Poner en duda el status quo de las sociedades patriarcales no es algo sencillo: implica cuestionar y empezar a erradicar las actitudes machistas en todos los ámbitos de nuestra vida, incluso en nuestras propias acciones y pensamientos.
Seguramente, en algún momento te has atrapado replicando alguna actitud machista, desde criticar el cuerpo de una chica, competir con otra mujer solo por presión social, e incluso criticarte a ti misma por tu aspecto físico o culpabilizarte por alguna violencia machista que viviste.
El machismo está tan metido en nuestra forma de pensar el mundo y las relaciones sociales que las mismas mujeres replican el pensamiento que las violenta diariamente. Algunas feministas han optado por llamar a este fenómeno “misoginia interiorizada”.
¿Qué es?
La misoginia hace referencia al odio hacia las mujeres por el simple hecho de ser mujeres; este odio implica la aversión explícita hacia las mujeres, violencia, desvalorización y cosificación hacia las mujeres, pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de misoginia interiorizada?
Lee: Micromachismos, la violencia que no cesa en las relaciones de pareja
La misoginia interiorizada es, de acuerdo con el sitio web FemMón, “la misoginia que no se manifiesta directa, sino la cual nos hace juzgar a las mujeres desde una perspectiva cruel y machista”.
La misoginia es una conducta aprendida; todos y todas crecemos aprendiendo lo que hay en nuestro alrededor. Así fue como aprendimos que a las muejeres con una vida sexual activa se les llama “zorras”, así aprendímos qué roles nos tocaba a partir del sexo con el que nacimos y establecemos relaciones como “niña es igual a rosa y barbies” y “niño es igual a azul y carritos”.
¿Cómo combatir la misoginia interiorizada?
“La misoginia interiorizada es uno de los valores patriarcales más difíciles de quitarse de encima. En definitiva, desde la sociedad machista en la que todos hemos crecido se nos muestra a la mujer como aquello que observar, y por tanto, aquello de lo que podemos opinar con libertad. Y así lo hacemos, criticamos su cuerpo, sus decisiones, sus relaciones, su pasado, su ropa… TODO.”, explican en el sitio web FemMón.
Combatirla se complica en contextos donde los medios de comunicación y la educación la replican y refuerzan día con día. La misoginia interiorizada puede demostrarse hasta en los comentarios más simples y aparentemente inofensivos, como “el que llegue al último es niña”, como si ser niña fuese una razón para avergonzarse, o en frases como “yo soy más de tener puros amigos hombres”, frase que busca instaurar una figura de poder al crear una especie de pacto en relación con los hombres y dando la espalda a las relaciones de amistad con otras mujeres.
Lee: No son micro. Machismos cotidianos
Para combatir o mitigar la misoginia interiorizada no existe una receta secreta, pero informarte sobre violencia de género, feminismo, replantearte tu existencia en el mundo a partir de tu género puede ser un avance.
La deconstrucción del pensamiento misógino es un proceso; ser conscientes de la existencia y el impacto de la misoginia interiorizada puede ser el primer paso para mitigarla.
Con información de: FemMon