Ha sido poco visible en nuestra sociedad el tema de la orfandad, el cual impacta principalmente a niñas, niños y adolescentes en diferentes esferas de su vida, pero de manera brutal en su desarrollo emocional.  Las estadísticas difícilmente registran el número real ya que existen diversas modalidades, y como tal una falta de conceptualización, seguimiento y registro de los casos.  El número de este sector poblacional va en aumento debido a la situación de violencia familiar, feminicida y narcotráfico que vivimos.

A mediados de 1990 el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y organismos internacionales adoptaron la definición de orfandad como la “pérdida de padre o madre” y el de “huérfano doble” cuando perdían a ambos, lo cual da la posibilidad de una intervención diferenciada desde las políticas y programas existentes.  

Cuando hablamos de orfandad no solo se refiere a la “pérdida física del padre y la madre y/o de ambos” en ocasiones si existe el padre y la madre pero por diversas condiciones como la violencia, arrestos, abuso y adicciones, entre otros, no se vive con ellos. Dentro de los diferentes tipos de orfandad que podemos ubicar esta la emocional en la cual se puede vivir con una madre y un padre, pero la distancia es tal que no hay muestras de cariño, juegos y transmisión de valores.  Otra es la registrada por feminicidio, en el 2019 Nadine Gasman titular del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) habló de un registro de 3 mil niños en orfandad que además habían presenciado la muerte de sus madres en manos del agresor, luego en el 2020 la BBC hablaba de 4 mil casos aproximadamente de niñas y niños huérfanos en el primer semestre del año. Otro tipo se deriva de la violencia familiar donde por su “seguridad” emocional y física tienen que ser resguardados en alguna institución pública. Otros casos son derivados de situaciones como los conflictos entre grupos armados, el covid-19, asesinatos, narcotráfico, abuso sexual, reclusión y accidentes entre otros.

Falta de atención psicológica y  acompañamiento

Si bien existe una Ley General de Víctimas en México, en la cual se establece un mecanismo de atención dirigido a la población afectada por feminicidio, la realidad nos muestra que al tener un subregistro de los casos, aunado a la falta de un presupuesto y personal permanente y sensibilizado, se dificulta la atención psicológica, de acompañamiento y de aquellos servicios públicos de salud, educación y asistencia social, no garantizando así sus derechos, desde el concepto del interés superior de la niñez, como se plantea en la Convención sobre los Derechos del Niño. 

Como parte de los síntomas de la orfandad presentado en las niñas, niños y adolescentes podemos ubicar el aislamiento, debido a la falta de herramientas psíquicas y emocionales para lidiar en su entorno, un sentimiento de soledad, un estado de indefensión, una constante en expresar su enojo, resentimiento, odio y frustración a través de berrinches y gritos los cuales invisten su gran dolor.  También presentan cuadros de depresión, trauma post estrés y somatización ante el duelo.

De igual forma, parte de las secuelas que podemos registrar en esta población es la que apuntaba Javier Conde González de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) en el 2013 referente a que niñas y niños menores de tres años que son resguardados en albergues, orfanatos e internados pierden cuatro meses de su desarrollo por cada año que pasan en las instituciones de atención.

Lo cual nos habla de una dificultad desde la política pública e institucional para garantizar los derechos y el interés superior de niñas, niños y adolescentes, debido a la falta de un presupuesto específico, lo cual merma contar con una infraestructura física adecuada, personal especializado y sensible, un modelo te atención adecuado a la diversidad de la población, lo cual revictimiza a este sector exponiéndolos además a  sufrir violencia física, verbal, institucional y en algunos casos abuso sexual.

¿Quiénes se quedan con los niños?

De igual forma no todos estos niños, niñas y adolescentes llegan a una institución, publica, privada o de asistencia privada, en ocasiones legalmente esta la opción de quedarse con algún familiar, principalmente con la abuela materna, tías/os quienes asumen la responsabilidad del maternaje, o bien, logran la tutela compartida junto al padre si existe. 

Desde Winnicott sería importante considerar crear un entorno social y familiar para que él objeto perdido, la madre, el padre sea sustituido a fin de acompañar a estos niñas, niños y adolescentes a transitar en el “aminorar” el impacto de la perdida y poder restituirse en  un ambiente cuidado y sostenido, promoviendo su salud mental,   física y espiritual.

Finalmente, cerraré diciendo que así como infancia no es destino, la orfandad también puede despuntar y potenciar a niñas, niños y adolescentes con un buen acompañamiento.

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada enpedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.

@EscamillaBarr