El stand up  Nanette la comediante Hannah Gadsby rompe con lo que la audiencia espera de un show gracioso. En el discurso Hannah habla sobre pasajes dolorosos de su vida relacionados con su orientación sexual y su género.

Ser lesbiana en entornos conservadores es difícil, Hannah lo ha vivido en carne propia. Aunque pareciera positivo reírnos de nosotras mismas y de las malas experiencias, la comediante lanza un poderoso cuestionamiento: ¿de verdad son graciosos los chistes sobre la violencia?

Hannah Gadsby es originaria de Tasmania, lugar donde la homosexualidad estaba penada con cárcel hasta 1997 y la población era abrumadoramente homófoba. La forma en la que la educaron la llevó a odiarse a si misma cuando por fin se reconoció lesbiana.

De la gracia a la indignación

El show también toca la lesbofobia y la invisibilización del lesbianismo: “Solo los hombres gays eran un problema para la sociedad. Sexo anal, ¡Éstán llamando al diablo! Por el contrario, en cuanto a las lesbianas no había polémica. ¿Qué son? ¿Qué es lo que pueden hacer? ¿Realmente existen si nadie las ve? No se preocupen por ellas. Abrazarse no lastima a nadie”, dice Hannah en su monólogo. 

Lee: 5 películas sobre amor lésbico en Netflix

La comediante logra tener a la audiencia en un ir y venir de emociones que van principalmente de la gracia a la indignación. Para Hannah la risa es liberadora: “Confíen en mí. La tensión nos aísla. La risa nos conecta”, sin embargo, el mensaje des show es mucho más profundo que gracioso. 

Lo que hábilmente la comediante cuenta de forma graciosa no son chistes, en realidad son momentos fuertes por los que ha tenido que atravesar. Desde odiarse a si misma por ser lesbiana, hasta rememorar y nombrar las agresiones que ha sufrido, Hannah nos lleva a cuestionarnos si siguen siendo graciosos los chistes que perpetúan la discriminación, la estructura de poder patriarcal y heteronorma. 

Darle importancia a su historia

En pleno show, como parte del monólogo, la comediante declara su intención de dejar la comedia definitivamente, afirmando que ya no se siente cómoda haciendo chistes con base en su persona, en su condición y en su historia: 

“Construí mi carrera en base a chistes de autocrítica. En eso se basa mi carrera. Y no quiero seguir haciéndolo, ¿entienden qué significa la autocrítica para alguien que ya de por sí está marginada? No es humildad. Es humillación”

Hannah no quiere restarle importancia a su historia a través de la comedia, como lo hace en el inicio del show. Reivindica su historia en el segundo acto, contando que fue abusada de niña, golpeada cuando era adolescente y violada por dos hombres cuando recién había cumplido los 20 años. Nombra la violencia sin bromas y sin chistes, porque la violencia no es graciosa. 

Lee: Cinco series para hacer maratón en cuarentena y debatir el feminismo

El show que inicia entre risas con la frase: “Me gusta que me confundan con un hombre, así por un momento la vida es más fácil”, culmina con una verdadera reflexión sobre las violencia a la que está expuesta una mujer, lo difícil que es enfrentar al patriarcado y reconocer la importancia de las vivencias de las mujeres. 

“Mi historia tiene valor. Que nos quiten el poder no destruye nuestra humanidad. Nuestra resistencia es nuestra humanidad [...] No permitiré que mi historia sea destruida. No hay nada más fuerte que una mujer rota que se ha rehecho a sí misma”

El stand up es en realidad una declaración de molestia y resistencia. Hannah enseña a su público una valiosa lección a través de su propia vivencia.