La mortalidad materna ya era un problema muy grave en México antes de la pandemia. Dicha gravedad no sólo estriba en su alta prevalencia, sino en la desigualdad de género que está implícita en el hecho de que muchas mujeres mueran durante el proceso del embarazo, el parto o el puerperio.
La situación se agrava si nos detenemos un poco a pensar que el embarazo no es un padecimiento. Se trata de proceso natural, convertido en un problema serio de salud pública, que amerita un análisis preciso para comprender por qué en México y en el mundo, muchas mujeres exponen su vida cuando están en proceso de convertirse en madres.
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Las razones de que esto suceda y se mantenga de modo alarmante desde hace mucho tiempo, tiene que ver con la desigualdad de género y con las distintas formas en que las mujeres nos vemos excluidas del acceso pleno a nuestros derechos. Las cifras y los perfiles sociodemográficos disponibles, nos permiten identificar que son las mujeres más pobres, las que viven en los sitios más alejados e incomunicados, las que no tienen acceso a información o métodos anticonceptivos, a una buena alimentación o a un seguimiento médico de la evolución de la gestación; las que son más propensas a morir en algún momento durante el embarazo, el parto o el puerperio.
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Covid-19 principal causa de muerte materna
Y si estas consideraciones no fueran suficiente motivo de alarma, la pandemia ocasionada por el covid-19, ha representado un nuevo y letal factor de riesgo para las mujeres gestantes, colocando al virus como la principal causa de mortalidad materna por encima de las hemorragias o la hipertensión. De acuerdo a los datos del “Informe epidemiológico semanal de mujeres embarazadas y puérperas estudiadas ante sospecha de COVID-19” elaborado por la Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud, para el 26 de julio de 2020 ya se tenían registradas 81 muertes maternas por Covid 19, además de que la cifra global representa un aumento del 21.2% con respecto al mismo periodo en el año anterior,
Es debido al análisis de estas preocupantes cifras, que el Observatorio de Mortalidad Materna, y el Comité Promotor de la Maternidad, junto con la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México, el Fondo de las Naciones Unidas, la Organización Panamericana de la Salud y The White Ribbon Alliance, organizaron del 22 de julio al 5 de agosto, el Seminario “Salud y mortalidad materna en México en el marco del Covid 19: una aproximación desde los derechos humanos.”
El seminario permitió que autoridades sanitarias a nivel federal y local, especialistas, investigadores/as, personal médico de atención en el primer nivel y parteras tradicionales y profesionales, compartieran sus reflexiones, puntos de vista, los retos que vislumbran y las propuestas que desde sus ámbitos de acción consideran viables para atender la emergencia.
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Importancia de las parteras y enfermeras de primer nivel
Como resultado, se ofreció un diagnóstico multidisciplinario y plural, que sin embrago, coincide en un punto en particular: las muertes maternas son prevenibles y evitables. Ello requiere la vigilancia de diferentes actores y no sólo es un tema que compete a hospitales y unidades médicas. Uno de los aportes más valiosos del seminario fue la participación de parteras y enfermeras del primer nivel, que pusieron el énfasis en el trabajo comunitario que brinde confianza a las mujeres y a sus familias, y permita dar una respuesta diferente a la emergencia derivada de la pandemia.
Con ello, también se demostró la importancia del diálogo entre diferentes saberes, prácticas y estrategias y que el enfoque de derechos humanos, nunca podrá materializarse del todo sin la apertura al diálogo y un modelo de gobernanza efectiva.
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La dualidad de la maternidad en el patriarcado
Ello no elimina la responsabilidad del Estado para proteger a las mujeres y garantizar sus derechos tanto a la salud, como a los sexuales y reproductivos. El que se pueda trabajar desde otro enfoque, más cercano a las personas o las comunidades, tendría que consolidar las sinergias entre diferentes actores, y en dado caso, lograr que todas y todos se beneficien de los recursos, bienes y estrategias que se desarrollan tanto en las instancias públicas como en otros ámbitos.
En este caso, como en muchos otros atravesados por la desigualdad, la participación de las mujeres, las parteras, las comunidades, la sociedad civil y las instituciones, parece ser la única opción viable para un problema tan complejo.
Quizás también es momento de visibilizar la evidente contradicción de vivir en un país patriarcal como el nuestro, en donde por un lado se coloca a la maternidad como el principal – y más apreciado- valor de las mujeres, y por otro, se desprotege y desatiende la muerte materna cuando se trata de las mujeres más pobres, confirmando que en éste, como en muchos otros temas, hay vidas que importan más que otras. Es hora de exigir que todas tengan el mismo valor y que en México todas podamos decidir ser madres con total libertad, dignidad, seguridad y confianza.