Hoy les hablaré de un par de historias, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Un joyero, de nombre Ferdinando, como el Toro del cuento, era el padre de Amanda, -una chica con desequilibrios mentales que la hacían un tanto peculiar: tenía sentimientos tan puros como los de una niña menor de diez años, pero la inteligencia de diecisiete mentes trabajando al mismo tiempo, ella tenía la peor coordinación motriz del mundo, pero era super hábil con el razonamiento lógico y con las matemáticas-.
Ferdinando, por diferencias irreconciliables, tuvo que separarse de Carmela, la madre de Amanda. Carmencita, siempre fue ‘avanzada’ por decirlo de algún modo y sacó ventaja de la situación, sabía que el diamante más grande para el Toro de este cuento era su chiquilla chiflada, así es que negoció que, si quería verla, dado que era menor de edad, él tendría que cederle los derechos de la propiedad en la que cohabitaban, de lo contrario, alegaría que las causas de divorcio se trataban de violencia conyugal. Ferdinando, cedió por Amanda, sin asesorarse para saber si esta era la mejor opción para él y para su hija.
Lee: Los padres deben alfabetizarse emocionalmente
Por azares del destino, años después, Amanda conoció a Jair un constructor de rascacielos, quien a su vez había estado casado con Fabiola con quien tuvo a dos pequeños Valentín y Mario. Cuando se enojaba no dejaba que Jair y sus hijos se vieran, sin importar las ganas que los tres tuvieran de encontrarse, por decirlo de algún modo, los utilizaba en contra de la expareja.
De patrones opresores a nuevas conductas
¿Qué tienen en común estas historias? Dos mujeres que no se conocen repitieron el patrón de utilizar a sus hijos o hijas para dañar y/o negociar con su expareja.
El patriarcado, no sólo oprime a las mujeres, también lo hace con los hombres, con los padres que quieren pasar tiempo con las y los hijos que procrearon y que las mujeres utilizan como moneda de cambio, porque así les dictan los patrones. Envía a los varones a ser proveedores, agresivos, fuertes, duros, a no mostrar sus sentimientos.
Pero afortunadamente, hay quienes se alejan de los modelos de padres distantes y autoritarios y se hacen papás presentes, conocen a sus amigues de la escuela, a sus profes, les llevan a vacunar, al dentista. Ponen límites, pero también enseñan a andar en bicicleta, hacen pulseras y se peinan con trencitas.
¿Con qué podría mejorar la relación de estas familias, así como el ejercicio responsable de paternidades y maternidades sin que ninguna de las partes abusara? ¿Cómo se podría reforzar el espacio de las paternidades? ¿Cómo se podría abordar el desapego y la ruptura de roles con las madres?
Crianza compartida
Después de una separación, es muy importante mantener una comunicación positiva entre mamá y papá, ya que ambos deben seguir siendo fuente de estabilidad y comodidad para sus hijas e hijos. Es importante mantener flexibilidad en cuanto a los horarios y que éstos nunca sean prohibitivos y mucho menos motivo de disputa para castigar alguna de las conductas de las personas adultas.
Es muy importante, poner las necesidades de las hijas e hijos antes que cualquier otra cosa y, sobre todo, antes de las propias emociones, tomando en cuenta que la relación de pareja se ha terminado.
Les contaré un secreto… Ferdinando y Jair son los padres más amorosos que he conocido. Seguro hay varios cientos, o miles, digámosles ¡Feliz día! Ojalá que hoy les hayan permitido estar con sus peques.
*Adriana Diego Hernández es economista (UAM-X), Maestra en Gobierno y Asuntos Públicos (FLACSO) Subdirectora de Innovación y Mejora (IECM)