México tiene un índice alarmantemente alto en materia de violaciones a derechos humanos, pero no sólo eso, existe un problema grave y poco reconocido que es la violencia que se ejerce hacia las mujeres defensoras de derechos humanos. En nuestra cotidianidad, cuando se mencionan a defensores, es fácil imaginar que sólo los hombres hacen esta labor, cuando la realidad es que son, en conjunto, las mujeres y hombres quienes hacen esta defensa, siendo esto una actividad muy importante en la sociedad.
“Cuando hablamos de derechos humanos, nos referimos a unos derechos que si bien teóricamente han incluido tanto a hombres como a mujeres, en la práctica, bajo su máscara de supuesta neutralidad, han excluido indefectiblemente a las mujeres” (Marysa Navarro, Los derechos humanos de las mujeres, 1994 pág. 217)
La defensoría de los derechos humanos es primordial, sin embargo existen prejuicios alrededor de las personas que lo llevan a cabo, más aún cuando hablamos de “defensoras”, pues los estigmas y la crítica son más grandes. Dicha situación nos lleva a la identificación de diferentes tipos de violencias políticas y sociales.
Mujeres defensoras
Las mujeres defensoras sufren violencia que abarca distintas formas: sexual, sexista, física; donde la misoginia gobierna este tipo de agresiones. Esto se debe a la exclusión del ámbito público, que es propio del sistema patriarcal, ya que se creía/cree que las mujeres deben encargarse de los cuidados de las familias, el cual es propio del ámbito privado.
Pero ¿qué sucede con las mujeres cuando su esposo está desaparecido? ¿cuando su hijo es reclutado por el crimen organizado?, ¿cuando su hija es víctima de feminicidio o cuando necesita proteger la tierra de su comunidad? En estos casos, algunas de estas mujeres, madres, abuelas, hermanas, ciudadanas, no se quedan inmóviles y se organizan para buscar justicia hacia las causas que les ocupan.
Sabemos que en una cultura de corte patriarcal las voces de las mujeres son poco escuchadas; las diferentes demandas surgidas de ellas tienen menor validez debido a los estigmas colocados a las mujeres que devienen de los roles y estereotipos asignados socialmente; tales como: ser una mala madre por descuidar a su familia en caso de organizarse en pro de causas de justicia social, que incluso se puede ligar a que no es adecuado para una “buena mujer” el enojarse y exigir reparaciones de daños a ellas, a sus familias, o a su comunidad.
Cuando una mujer decide defender una causa para hacer valer sus derechos humanos o los de otra persona, y toma la decisión de alzar la voz y demandar justicia, sus acciones se convierten en armas de lucha que reivindican su condición de discriminación de género, teniendo así un reconocimiento político ante las injusticias que vive.
Tener una postura política en derechos humanos no se ve igual para hombres y para mujeres, porque se ejerce un rol que las saca del espacio privado, aquel conferido a los hogares, al trabajo de cuidado, por lo que las mujeres son violentadas en todo su camino de lucha, ya que se les considera desviadas, anormales o locas; reforzando estereotipos y roles de género, lo cual tiene consecuencias negativas y barreras en este ejercicio político.
Estas dificultades derivan en agresiones y ataques que en casos extremos se convierten en feminicidios. Es de destacar el dato de que existe más vulnerabilidad cuando se defienden derechos sexuales y reproductivos y la protección de territorios. ¿A qué se debe esto? La respuesta se encuentra en la corporalidad como un mecanismo de resistencia ante este sistema, que no sólo las violenta, las cansa, las enferma y las asesina, su cuerpo es última arma ante la lucha sin fin.
Ser defensora de derechos humanos es un ejercicio que se hace desde el corazón, es una historia que debe ser escuchada, es un acto de memoria, es un antecedente, pero sobre todo es una forma de vida para miles de mujeres que luchan por acceso a servicios de salud, por justicia ante familiares que desaparecen o que son víctimas de homicidio y feminicidio, un ejercicio sumamente desgastante que somete sus cuerpas a una alerta interminable .
Cuando hablemos de defensoras de derechos humanos, detengámonos un momento para conocer su historia y reconocer su lucha. Sin duda, podremos entender el importante trabajo que aportan a una sociedad que aspira a tener mejores condiciones de igualdad entre las personas.
Dedicado a las mujeres que reconocen el poder que poseen sus cuerpas, las que ponen su cuerpa en la batalla, las que luchan por un reconocimiento de sus derechos y a las mujeres que fallecieron por defenderlos.
Sobre las autoras:
Tania Lizbeth Meléndez Elizalde
Twitter: @MelendezTania20
Socióloga, maestra y candidata a doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Docente en la carrera de Sociología en la FES Aragón UNAM. Líneas de investigación: sociología de la familia, sociología de la religión, perspectiva de género, cambio social y cultura.
Bianca Pérez Espinoza
Twitter: @Biancape12
Psicóloga por la Facultad de Psicología de la UNAM y estudiante de Sociología en la FES Aragón UNAM. Interesada en temas de perspectiva de género, psicología y sociología de las emociones. Actualmente desempeña prácticas en el Programa de Atención Psicológica a Distancia vía telefónica de la UNAM.