Se ven por todos lados. Mami embarazada, expectante, junto a papi en sus mejores galas, con amistades alrededor (o por videoconferencia) en un jardín lleno de flores, esperando pinchar un globo, cortar un pastel, abrir una cortina –formas hay miles- para revelar con colores rosa o azul, si la pareja espera un niño o una niña. Tras la sorpresa, el confeti correspondiente al sexo de la criatura, aplausos, besos, abrazos, “me gusta”. Son las gender reveal parties (fiestas de revelación de género) que se han vuelto el pan de cada día, casi tanto o más que los baby showers para las parejas –casi todas heterosexuales, aunque no todas- de hoy en día.

Atrás quedó ese momento íntimo en el que algunas madres y/o padres decidían (o no) conocer en el consultorio médico el sexo de su bebé. En 2021 no solo siguen existiendo madres y padres decepcionados con la noticia y sociedades enteras cargando con las consecuencias de esa frustración patriarcal. Ahora se trata todo de un espectáculo para ganar likes.

Lee: Diferencia entre sexo biológico, género y orientación sexual

Las gender reveal parties no solo se han convertido en un derroche de suntuosidad y coreografía en el que cada vez hay que hacer cosas más exageradas para sobresalir en redes sociales hasta el punto en el que se han vuelto peligrosas. También se han convertido en un pretexto para hacer reuniones en tiempos de pandemia, y lo peor de todo es que son la expresión manifiesta de todas las expectativas problemáticas que la sociedad carga sobre el género de las personas desde el vientre materno.

La inventora de este tipo de fiestas se llama Jenna Karvunidis. En un artículo para The Guardian publicado en enero de 2020, afirmó que se arrepentía de su invento, en parte porque se volvieron algo tan extralimitado que fue justamente una de estas fiestas la causante de un mega incendio en Arizona, entre otras tragedias, y por otra parte porque envían un mensaje dañino sobre la identidad de la gente. “Se sobre enfatiza un solo aspecto de una persona”, lamenta Karvunidis.

Una idea formada

El rosa, una muñequita, una princesa a la que peinar con listones, que será suave de voz y tendrá una gran colección de Barbies. O el azul, un campeón que preserve el apellido familiar y juegue futbol. En la cabeza de mamá y papá ya hay una idea formada de lo que vendrá, ya hay un deseo que puede ser mejor o peor reprimido a la hora de la verdad. Los videos en los que se hace evidente la decepción por el resultado de la sorpresa se han vuelto virales. Caras congeladas de padres que esperaban tener un niño pero bueno, “por lo menos la nena viene sana”.

Lo que se revela en estas fiestas es el sexo y no el género del bebé. Conocemos qué genitales tendrá, eso es todo por parte de la criatura. Pero por parte de los padres conocemos toda la carga ideológica que tienen sobre el género, es decir, sobre cómo cada persona se siente al respecto de la vivencia de su cuerpo, que puede corresponder o no con el sexo con el que nació. Esta diferencia es clave para entender, por ejemplo, por qué una persona transgénero puede pasar años, incluso toda una vida, en conflicto con quién es y lo que el resto del mundo espera de él o ella solo con base en sus genitales, lo cual puede tener consecuencias fatales.

Lee: Su bebé nació mientras ella luchaba contra el coronavirus

Cuando se pincha ese globo descubrimos también que para mami y papi la identidad de género de una persona está limitada a solo dos etiquetas: la rosa y la azul. No hay más colores ni más opciones. Se trata, encima, de identidades complementarias. Es una niña que algún día se casará con un niño, o al revés, con la correspondiente carga de poder que corresponde para cada cuál. Los niños no lloran. Las niñas no juegan deportes. Los niños no hablan de sus sentimientos. Las niñas son todo sentimiento. Los hombres proveen. Las mujeres cuidan. Estereotipos. Presiones que se ponen sobre el niño o niña que aún ni siquiera ha llegado a este mundo.

En resumen. ¿Por qué están mal las gender reveal parties?

1.Reproducen y refuerzan la noción de que el género de una persona lo determinan los genitales.

2.Reproducen y refuerzan la idea de que la identidad de género es binaria.

3.Ejercen expectativas sobre el futuro comportamiento o capacidades de las personas.

*ANA GABRIELA JIMÉNEZ CUBRÍA es comunicóloga y periodista por la Universidad Iberoamericana. Es maestra en Estudios de Género por la Universidad Autónoma de Madrid y ha sido tallerista y conferencista sobre temas de género y feminismo. Se ha especializado en periodismo económico con especial interés en la brecha económica entre hombres y mujeres. Actualmente estudia la maestría en Periodismo y Políticas Públicas del CIDE. 

Twitter: @delmargaviota