Históricamente desde la época de las cavernas en la caza del mamut se dio inicio a la división sexual del trabajo, asignando roles estereotipados a hombres y mujeres. Los hombres fuertes se preparaban y organizaban para la caza, una actividad de estrategia y organización donde había diversos puestos a cubrir. Si lo lograban, la carne, el pelaje, las vísceras, la grasa, y todo lo que se obtenía del mamut, alcanzaría para la alimentación de su horda durante varios meses, para lo cual les recomiendo leer El clan del oso cavernario, una novela que aborda esta época paleolítica a través de una mujer de la nueva era que trasgrede muchos de los estereotipos asignados a las mujeres, trama interesante con información antropológica y drama, escrita por Jean M. Auel.
Por otra parte, las mujeres debido a que gestaban, “difícilmente” podrían realizar los trayectos y actividades que se requerían en la caza del mamut, así que su encomienda fue el cuidado de la prole, recolectar, elaborar vasijas, armas, artilugios, y garantizar que todo lo que se obtuviera del mamut, se conservara durante varios meses sin echarse a perder. Sin embargo, Sandra Ferrer Valero, Joan Gero, y la universidad de Pennsilvania desde una perspectiva de la arqueología feminista comienzan a dar cuenta de nueva información, en la cual se replantea dicha historia, por ejemplo, que en las pinturas rupestres referentes a la caza de mamuts hay imágenes con contornos de mujeres y senos definidos, así como tumbas donde encontraron cuerpos de mujeres enterradas con flechas y arcos.
Fotografía tomada de internet.
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Curanderas, el vínculo entre lo terrenal y lo divino
Los rituales desde entonces son muy importantes, así que dentro de estos clanes la figura de la curandera y el chamán eran muy importantes, ya que eran el vínculo entre lo terrenal y lo divino. Las curanderas, al realizar actividades de recolección, fueron desarrollando diversas habilidades y conocimientos para la identificación de la herbolaria, sus propiedades y sus posibles combinaciones, lo cual es toda una ciencia ancestral, que ahora es conocida como el conocimiento intangible, ya que no está escrito y se transmite de generación en generación. También incursionaron en el cultivo, la elaboración de cataplasmas, infusiones, ungüentos, microdosis, tinturas, a la par de conocer el funcionamiento del cuerpo y su anatomía. También realizaban actividades de partería, y todo aquello que les ayudara a curar, digamos que fueron las primeras sanadoras médicas de la historia.
Actualmente, en el ámbito de la medicina tradicional en los contextos indígenas-rurales las mujeres curanderas, chamanas, sanadoras, cuidan de la salud espiritual, física y mental de las y los pobladores de su entorno. Tienen un estatus dentro de la estructura comunitaria, siendo gente de respeto y consideradas sabias. Una de las más conocidas es María Sabina quien nació en Huautla de Jiménez, Oaxaca, descendiente de una familia de chamanes mazatecos, visitada por ahí de los años 70 por los Beatles, Bob Dylan, Walt Disney, los Rolling Stones, Aldous Huxley, así como también por los investigadores Robert Gordon Wasson y su esposa Valentina Pavlovna considerados padres del estudio de los hongos y quienes difundieron el trabajo de María Sabina a nivel internacional.
Fotografía tomada de internet.
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Recuerdo que en una visita que realice a la Casa de la Mujer Indígena (CAMI) en San Mateo del Mar, Oaxaca, entrevistando al grupo de parteras me llamó la atención que una de ellas, tenía todo los conocimientos pero aun no atendía a nadie, cuando le pregunté por qué no se animaba a dar la atención, ella me contestó muy serena: porque aún no lo he soñado, ¿cómo? le pregunte, -sí, tengo que esperar a tener una revelación en mi sueño donde me digan que ya estoy preparada para hacerlo, en tanto no lo sueñe, no estoy autorizada, así lo marca la sabiduría ancestral-. Aquí vemos justo el vínculo de lo terrenal y el ámbito espiritual, el cual no funciona desde la racionalidad y desde el pensamiento positivista.
El legado de las mujeres sanadoras
Así como estas mujeres de espíritu libre y sabias, que por fortuna habitan en distintos puntos de nuestro país, unas vivas aun y otras desde diferentes planos, siguen impactando a través de sus legados. Una de estas mujeres sabias, fue mi abuela materna, una mujer bondadosa y dadora en todo sentido, desde pequeña me preguntaba sobre mis sueños, me promovía construir historias a través de palabras, todo el tiempo me preguntaba cosas, me curaba de espanto y me platicaba sus interminables historias que yo pedía no acabaran. De grande me daba respuestas solo con mirarme, o, abrazarme, sin decir palabras, a veces si me las decía y yo las atesoro. Después han habido algunas otras mujeres que me han enseñado a tropezarme menos, al regalarme sus palabras y acompañamiento Nina Ortega, mi primer terapeuta es una sabia mujer, más allá de ser terapeuta, después Nellys Palomo, Tere Camacho, las mujeres Ikoots de San Matero del Mar, mi Aby querida y la doctora Rita como le digo, siempre me cura del alma en su temazcal espiritual, con sus palabras, sus hierbas aromáticas e infusiones que apapachan mi corazón.
Fotografía tomada de internet.
Finalmente, me parece que las mujeres sabias-curanderas y sanadoras han tenido un papel trascendental en la medicina tradicional y sus proles, el cual no ha sido entendido ni valorado del todo. Esas mujeres, no tienen un título universitario y algunas como las mujeres Ikoots no hablan el español, sin embargo saben de bioquímica, biología, gramajes, temporalidades, matemáticas, alquimia, de investigación, y sobre todo su don lo ejercen desde la compasión y el amor por lo que hacen. Diríamos entonces, que han tenido un aporte social-cultura y médico intangible.
Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada en pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.