La vida poco a poco está volviendo a su normalidad y el confinamiento para muchas personas está llegando a su fin. Aunque la pandemia por covid-19 ha disminuido la severidad con la que ataca a la población, existe otra pandemia que, por el contrario, se ha agravado. Se trata de la violencia de género.
Las mujeres no están seguras dentro ni fuera de sus hogares, el retorno a las actividades laborales y escolares presenciales representa un reto para muchas mujeres. Este es el caso de Karla, una jóven de la Ciudad de México que no se siente segura estando en las calles.
“Estamos en semáforo verde, pero a mi me sigue dando mucho miedo salir a la calle”, dijo Karla en entrevista para La Cadera de Eva.
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Antes de la pandemia Karla atravesó un hecho traumático que aún no supera, rumbo a la universidad un par de hombres intentaron secuestrarla. “Iba caminando hacia el metro cuando dos sujetos se bajaron de su carro y forcejearon conmigo para subirme al carro. Yo grité muchísimo y unas personas salieron de su casa justo en ese momento, creo que fue por eso que ya no quisieron hacerme nada y como me aventaron para salir de allí, para huir”, cuenta la joven.
“Sé lo grave que es una cosa así, sé que muchas de las mujeres que secuestran terminan asesinadas, terminan siendo explotadas sexualmente o cosas peores, también sé que la justicia es muy ineficiente y que ese pudo haber sido el fin de mi vida. Pensar en todo eso me abruma, me causa terror”, agregó.
El síndrome de estrés postraumático
Tras ese evento Karla desarrolló un trastorno de estrés postraumático que le impidió vivir su vida con normalidad, especialmente por el miedo que le provocaba salir de su casa. “Hubo muchas veces en las que yo salía a la calle y tenía ataques de pánico, desarrollé una ansiedad muy fea al estar en la calle, había veces en las que corría y lloraba hasta sentirme en un lugar más seguro. Tuve que ir a terapia para trabajarlo”, dijo.
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De acuerdo con expertos en psicología, la violencia puede generar problemas de autoestima, sentimientos de vergüenza, culpabilidad, y constituye un factor de riesgo para el desarrollo de diversos trastornos como el trastorno por estrés postraumático (TEPT), trastornos depresivos, de ansiedad, alimentarios, del sueño, disociativos, disfunciones sexuales y abuso de sustancias.
El trastorno de estrés postraumático es una condición sufrida después de un evento violento o que supone una pérdida grande, que se caracteriza por el miedo y estrés constante aunque el peligro ya haya pasado. Diversas investigaciones señalan que el TEPT es el trastorno más frecuentemente desarrollado por las víctimas de violencia de género.
“Me da miedo estar en la calle, no me siento lista para regresar a la vida de antes”
Según el testimonio de Karla, el regreso a las actividades presenciales es particularmente difícil para ella, ya que el confinamiento disminuyó sus ataques de pánico en la calle, debido a que no salía con frecuencia de casa.
“Ahora que regresamos a las actividades presenciales me da miedo que regrese el pánico y la ansiedad. Me da miedo estar en la calle, no me siento lista para regresar a la vida de antes”, declaró.
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El miedo de Karla es el miedo de muchas mujeres que se enfrentan cotidianamente a la violencia de género en el espacio público, según información de ONU Mujeres el acoso sexual y otras formas de violencia sexual en los espacios públicos, tanto en entornos urbanos como rurales, son un problema cotidiano al que se enfrentan las mujeres y niñas en todos los países del mundo.
“Las mujeres y niñas sufren y temen diferentes tipos de violencia sexual en espacios públicos, desde comentarios y gestos desagradables de índole sexual hasta la violación y el feminicidio [...] Esta realidad reduce la libertad de circulación de las mujeres y niñas. Limita su capacidad de participar en la educación, el trabajo y la vida pública. Dificulta su acceso a servicios esenciales y el disfrute de actividades culturales y recreativas, afectando negativamente a su salud y su bienestar”, señala la ONU.