Si usted tiene la curiosidad de conocer algunas de las miserias del sistema de salud pública. Embarácese. El siguiente texto será un vistazo desde cierto privilegio. Una mirada “clasemediera” y algo superficial -porque podría ser mucho, mucho peor- pero no por ello menos educativa.

Entonces, embarácese. Sienta usted una incomodidad que a ratos se parece a la angustia por dar la noticia a su jefe, pero dígaselo de todos modos. Este paso es fundamental, porque si le despiden no podrá hacer este interesante experimento sociológico.

Por razones que le explicaré más adelante, procure estar al corriente de sus impuestos, de votar, de respetar la ley, no pasarse los altos y ser una vecina con la que se puede convivir razonablemente.

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La inversión del tiempo

Saque una cita pero despeje toda su mañana o toda su tarde, porque estará un buen rato en la clínica. Dato: si su médico familiar es hombre, la experiencia será cuánto más enriquecedora, aunque esto no está dentro de su control.

Cuando le pregunte por qué vino a consulta cuéntele de su embarazo y escúchelo decir que vaya si ha tardado usted en decidirse a ser madre, que con 35 años ya es un embarazo de riesgo, y que se ve usted mejor “de castaña”, como en la foto de su cartilla de salud, que se tomó cuando tenía 19 años.

Tome la tarjeta de cartón que le proporcionarán para que cada departamento de la clínica le ponga un sello. Si sigue usted el orden, pasará primero a Estomatología, en donde lo primero que hará el odontólogo de turno será regalarle un cepillo de dientes infantil. No es para cuando nazca su retoño, es para usted. “De adulto no tenemos”, le explicará, mientras lee la tarjeta. “Viene usted por embarazo, ok le toca su aplicación de flúor, pero no hay”. Esto le ahorrará valiosos minutos, así que ya tiene usted su primer sello.

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La duplicidad de datos

Le toca ir a Trabajo Social.  Allí le preguntarán todo lo que ya está en su expediente, pero lo anotarán de nuevo en otro sitio, así tendrán dos informaciones iguales, que nunca está de más.

La trabajadora social le explicará que tendría usted que venir a un curso sobre maternidad, pero por la contingencia sanitaria le darán una explicación individual en ese momento. Escuchará a la señorita repetirle el contenido de unos 30 o 40 rotafolios y le dará una lista de unos ocho o nueve documentos que debe traer en el clímax de su embarazo para que el IMSS le deposite a su cuenta de banco lo que le corresponde por la licencia de maternidad.

¿No tiene comprobante de domicilio a su nombre? “Híjole, lo bueno que está usted a buen tiempo de conseguir uno porque sí, sí se lo piden”. Angústiese un poquito, pero no mucho, porque la señorita tiene razón, ya habrá tiempo para eso.

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Lo que diga el sistema no importa

Luego pase usted a Medicina Preventiva. Ahí le dirán que la cartilla sanitaria con la que la llevan atendiendo toda la tarde no se la pueden admitir ahí porque está muy desactualizada. Explíqueles que ya actualizó su información por internet y el sistema le mandó a esta clínica, por eso está usted allí. Le contestarán que “lo que diga el sistema no importa, lo que importa es lo que anotamos en la cartilla”. 

Le dirán que es de la mayor importancia que le apliquen la vacuna de la influenza, “nada más que ahorita no hay”, y con algo de suerte le darán un teléfono para que llame diario y pregunte cuándo va a llegar la vacuna. Luego le informarán que cuando cumpla la semana 20 le deben poner otra vacuna, pero “tampoco la tenemos”. Para entonces ya llevará usted ahí unos diez minutos de su vida que nunca recuperará y es muy posible que se le salga un “¡bueno, aquí no tienen nada!”, le explicarán que debido a la pandemia, los recursos “se están canalizando a otras prioridades”.

Así que se tendrá que ir directo a la siguiente parada: Nutrición. Aquí la cosa será más fluida. “La nutrióloga solo está de 9 a 1”. Si quiere, explíqueles que usted se anotó en el turno vespertino, que por la mañana trabaja  y no puede venir. “Es que la nutrióloga solo está de 9 a 1”, escuchará de nuevo. Mi consejo: déjelo, coma sus verduras y lo del sello resuélvalo en otra ocasión, porque le van a contestar lo mismo.

Ya casi termina. Solo falta pasar por la farmacia a recoger las medicinas que le mandó el médico familiar. Ahí espere usted por lo menos otra media hora. Igual le van a decir que de lo que viene en la receta solo hay la mitad.

El final, la conferencia del presidente

 ¡Ha terminado por hoy! Ahora vaya a su casa y descanse. ¿Recuerda lo que le dije sobre pagar los impuestos y ser una buena ciudadana? Bien. Con eso en mente dedique una hora al día siguiente a ver las noticias y si tiene tiempo de ver la mañanera del presidente ¡tanto mejor! Eso sí, cuidado con las expectativas. Ahora escuche bien al señor presidente, que ni se ha embarazado ni se embarazará, hablar de lo que de verdad importa, que es el pasquín inmundo de por allí, o sus adversarios de por allá. Luego pasarán a hablar el secretario de Salud, que de embarazos tampoco tiene experiencia, y luego el “subse”, otro ajeno a la maternidad. Ellos repetirán un buen rato lo que llevan repitiendo desde hace siete meses y que el sistema de salud ya estaba quebrado desde hace mucho tiempo. Puede que después el presidente tome de nuevo la palabra para decir que todo o parte de lo que acaban de decir sus secretarios no es cierto. Qué le vamos a hacer.

Si todavía no siente que se le desliza la dignidad por una resbaladilla figurativa, entérese de, por ejemplo, cuánto se va a gastar el Estado en preguntarle al pueblo si hay que encarcelar a ciertas personas de algunas cosas del pasado. Ya en este punto si quiere hacer cuentas y compararlo con lo que costaría comprar flúor para las clínicas del IMSS, hágalo bajo su propio riesgo.

Repita este procedimiento una vez por mes hasta que dé a luz. Llegado ese momento, si gusta, le invito a hacer más experimentos sociológicos.

*ANA GABRIELA JIMÉNEZ CUBRÍA es comunicóloga y periodista por la Universidad Iberoamericana. Es maestra en Estudios de Género por la Universidad Autónoma de Madrid y ha sido tallerista y conferencista sobre temas de género y feminismo. Se ha especializado en periodismo económico con especial interés en la brecha económica entre hombres y mujeres. Actualmente estudia la maestría en Periodismo y Políticas Públicas del CIDE. 

Twitter: @delmargaviota