En la actualidad la cultura de la cancelación y los escraches se han vuelto parte del día a día, no sólo dentro del feminismo sino también en otros espacios de organización social y política. 

Las academicas Valeria Angola, Amalín Ramos, Ana Velázquez, Siobhan Guerrero, Alin Peralta, Guadalupe Felipe junto a Círcula feminista han entablado una mesa de diálogo donde plantearon diversas reflexiones acerca la cultura de la cancelación desde una perspectiva antiracista, feminista, antipunitivista y transactivista. 

Ana Velázquez, abogada experta en temas de género y derechos humanos, explica que hoy en día la necesidad de buscar  “sistemas alternos y autogestionados de denuncias e incluso de sanciones” nace de la negación por parte de las instituciones del Estado, centros de trabajo e instituciones educativas. Es decir, a las víctimas de violencia se les niega denunciar o se les somete a procesos administrativos o penales que parecen desestimar, minimizar, revictimizar y no incentivar la denuncia de las violencias cometidas. 

¿Qué es la cultura de la cancelación? 

Ana Velázquez al escrache lo define como “un término que implica poner en descubierto a alguien en su lugar de trabajo o  en su espacio social a quien es considerado como responsable de cometer algún delito que aún está impune”.

Menciona que “el escrache se presenta como una forma de protesta popular y política cuya naturaleza es el ritual de humillación pública que produce sufrimiento o daño a una persona”

En la actualidad, el escrache se ha presentado como una alternativa autogestionada para denunciar, sin embargo, también se ha vuelto una sanción para quienes son denunciados en tendederos virtuales y físicos como respuesta ante la violencia contra las mujeres en espacios públicos y privados. Esta práctica también se ha posicionado como una forma de arrancar el poder de las instituciones respecto a la ejecución y determinación de las sanciones establecidas para castigar a los agresores. 

Por otro lado, la cancelación se entiende como “el rechazo, expulsión de grupos sociales, redes sociales e incluso espacios laborales y en términos generales como un repudio de una persona como tal.  Esta cancelación no sólo es hacia los actos de violencia cometidos  sino a la persona en sí misma”. 

Es decir, no se señala que la persona cometió un mal acto, sino que se señala que la persona es mala y se reprueba a la persona en general.

Sin embargo, la abogada expone que estas prácticas tienen una naturaleza punitiva como sanción social. Es decir, ambas prácticas funcionan como un mecanismo de castigo ante actos de violencia de género. La diferencia radica en que el escacrache visto desde una perspectiva feminista, se ha conertido también en una manera de significar la digna rabia y dar paso a la sanacion de las mujeres que denuncian. 

¿Cuáles son los riesgos de activar estas vías de denuncia?

Valeria Angola, activista antirracista, participante activa del colectivo Afrontera y miembra del podcast Afrochingonas expone que desde su experiencia ha vivido el dolor de la cancelación como víctima de esta práctica. 

“La cultura de la cancelación está destruyendo los procesos y organización de los movimientos sociales, tenemos que encontrar otras maneras de resolver los conflictos internos” menciona Valeria.
 

La activista reflexiona sobre si realmente hay consecuencias con la cancelación de personas que se encuentran en posiciones de poder; por ejemplo, si algún político comete algún acto de discrimnación o de violencia contra algún grupo históricamente vulnerable, realmente las repercusiones sobre su estatus de poder no cambian, solo se le quita de la mirada pública. 

Por otro lado, explica que existen dos niveles respecto a esta cultura: los espacios públicos y los privados. Los espacios públicos son donde la humillación dentro de los espacios a los que pertenece la persona agresora se evidencia mediante la denuncia de la violencia cometida; estos espacios pueden ser digitales o físicos. Aquí es donde la cancelación es visible en redes sociales, principalmente. En el ámbito privado se puede visibilizar la cancelación mediante el chisme y el rumor, es decir mediante la circulación de información a través de indirectas o suposiciones que señalan a la persona agresora y a quienes rodean a esa persona. 

“El chisme es muy destructivo, la información que circula causa una fragmentación interna en la organización política de espacios colectivos” afirma la activista antirracista.

Durante el foro se señaló constantemente que el escrache y la cancelación se han convertido en prácticas dañinas ya que no hay una crítica de estas formas que evidencian la violencia de género; señalan que las redes sociales han sido parte fundamental de la explotación de estas herramientas. 

Las redes de mujeres salvan vidas 

Los tendederos de denuncias en los centros educativos han sido la muestra más evidente sobre lo que es el escrache. Según señalan Guadalupe Felipe y Alin Peralta, integrantes del Comité Feminista de la Universidad Autónoma Metropolitana, en el ámbito universitario las mujeres organizadas han visto la necesidad de hablar sobre las vivencias de violencia dentro de los centros educativos. 

El comité ha identificado tres ejes de acción respecto a la violencia contra las mujeres cometida en estos espacios: la sensibilización, visibilización y denuncia. Se ha buscado incentivar a las víctimas y sobrevivientes de violencia a denunciar de manera institucional; pero a pesar de la realización de protocolos e intentar concientizar a la comunidad universitaria, señalan que a las instituciones no les interesa las violencias que atraviesan a las mujeres. 

“La creación de protocolos y talleres no son suficientes ante el sistema y quienes lo integran siguen existiendo en una dinámica machista y patriarcal; por eso la justicia no llega. Además, no todas tenemos la misma definición de la justicia, por ello los tendederos son una forma de recuperar procesos de sanación ante la violencia” afirma Guadalupe Felipe. 

“La denuncia (formal o no) funciona como un espacio donde las mujeres se sienten escuchadas. Es materializar las redes de mujeres que salvan vidas. Esto anima a otras mujeres a reflexionar sobre lo que es justicia y se rompe el mito de que las mujeres debemos estar separadas” mencionan las integrantes del Comité Feminista de la Universidad Autónoma Metropolitana.

Otra de las situaciones que se dan con el escrache es que este permite visibilizar otras formas de violencia que no son consideradas en protocolos de acción. Además, es una forma de evidenciar la criminalización de las instituciones contra mujeres organizadas, pues en muchos casos se ha ponderado el estatus de las escuelas ante la garantía de un espacio seguro para las mujeres pertenecientes a dichas instituciones educativas. 

¿Qué sigue después del escrache? 

El foro explica que cuando existe una acción por parte del agresor no basta con reeducación, sino que los agresores deben confrontar la responsabilidad de las violencia ejercidas. Es por ello que se apuesta por una justicia restaurativa que incentiva a la reparación de daño ocasionado a la víctima y a la no repetición de los actos de violencia hacía con otras personas. Sin embargo, señalan que aún “no hay terreno fértil” para este tipo de justicia, ya que el papel de las redes sociales se ha encargado de minimizar o negar las violencias contra las mujeres. 

La académica trans Siobhan Guerrero mencionó la importancia de “reconocer la violencia en lo individual y en colectivo atendiendo las realidades de las personas”, ya que la cultura de la cancelación no atiende la vulnerabilidad de la dignidad de las personas que han sido canceladas. Señala que esto ha provocado que “la gente se escude en la cancelación para no asumir la responsabilidad sobre las violencias ejercidas, las personas usan la cancelación para evadir”. 

Ante esto, la abogada colombiana experta en derechos humanos, Amalín Ramos expone que en situaciones de denuncia hay que analizar tres dimensiones: la de la persona denunciante, la persona agresora y las personas que las rodean. Esto en función de identificar el contexto histórico, social, cultural, económico en el que se encuentran estas personas, es decir, analizar lasitucación desde la interseccionalidad ; con ello dar legitimidad del reclamo y busca la efectividad de reclamo así como de las consecuencias y resoluciones que se darán ante la violencia cometida.