Las cocinas mexicanas de antes eran diferentes, consumían cierto tipo de carnes y pescados que se se debían colgar y conservar porque no había refrigerador.
Las cocinas eran espacios que por lo regular habitaban las mujeres, por ende, podrías asumir que fue una frase que surgió entre ellas.
¿Recuerdan alguna vez a su abuela diciéndoles “un ojo al gato y otro al garabato”?
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En aquel entonces, cuando no había refri, había algunos embutidos como el chorizo o longaniza que podían conservarse más tiempo.
Para evitar que los alimentos se convirtieran en la cena de los gatos, se instaló una madera, en medio de la cocina o en una esquina, donde se colgaban los embutidos, al que se le llamó garabato.
Según el Diccionario de la Lengua Española es un instrumento de hierro cuya punta forma un semicírculo y sirve para tener colgado algo.
-Xalapa Antiguo. Pintura costumbrista de Eduardo Pringet, Cocina Poblana, siglo XIX. Museo Nacional de Historia
Por otra parte, el gato al ser un animal domestico y bastante ágil, era el único que podía alcanzar los alimentos dentro de la cocina.
Así, cuando un gato entraba a la cocina era muy probable que brincara para quedarse con algo de lo que se hubiese colgado en el garabato.
Las cocineras debían de estar pendientes del garabato que tenía colgado algún alimento y también del gato bandido que quería apropiarse del comestible.
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De ahí surge, entonces, este famoso dicho mexicano “Un ojo al Gato y otro al Garabato”. Estar en dos cosas al mismo tiempo sin descuidar una u otra. Los dichos mexicanos son y serán una maravilla de nuestro lenguaje.