Pamela Anderson, una de las actrices más importantes del principio del milenio compartió en entrevista con The Howard Stern Show que se encontraba lista para disfrutar de su vejez, amarse y reconocerse en el espejo. En su documental, Pamela, A Love Story ahonda más en el tema de su vida y permite mostrarse de manera más íntima fuera de la pantalla, las violencias sexistas que vivió en una industria misógina hollywoodense y, cómo el pensamiento de su belleza, comenzó a deconstruirse para dar paso a un proceso doloroso de aceptación, amor propio y autocuidado.
“Me gustan mucho mis pecas, envejecer tranquila es un alivio. Esta soy yo, estoy feliz con quien soy ahora mismo, es un mundo nuevo y estoy muy agradecida por el amor”, compartió Pamela Anderson en sus redes sociales al publicar una sesión de fotos de su cuerpo y su rostro pecoso sin maquillaje.
En otra ocasión, Pamela Anderson fue increpada por sus canas y le cuestionaron si utilizaba tinte, a lo que respondió que en realidad, la vejez no es algo que la intimide, todo lo contrario, pues reveló al entrevistador Dax Shepherd que ella no se preocupa por algo como el paso del tiempo y que poder ver su cabello tornarse gris, vestirse cómoda, rechazar los tratamientos estéticos y usar un cómodo “sombrerillo de paja”, era una idea que la hacía sentirse bien consigo misma.
Es así que, en estos últimos meses la figura de Pamela Anderson ha estado muy presente y cercana a sus seguidores, abriendo la puerta para hablar de uno de los temas más controversiales: la vejez femenina.
Sobre el derecho a envejecer
El envejecimiento femenino tiene una connotación diferente a la masculina, a través de situaciones como la pobreza, la violencia económica, el abandono, el rol de género y una sociedad profundamente edadista que coloca como única etapa valiosa la juventud, las mujeres que se acercan a su vejez tienden a vivir situaciones de mayor vulnerabilidad.
En este contexto, envejecer se convierte en una connotación negativa que genera actos de discriminación y rechazo al cuerpo de la adulta mayor, sobre esto, el artículo New directions in feminist gerontology de Toni Calasanti indica lo siguiente:
“El rechazo social por el cuerpo de la mujer mayor va a niveles sorprendentes, cuando este cuerpo está condicionado a un mercado regido por la juventud y la delgadez”, acota el artículo.
El rol de género y el concepto de la feminidad abonan para que la vejez femenina se vuelva un proceso angustiante, en lugar de ser concebido como cualquier otra etapa del ser humano donde se continúan viviendo experiencias y aprendizajes en plenitud.
Finalmente, Julia Twigg, feminista gerontológica señala que nuestra cultura ha promovido una serie de sentimientos negativos acerca de envejecer, inclusive, la mujer se mantiene expectante de su rostro y cuerpo, evitando cualquier señal de este proceso. De tal manera, que la mujer se encuentra en una constante búsqueda de ocultarse, reforzando el discurso del edadismo.
“La cultura retroalimenta de manera negativa, y refuerza la idea de que hay algo en el cuerpo y en la vida de las mujeres que debe ser ocultado, corroborando que hay algo por lo cual deben sentirse avergonzadas”, señala el artículo The body, gender, and age: Feminist insights in social gerontology, escrito por Julia Twigg.