así como poco a poco se ha ido visibilizando la maternidad como un acto voluntario que sólo puede decidir la mujer o persona que gestará.