El 80 por ciento de las niñas de 13 años han alterado las fotografías que publican de sí mismas en sus redes sociales, según un estudio realizado por Dove. 

“Vivimos en una cultura gordofobia que ha oprimido a nuestros cuerpos y normalizado la discriminación de coporalidades gordas”, explicó María Eugenia, nutrióloga anti-dietas con enfoque en alimentación intuitiva, alimentación consciente plena, salud en todas las tallas y confianza corporal, en entrevista para La Cadera de Eva. 

“Los cuerpos gordos son malos” 

En la vida social y cotidiana es común escuchar comentarios relacionados con los cuerpos gordos en un contexto chistoso, “divertido”, o de crítica, afirmó la nutrióloga, sin importar hacerlo frente a las infancias y adolescencias. También puede ser común escuchar estos comentarios en el hogar por parte de los padres, así como, escuchar sobre restricciones alimentarias, dietas o productos milagro; con un rechazo a corporalidades diversas.  

“Crecemos pensando que ser gordo es lo peor que nos puede pasar en la vida”, expresó María Eugenia, “y entendemos a una persona gorda como algo malo; como una persona floja, sin control, sin autocuidado, menos productiva o incapaz de hacer ciertas actividades”.

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El sueño de la delgadez 

Por ejemplo, en películas animadas o infantiles es común que las personas gordas sean los villanos, los “bobos” o las personas rechazadas; sin embargo, una persona delgada se presenta como sinónimo de disciplina, de ser capaz, productiva, activa, saludable, incluso valiosa y bella, sostuvo la experta anti-dietas. 

Asimismo, se incorpora la idea de felicidad; entonces, una persona delgada siempre va a ser exitosa, delgada y feliz, explicó Maria Eugenia, pero una persona gorda difícilmente lo será con un cuerpo así, provocando que las infancias crezcan con miedo y preocupación, desde edades cada vez más tempranas, por su corporalidad. 

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El impacto de la gordofobia 

Estas creencias alimenticias tienen un impacto importante en la salud física, mental y emocional de los niños y niñas, que puede comenzar con conductas alimentarias de riesgo como atracones, vómitos, ejercicio en exceso, comer menos cantidades, hasta un trastorno de la conducta alimentaria, explicó la nutrióloga. En la parte emocional puede afectar la autoestima, la libertad, la vergüenza, frustración o vivir con culpas. 

“Por esta razón debemos empezar por criar a infancias más seguras de sus cuerpos”, dijo María Eugenia, “enseñar sobre diversidad corporal y fortalecer la autoestima para que en caso de estar expuestos a la cultura de las dietas no sean tan vulnerables”. También afirmó que jamás hay que alabar a la delgadez, o jerarquizar el valor de una persona por su cuerpo. 

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La nutrióloga incentiva que aprendamos a respetar la sabiduría innata con la que todos nacemos y permitir que nuestra intuición nos indique las cantidades de alimento que necesitamos; en caso de los niños y las niñas, entender que tienen picos de crecimiento donde de repente habrá momentos con mucha hambre y momentos donde disminuya.

Por último, recomendó  ampliar el universo de comida en los hogares para que las infancias aprendan a comer sin tener alimentos prohibidos, no jerarquizar o clasificar los alimentos como buenos y malos, crear hábitos desde las preferencias, gustos e intereses, y, respetar los momentos de crecimiento junto con sus variaciones. 

“Creo que ningún niño o niña debe ir al nutriólogo para bajar de peso o tener una dieta, únicamente lo recomiendo si asisten por algún problema de salud específico; porque se trata de criar a infancias que aprendan que valen por muchas más cosas que por su cuerpo”.