Los supuestos avances legislativos para garantizar los derechos de las trabajadoras y trabajadores del hogar distan de haberse traducido en beneficios a esa comunidad. Una empleada que va una vez a la semana a una casa no podría ser considerada como “trabajadora” ya que su trabajo es catalogado como “esporádico”, de acuerdo con las recientes reformas a la ley que aprobó el 16 de marzo el Senado de la República y pasaron a Cámara de Diputado para su análisis y discusión, denunciaron líderes del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar (SINACTRAHO) y el abogado laboral Manuel Fuentes.

En entrevista explican por qué no hay nada que celebrar, lo que evidencian las vidas de Sandra y Lupita, dos trabajadoras que también dialogaron con La Cadera de Eva. En el marco del Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar que se celebra el 30 de marzo.

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Sandra tiene que andar fajada pues ya no soporta los dolores de la cintura. Se lastimó “por andar limpiando”, dice en entrevista para La Cadera de Eva. Ella tiene que pagar los gastos del médico, incluso le han mandado reposo porque padece de las vértebras, en esos días deja de trabajar, por lo tanto se queda sin ingreso.

“Me han llegado a inyectar para desinflamar mi espalda. Yo lo pago, voy a las farmacias económicas, me quedan más cerca”, comparte Sandra, una trabajadora de limpieza de 47 años, a cargo de los gastos de su casa, donde vive su esposo, dos hijos y su nieto.

Sandra aceptó trabajar porque una de sus amigas le pidió ayuda hace algunos años; “me invitó a ayudarle con la limpieza de un edificio. Le dije que sí porque no tenía nada qué hacer en mi casa. Ahora que mi esposo se quedó sin trabajo en la pandemia no sé qué hubiera hecho”, dijo en entrevista para La Cadera de Eva.

(Foto: Cuartoscuro)

Otro caso es el de Lupita. Ella llegó a los 15 años a la  Ciudad de México procedente de Jiliapa, un pueblo del municipio de Tlatlauquitepec, Puebla. Sus padres la dejaron ir con una señora a trabajar a Coyoacán, el sueldo que acordaron con su patrona -hace 20 años- fue de 300 pesos al mes, la mitad se la daría a ella y la mitad a ellos.

El salario de Lupita era menor al salario mínimo de la época; en 1996 era de 26.45 pesos. Ella ganaba 10 pesos al día, la mitad era para sus padres y sólo 5 pesos para ella.

Lupita cuenta que en su primer trabajo no tenía derecho a utilizar cubiertos, según su patrona le decía que las personas de pueblo no sabían utilizarlos, vivía en un cuarto de azotea, “me pusieron una colchoneta y ya”, contó en entrevista.

La situación de los familiares de Lupita en Puebla era muy precaria, y por esa razón la familia decidió que se fuera a la ciudad a trabajar. No sólo tenía que trabajar en casa de los patrones, también ayudaba en la panadería donde conoció a otras mujeres, quienes le aconsejaron dejarlo.

Ella renunció pero después encontró otra oferta; en la segunda casa, en Cuautitlán Izcalli, le ofrecieron en un inicio 700 pesos al mes, después le subieron a 4 mil mensuales, le daban todo, pero ella se sentía en una jaula.

“Me trataban bien, me daban todo lo que yo creía que necesitaba, pero me sentía en una jaula”. Los fines de semana ayudaba a regar las plantas y bañar a las mascotas, pero no tenía ni un día de descanso. La señora de la casa la inscribió a un taller de corte y confección, donde estudió un año. Ahí fue donde empezó hacer amigas y conocer lo que era tener tiempo para ella misma; sus ausencias incomodaron a la familia y la persuadieron que dejara el taller.

“Como hacía todo lo que me decían, les hice caso”, contó Lupita.

De acuerdo con el violentómetro que publicó el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, Lupita vivía un alto grado de violencia y era una posible víctima de trata, ya que no contaba con días descanso, se encontraba en condiciones insalubres y cumplía con jornadas demasiado largas.

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Ella decidió dejar los empleos de planta a partir de conversaciones con su hermano, quien le dijo que tenía derecho a tener tiempo libre. Él la motivó a renunciar. Por tercera vez, Lupita regresó a su pueblo, pero ya no se sentía cómoda con su familia, no le gustaba que la mandaran y regresó a trabajar a Coyoacán, donde conoció a una señora quien le enseñó a tener confianza en sí misma.

En una ida a su pueblo a Jiliapa, en Puebla, se reencontró con un compañero de la secundaria y decidieron casarse. Lupita dejó los trabajos de planta que tenía, se casó y tuvo a su primera hija, quien nació con debilidad visual. Por tal razón, debía dedicarle tiempo. Tomó trabajos en casas de entrada por salida. Cada vez que tenía que pasar por la primera casa donde trabajó, que está frente a la Cineteca, sentía coraje.

Después de 10 años, con temor, decidió tener otra hija, Casandra, quien ya tiene dos años y aunque no nació con debilidad visual Lupita debe dedicarle tiempo sus dos hijas; trató de vender tlacoyos para tener un poco más de dinero, pero no le da tiempo, así que debe ajustarse con el sueldo que gana su esposo. “Extraño mi trabajo”, dijo en entrevista.

DERECHOS DE LAS TRABAJADORAS

En 2019, México ratificó el Convenio 189 de las Organización Internacional del Trabajo (OIT) que promovió condiciones laborales dignas para las trabajadoras y trabajadores del hogar. Con ello, México asumió la obligación de discutir y definir mecanismos de inspección en los hogares donde labora esta población, con la finalidad de verificar el cumplimiento de sus derechos. Desde entonces, Tania Espinosa Sánchez, coordinadora para la Ciudad de México de Mujeres en Empleo Informal: Globalizado y Organizado (WIEGO, por sus siglas en inglés), advirtió que no había mecanismos de vigilancia para que se cumpliera.

Al respecto, Norma Palacios, líder del SINACTRAHO, señaló: “se hizo la reforma al capítulo 13 de la Ley Federal de Trabajo y se dijo que ya íbamos a tener derecho a la firma de un contrato y la responsabilidad la tenía que asumir los empleadores. Sí nos sentimos muy contentas porque dijimos ‘ya México avanzó, hubo un gran proceso de todo esto que se modificó, el trabajo digno, el trabajo infantil, pero tristemente vemos que en el día a día pues no hay manera de que se cumpla”.

El 16 de marzo se anunció que se habían aprobado reformas en el pleno del Senado de la República en las que se estimaba que 2.5 millones de mujeres tendrían los cinco seguros de la Ley del IMSS, algo que ya se había acordado en el Convenio 189. La resolución fue de celebración para los legisladores, ahora se está a la espera de la respuesta de la Cámara de Diputados. Sin embargo, para las líderes del SINACTRAHO no hay nada que celebrar, ya que las condiciones a las que aspirarían las empleadas son inalcanzables, esto porque se pide un sueldo mínimo, un trabajo constante -algo que sucede- y que los empleadores sean quiénes las registren.

“En México estamos muy acostumbrados a que este tipo de iniciativas o de trabajo que le compete al gobierno, lo celebremos, cuando es su trabajo garantizar el acceso de los derechos laborales humanos a todas las personas y precisamente se pierde también el sentido de la importancia cuando hay avances. No los podemos llamar logros, si aún no se ejecutan en la realidad o se adaptan a la realidad, siguen quedando los vacíos”, compartió en entrevista Norma Palacios, líder sindical.

De acuerdo con las reformas a la Ley del Seguro Social, las trabajadoras del hogar gozarían de más beneficios; sin embargo, existen “candados” que limitan este acceso, según María Isidra Llanos Moreno, también líder del SINACTRAHO.

En principio, para que la trabajadora del hogar pueda contar con el aseguramiento ante el IMSS requiere superar un salario mensual, en la Zona Libre de la Frontera Norte los $8,163.25 y en el resto del país $5,892.44.

Además, el proyecto no considera trabajadora del hogar aquella que realice un trabajo de “forma ocasional o esporádica”, lo cual es preocupante de acuerdo con Manuel Fuentes, abogado laboral.

“El 85% de quienes laboran como trabajadoras del hogar son personas de entrada por salida. Entonces, ‘¿cómo se va a considerar lo esporádico?’ Si una persona puede trabajar una vez a la semana con un patrón o dos veces a la semana para otro patrón, ¿cómo se considerara esporádico si no hay una definición al respecto?”, cuestionó Fuentes.

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Se dificulta el acceso a las trabajadoras del hogar al IMSS cuando tienen diferentes patrones. “No hay claridad, las empleadas tendrían que hablar con todos sus patrones para que se pongan de acuerdo y después habría que ver si alcanza el sueldo de los 6 mil pesos para que puedan registrarse”, explicó Fuentes.

“Las trabajadoras del hogar tienen una particularidad, el 99% de ellas no tiene un contrato laboral, deja a discreción de los patrones que las puedan reconocer como trabajadoras o trabajadores. Esta situación no se contempla en las reformas a la Ley del Seguro Social que en principio aprobó el Senado y ahora tiene que acudir a la Cámara de Diputados para que se pueda validar”, de acuerdo con Manuel Fuentes.

Además, la iniciativa no contempla que las trabajadoras acudan por sí mismas al IMSS, bajo el principio de presunción de relación laboral, sino que los empleadores deben darlas de alta, así que la posibilidad de tener acceso al Seguro queda a voluntad de los patrones y patronas, sin alguna supervisión ni inspección por parte de las autoridades de que haya un cumplimiento de la seguridad laboral.

SITUACIÓN REAL

(Foto: Cuartoscuro)

Ni Sandra ni Lupita han tenido acceso al Seguro Social. En el primer caso, Sandra cuenta que tiene un ingreso mensual de 2 mil 400 pesos al mes, hace la limpieza de un edificio en San Pedro de los Pinos donde también ayuda con el aseo a algunos de los inquilinos.

El 91% de las personas que se dedican al trabajo del hogar son mujeres y en promedio las trabajadoras de la Ciudad de México tienen 35 años; el nivel educativo que predomina es la primaria, en su mayoría migran de Chiapas, San Luis Potosí, Veracruz, Puebla y Oaxaca. El 28% es de origen indígena, de acuerdo con Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).

Desde hace seis años no le han subido el sueldo a Sandra: “llevó años pidiéndole a la administradora que me suba aunque sea 50 pesitos pero dice que tiene que hablarlo con los dueños de los departamentos”, contó.

En el caso de Lupita, cuando decidió tener un trabajo de “entrada por salida” el sueldo alcanzado sí era de 6 mil pesos; sin embargo, trabajaba en cuatro casas distintas, en este caso ella tendría que negociar con las cuatro patronas que la dieran de alta en el IMSS.

En estados como Chiapas o Jalisco el sueldo que reciben las trabajadoras del hogar es de 50 a 60 pesos, es difícil que alcancen el salario estipulado. En Chiapas el sindicato tuvo el caso de una adulta mayor a cargo de su nieto y debido a que no hay guarderías para que le apoyen el cuidado, ella lo llevaba a la casa donde trabajaba pero la patrona le descontaba lo que consumía el menor, la adulta mayor decía que debía aguantar porque si no se quedaría sin trabajo.

¿CUÁNTO VALE EL TRABAJO?

Las líderes sindicales del SINACTRAHO han tratado de trabajar en un tabulador; sin embargo, por las diferencias salariales no se ha podido llegar a un consenso, sobre todo porque a veces se les piden diversas actividades a las empleadas como planchar, cocinar o incluso preparar comida especial.

“¿Qué pasa cuando las actividades que deben realizar es lavar, planchar cocinar, cuidar niños o mascotas? Aquí vemos que las categorías son diferentes, hay compañeras que tienen una especialidad pero esto no es valorado”, dijo María Isidra Llanos Moreno, líder del SINACTRAHO.

Por otro lado, Sandra considera que también está pendiente avanzar en la conciencia sobre las trabajadoras del hogar. Ella considera que es contratada para realizar trabajos más especializados no para recoger la ropa de toda la semana. “Venimos nosotras a hacer lo que no pueden, como los vidrios o lavar los baños, los rincones que no pueden hacer, pero ya de andar recogiendo su ropa interior, pues no”.

“En una ocasión una de las patronas quería que lavara el baño a mano con fibra, de maldosa le dije a ver dígame cómo, y terminó lavándolo ella”, contó entre risas Sandra.