En su discurso por el segundo año de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador se notaba complacido al mencionar que los delitos patrimoniales disminuyeron, destacando cifras relacionadas con robo a casa habitación en un 23%, robo a transeúnte en 23%, asalto a negocios 15%, robo a transportistas 26%, asalto en transporte colectivo 42%, robo de vehículos 35%.
Pero les propongo detenernos un momento a reflexionar sobre el contexto. Con la llegada del SARS-CoV-2 a México, a que a partir de abril hubo menos personas en la calle, entonces esto explicaría que disminuyeran los delitos simplemente porque no había a quien robarle en las avenidas y no porque el gobierno estuviera implementando una estrategia de seguridad eficiente.
¿Recuerdan cuando en marzo, ante la caída internacional de los precios del petróleo el presidente de México aseguró que su gobierno “tomó la decisión de bajar los precios de las gasolinas”? Algo similar intenta hacer al atribuirse el mérito de la reducción de los porcentajes en los diferentes delitos. Parece que se le está haciendo costumbre tomar a las variables exógenas como las claves principales para acertar en su mandato.
Sobre los feminicidios y la violencia vs las mujeres
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Aunque, reconoció que los feminicidios han aumentado en 8.9%. Sobre este punto, también podemos profundizar en el entorno de las mexicanas durante este 2020. Se tienen registros del 911, en los que se menciona que incrementaron el 4% tanto las denuncias presentadas por violencia contra la mujer y las denuncias por violencia familiar. Lo cual la Data-Pop Alliance conformada por Harvard Humanitarian Initiative, MIT Connection Science, and Overseas Development Institute atribuyeron en mayor medida al confinamiento por el COVID-19.
Si tomamos en cuenta lo expuesto por el presidente de México cuando en su discurso señaló que en su gobierno: “Se demuestra que nos mueve una convicción de justicia… priorizamos el respeto a la vida”. Y lo que señaló el Secretario General de la Organización de Naciones Unidas, Antonio Guterres, respecto a que “Mujeres encerradas, en confinamiento por el COVID-19 sufren violencia donde deberían estar más seguras: en sus hogares (…) ya que experimentan violencia de pareja íntima, y/o violencia sexual, lo que deviene en consecuencias dañinas y de largo plazo en la salud física y psicológica”. Me pregunto: ¿En serio?, ¿Es justo estar confinadas junto a sus agresores? ¿Es justo que quienes tienen que cuidar a las infancias y las juventudes sean quienes las agredan? ¡Vaya formas de priorizar el respeto a la vida!
*Adriana Diego Hernández es economista (UAM-X), Maestra en Gobierno y Asuntos Públicos (FLACSO) Subdirectora de Innovación y Mejora (IECM)