“Ahora somos nosotras las que tenemos voz, somos nosotras la que tenemos el poder”, dice Jamie Dantzscher, exintegrante del equipo olímpico, frente a un tribunal de Estados Unidos mientras mira de frente a Larry Nassar, su abusador. Tras ese testimonio, desfilaron cientos más. Algunos, también, desfilan frente a nuestra pantalla durante el documental Atleta A de Netflix.
Para encabezar este texto podría haber elegido otros testimonios, frases fuertes, dolorosas y contundentes como:
“A las niñas las abusan y maltratan por años. Cuando llegan a ser adultas la línea entre el entrenamiento duro y el abuso infantil se vuelve borrosa”
Jamie Dantzscher
“Cuando conocí a Larry Nassar era chica, me hizo un examen físico y me desnudó por completo. Y yo pensé que eso era… normal”.
Sin embargo, la figura de recuperar la voz es poderosa -no por no haberla tenido antes, sino por no haber sido escuchadas, atendidas, protegidas-, y que el poder cambie de bando es casi una declaración de esperanza.
Durante más de dos décadas Larry Nassar, exmédico deportivo, abusó sexualmente de, al menos, quinientas gimnastas menores de edad. En 1997 fueron las primeras denuncias por parte de gimnastas de la MSU a quienes los entrenadores, cercanos a Nassar, convencieron de que habían “malinterpretado las cosas”. De esa fecha hasta el 2018, las denuncias y quejas siguieron acumulándose, pero nadie escuchó.
La muerte anunciada cuando se sube un documental a Netflix
Una de las ventajas de nuestro mundo hiperconectado, posmoderno y millenial es que la viralización de un contenido multimedial puede generar, casi por arte de magia, la movilización de todo un sistema judicial. No valen las denuncias, las investigaciones periodísticas o el camino de la justicia -o de la burocracia-, pero si Netflix sube un documental, es probable que todos nos asombramos ante la crónica de una muerte anunciada, denunciada y publicada. Un refrito, pues. Como el día que el mundo ardió de indignación al ver la historia contada por las víctimas del abusador Michael Jackson. ¿No lo sabíamos desde hace años? Sí, pero HBO se llevó los aplausos.
Independientemente de las discusiones éticas que puede conllevar el papel de estos gigantes del streaming, vale la pena aprovechar la oportunidad de amplificar la voz, de llegar a otros públicos, de que las historias de las mujeres se nos metan hasta por las orejas, a ver si de una vez y para siempre se logra romper la indiferencia cómplice que opera desde lo más profundo del sistema para perpetuar los abusos, inequidades y violencias que se ejercen contra nosotras.
Hoy no es difícil encontrar titulares que describen a Nassar como un monstruo, pero es una trampa. Repito: ¡Es una trampa! Nassar es tan monstruo como la cadena de responsables que permitió y encubrió los abusos. Los monstruos, de hecho, sólo existen en los cuentos de hadas, en donde buenos y malos desatan una lucha incansable. En la vida real, los Larrys Nassares no son lobos solitarios irracionales. Si ese fuera el caso, encontrarían pronto un punto final a sus abusos a través de las instituciones o la justicia.
Larry Nassar
Los Larrys Nassares de este mundo existen porque un sistema entero los respalda, porque cuestionar a las víctimas es regla y no excepción, porque el extremo más terrible de la cosificación que vivimos desde que tenemos uso de conciencia es la violación o el feminicidio.
La jueza Rosemarie Aquilina condenó a Larry Nassar con una pena de 40 a 175 años de prisión sumada a otra de 60 años por delitos de pornografía infantil. Ciento cincuenta y seis mujeres rindieron su testimonio en un juzgado de Michigan, mientras su abusador miraba para abajo y se restregaba las manos. Contar lo que pasó fue, para las supervivientes, otra forma de justicia.
Ahora bien, después de la sensación de alivio que nos invade al enterarnos de que el abusador morirá tras las rejas, la indignación vuelve. O debería. Porque, aunque Larry Nassar está preso, el sistema que lo permitió y encubrió sigue ahí; intacto e impune.
En lo que va del año en México se abrieron 22, 072 carpetas de investigación por delitos contra la seguridad y la libertad sexual: si hiciéramos una hora de documental por cada caso tardaríamos más de dos años en verlo completo.
*Luciana Weiner feminista de corazón, también es periodista del CIDE, colabora en ADN 40, escribe para La Razón y La Cadera de Eva.