En la historia del muralismo no sólo existe Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros; ni la presencia femenina en el arte se reduce a Frida Kahlo, también está María Izquierdo, la primera mujer mexicana en exponer fuera del país, originaria de San Juan de los Lagos, Jalisco (1902-955).
Los abusos que vivió en su historia familiar, fue casada de niña y después se divorció; también se replicaron en su vida profesional. El gobierno le había encargado una pintura al fresco, donde mostrara la historia y progreso de la ciudad. En su obra, destacaban mujeres.
María comenzó a pintar desde los 20 años. Los protagonistas de sus pinturas suelen ser mujeres, no madres ni alegorías del patriotismo. Fue alumna de Diego Riviera. Una de sus obras destacables es Sueño y presentimiento, tras tener un extraño.
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En la obra, María sostenía su propia cabeza cortada en la ventana y sus largos cabellos se enredaban en las ramas y raíces de los árboles que crecían en el exterior. Mientras tanto, su propio cuerpo, junto con otros cuerpos decapitados, escapaba sin cabeza en un paisaje metafísico con aires al estilo de Chirico, una de sus influencias pictóricas.
María ya tenía construidos andamios, había adquirido materiales y contratado a sus ayudantes para preparar los bosquejos. Tres meses después le cancelaron su obra. La razón fue que los muralistas, Rivera y Siqueiros, consideraban que “estaba poco ejercitada en la práctica del fresco por lo que preferían cambiarla a otro edificio de menso importancia”.
Los murales sugirieron que su pintura debía estar en una escuela o mercado, los lugares donde pintaban las mujeres. Tal acto deprimió a Izquierdo, murió años después.
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En 1929 tuvo su primera muestra individual, un año después estuvo en el Arts Center de Nueva York, viajó por Sudámerica, expuso en decenas de ciudades, colaboró como columnista con Excélsior y la revista Hoy.
Con el tiempo se distanció de los muralistas Rivera, Siqueiros y Orozco, a quienes señaló de ejercer un “monopolio agotador”: “Los ‘tres grandes’ tienen bajo su control toda la producción mural mexicana y dictaminarán, desde su omnímoda posición, quién sirve y quién no sirve para pintar murales”, escribió en 1947, en un artículo que tituló La Izquierdo contra los tres grandes.
El mural que debió ser
El mural que debió ser, en Oaxaca de Juárez
El mural encargado a María Izquierdo no fue pintando en ningún lugar, en remembranza un grupo de mujeres lo llevó a la calle de Aldama 222, en el barrio de Jalatlaco, en Oaxaca de Juárez.
El mural fue pintando por más de 110 mujeres, fue titulado como El mural que debió ser. La obra es una recreación y protesta.
El proyecto fue dirigido por Dea López, estudiante de Arte Contemporáneo, “Me enojé y pensé: ¿por qué no se ha hecho ya este mural?”, dijo para El País; con la artista Cassandra Méndez recorrieron las calles de Jalatlaco tocando a los vecinos, buscando quien les donara un muro, hasta que lo encontraron.
El mural de Izquierdo debía ocupar 154,86 metros cuadrados y tenía un costo de 34 mil 843 pesos. La nueva versión tiene 45 y ha costado 8mil. Ahora en vez de dos manos, lo pintaron cientos. En la pintura se eliminaron las figuras de los hombres que Izquierdo sí había incluido en sus bocetos.
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