El sismo del 19 de septiembre del 2017 devastó el pueblo de Huejotengo en Morelos y también derrumbó estereotipos de género, ya que las mujeres se animaron a tomar picos y palas para construir sus casas.
El problema no fue la mezcla o picar piedra sin enfrentar el machismo del lugar; ya que los lugareños crearon chismes en su contra y una de las compañeras del grupo que se formó “El sueño de Huejotengo” fue golpeada por su pareja.
“Cuando empezamos a organizarnos nuestra seguridad se vio afectada. Hemos sido agredidas con insultos, gritos y chismes por un grupo de hombres. Incluso una de las compañeras fue golpeada por su esposo. Empezamos 15 compañeras, ahora somos ocho, una se salió por enfermedad y las otras dos porque sus esposos no les dieron permiso”, comentó Yeni.
“Tuvimos que dividirnos las actividades, los hombres tuvieron que irse al campo a cuidar los sembradíos o a otros pueblos a buscar trabajo. Nosotras en la casa”, comentó Yeni Lara, en una entrevista. Pero no podrían quedarse estáticas al ver sus casas derrumbadas, ni las de los vecinos.
El sismo de aquel entonces ocurrió el 19 de septiembre de 2017 a las 13:14 horas, el epicentro se localizó en Puebla y Morelos, la duración del temblor se extendió a más de los 90 segundos, por lo que la comunidad de estas mujeres se vio afectada.
Lo único que buscaban era reconstruir sus casas. Santa Solórzano, Yeni Lara, Judith Jiménez y otras mujeres formaron el grupo “El sueño de Huejotengo” por necesidad y la urgencia de volver a tener un techo para sus familias.
Los hombres les hacían el trabajo más pesado
La tarea para las mujeres de Huejotengo, comunidad del municipio de Ocuituco en el estado de Morelos, no fue fácil. Al llegar a la casa de materiales, los hombres hacían preguntas fuera del contexto de las mujeres, en lugar de apoyarlas o asesorarlas para saber qué necesitaban.
“Nos hacían preguntas como ‘¿cuánto cemento, qué gramaje?’, nos ponían en en jaque. ‘Nos hacían el trabajo más complicado, no sabíamos por dónde empezar’, comentó Lara.
Las mujeres decidieron buscar ayuda. Fue a través del colectivo Ayok, que se formó por estudiantes de la Universidad Iberoamericana, que las mujeres de Huejotengo lograron tener un financiamiento mediante Fondo Semillas, para capacitarse.
El conocimiento que adquirieron en los talleres les permitió que los hombres las escucharan y poder dirigir a los albañiles. “A raíz del sismo las mujeres tuvimos que despertar”, señala Lara ¿Por qué quién iba a construir nuestras casas si los hombres tenían que trabajar?