“Siempre pienso que una quizás no es sensible a ciertos temas hasta que le toca vivirlo de cerca”, así se expresó Dalia, después de preguntarle qué la había llevado a formar parte del feminismo.
Actualmente, el movimiento feminista representa uno de lo principales bloques de oposición en el país, no sólo frente al gobierno, sino ante una situación de rabia y cansancio ante la violencia que vivimos las mujeres en México.
El 2021 se convirtió en uno de los años más violentos para las mujeres mexicanas; este año se superó la cifra más alta de feminicidios en cinco años, con 106 casos en agosto, el 2021 suma 809 casos de feminicidio al mes de octubre; casi 100 casos más en relación con el 2020.
Tomando en cuenta las cifras de homicidio, en México son asesinadas 10 mujeres al día. Sin embargo, las formas violencia van más allá del feminicidio. Se vuelven silenciosas y se esconden en conductas pequeñas que afectan la integridad de las mujeres.
Terminar con la violencia
“Me parece lamentable, me hubiera gustado que fuera diferente y no mi salida de una relación tormentosa, lo que me acercara al feminismo”. Amalia es una de las mujeres que dio su testimonio para La Cadera de Eva, sobre lo que vivió antes de volverse feminista. “En parte, fue una relación donde me di cuenta que habían ejercido violencia sexual y psicológica contra mí. Los feminismos me ayudaron a reconocer que lo que había pasado durante la relación no era mi culpa”.
De acuerdo con ONU Mujeres, el 35% de las mujeres han experimentado violencia física o sexual por parte de su pareja, en algunos países esta cifra alcanza el 70%.
Dafne cuenta que al inicio todo era “color de rosa” pero las cosas cambiaron cuando su pareja le fue infiel, “el problema fue que yo no sabía a qué grado iba a llegar todo lo que él en algún momento haría”. Dafne estuvo en una relación de cuatro años donde vivió violencia;
“él empezó a acosarme masivamente, como yo no le contestaba las llamadas, empezó a llamarme de otros números, de otros correos, buscaba la forma de encontrarme de manera desesperada. A mi me daba mucho miedo, yo no sabía qué hacer ni a quién acudir, una maestra fue quien me ayudó, porque incluso fue a meterse a mi escuela a buscarme”.
Los principales agresores de las mujeres son parte de su círculo cercano, suelen ser sus parejas o sus familiares. Laura cuenta “en mi caso comencé a relacionar las situaciones, porque yo vengo de una familia con bases altamente machistas, donde las mujeres en sus casas tienen que proveer y tienen que servir a las personas que las proveen económicamente. Para mí hubo muchas cosas, mi primo empezó a acosarme cuando éramos niños”.
Por otro lado Dalia, cuenta que se volvió feminista al perder a una persona a causa del feminicidio.
“En realidad fue un caso bastante soñado aquí en Guadalajara. Mi maestra se llamaba Imelda Virgen. Fue mi profesora en la carrera de Diseño en la Universidad. Un día llegamos y había un moño negro y nos enteramos de que la maestra había fallecido. Era joven y nos sorprendió mucho. Días después nos enteramos que su ex-esposo planeó todo y pagó porque la asesinaran. Así fue como empecé a recibir información sobre lo que era un feminicidio y la violencia de género.”
Las mayor parte de las mujeres hemos sido víctimas de algún tipo de violencia desde una edad temprana, sin embargo, el miedo o las amenazas de los agresores, así como la poca sensibilización que hay por parte de las autoridades, evitan que hablemos de las agresiones.
“Con el cuñado de mi papá también pasó, cuando yo me empecé a desarrollar, hubo una vez que me vestí de falda y de vestido, me decía comentarios desagradables y me pedía que me sentara en sus piernas, me acariciaba la espalda. No me agradaba esa situación, incluso llegó a masturbarse mientras yo estaba dormida; me costó mucho trabajo aceptar que no era mi culpa y cuando lo acepté, hablé con todos lo expuse en frente de todos, me dijeron que era mi culpa porque me vestía así. Fue una situación que no hablé y cuando lo hablé me dijeron que yo lo había provocado.” expresó Laura.
Y no sólo se pierde la confianza de nuestro círculo cercano, sino también es visible con las autoridades. “Intenté poner una denuncia, pero en ese entonces no pude porque sólo podía hacerlo si había sufrido violencia física o sexual y yo no tenía pruebas de lo que me había hecho. Nunca le pude poner la orden de restricción”, Dafne cuenta que después de años de sufrir violencia y acoso por parte de su pareja intentó proceder legalmente contra él, pero no pudo hacerlo porque el proceso de denuncia no se lo permitió.
Me cuidan mis amigas
Para Laura, Dalia, Amalia y Dafne volverse feministas no sólo representó enfrentarse a la violencia que vivieron durante años por parte de sus parejas y su familia, sino que se volvió una forma de sanar y crecer.
“En pocas palabras el miedo fue lo que me llevó a volverme feminista; pero gracias a lo que viví conocí a más mujeres feministas, al final logré salir de ahí y fue gracias al feminismo. Sentía que de esa forma apoyaba a muchas mujeres, para mí ha sido un cambio muy grande, sobre todo en mi vida”, Dafne salió de sus situación de violencia con el apoyo que obtuvo desde el movimiento.
"El feminismo me ha ayudado a mejorar mis relaciones con amigas, a comprender el amor romántico, el amor entre mujeres. Me ha ayudado a comprender las relaciones con otras mujeres, me enseñó que el amor entre mujeres incluso es más fuerte de lo que pensamos. Me ha acercado a muchas personas pero también me ha alejado de varias, el feminismo me ayudó mucho durante una etapa difícil de mi vida”
¿Por qué las mujeres se vuelven feministas? Por la violencia que vivimos día con día, porque el feminismo representa una forma de terminar con esa violencia, de poner límites, pero principalmente de sanar con la certeza de que nada de lo que vivimos fue culpa nuestra y de que no estamos solas. Las mujeres nos volvemos feministas por que lo necesitamos, somos feministas porque sobrevivimos a la violencia.