“Yo tenía 14 años cuando mi madre y abuela anunciaron que yo iba a tener recortado mi clítoris, mis labios majora y mis labios menores. Ellas dijeron que si yo me resistía, sería un cobarde. En mi cultura, la peor cosa que pueden llamarle es cobarde”
Agnes Pareyio, creció como una muchacha Maasai en Kenia en los años 60 y 70. En algún punto de su infancia, se dio cuenta que había un ritual para “convertirse en mujer”. En el ritual, una anciana usa un instrumento desafilado para mutilar la vulva.
Por lo general, una muchacha es mutilada como preparación para un matrimonio temprano. Agnes explica que, si las muchachas fueran a la escuela y no estuvieran casadas (y mutiladas) en una edad joven, ellas serían capaces de ganar dinero y apoyar a su familia.
“Era parte de la primera generación de muchachas Maasai que sería enviada a la escuela, de donde encontré a muchachas de otras comunidades donde no les practicaron la mutilación genital femenina (MGF). Aprendí de ellas que se puede crecer para ser adulta con la vulva intacta. Era lo que yo quería”, cuenta Agnes para The Guardian.
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“Ninguna mujer es libre hasta que todas las mujeres sean libres”
“Cuando fui mutilada, me hice una promesa: haría todo lo que yo podría que esto no volviera a pasarle a otra muchacha. Mis hijas, y todas las hijas del Maasai, no serían cortadas”, sentencia Agnes.
En 1975, la mayoría de mujeres en el condado Narok en Kenia fueron genitalmente mutiladas. De este modo, cuando Agnes junto con otras personas decidieron actuar, tenían que acercarse a esta lucha con cuidado.
Agnes Pareyio es un activista One Billion Rising y V-Day, es fundadora de la Iniciativa Tasaru Ntomonok y V-Day Safe Houses for the Girls. Ella es la cabeza Anti-FGM Board y se ha postulado para el parlamento de Kenia. Todas estas son organizaciones contra la mutilación genital femenina.
“Seguimos dirigiendo programas de educación y talleres, hablando no sólo a mujeres, sino también hombres. Si no persuadimos a los hombres – y les enseñamos a amar a sus mujeres y sus cuerpos – no podemos ganar” menciona la activista.
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El V-Day, la organización precursora One Billion Rising, ayudó a establecer una casa segura para niñas y mujeres jóvenes que rechazaron ser mutiladas. Agnes ha dirigido este refugio durante casi 20 años.
“Cuando comencé este trabajo, algunas personas reaccionaron con furia. Había tiempos cuando tenía miedo de mi seguridad”, confiesa.
Cuando las mujeres se levantan y se defienden, funciona para seguir ene la lucha contra la erradicación de la mutilación genital femenina.
“Ninguna mujer es libre hasta que todas las mujeres sean libres” afirma Agnes. “Soy parte de una lucha global – una que une a las 1 mil millones de mujeres a través del planeta que han sido golpeadas, violadas o mutiladas. Las invito a unirse a nosotras”, finaliza.
Vivir en un cuerpo de mujer
Antes de ser mutilada, Agnes volvió con su familia y les explicó que ella no tenía que ser mutilada.
“Mi padre se quedó conmigo: él dijo que no era necesario (ser mutilada). Pero el pueblo se burló de mí y dijo que ellos no sabían cómo llamarme si yo no era mutilada: ‘¿le llamaríamos una niña o una mujer? ¿Quiere usted permanecer una niña toda su vida? ¿Con quién se casará?’”
El día que Agnes fue mutilada, despertó a las tres de la mañana y caminó desnuda hacia afuera, porque los aldeanos creyeron que si ella sentía la brisa de la mañana en su cuerpo esto “la refrescaría y sangraría menos”.
“Vi que el objeto con el que me cortarían no era filoso. No me ofrecieron ninguna anestesia, pero me dijeron que no gritara: ‘su padre está en la casa’ dijeron, ‘y él nunca debería oír que usted grita’”, cuenta Agnes.
Ella estaba determinada a probar que no era una cobarde, entonces trató con fuerza no demostrar cualquier emoción. Por ello, fue cortada más profundo y no podía dejar de sangrar. Entonces perdió el conocimiento y cuando despertó estaba muy mareada.
Lo que sustituye su vulva después de la MGF es una extrema cicatriz del tejido mutilado. Tenía prohibido juntar las piernas, ya que el tejido que estaba cicatrizando podría fundirse. Ataron sus piernas con una cuerda de modo que las piernas no se tocaran, aun cuando ella estuviera dormida. Tuvo que permanecer así durante días hasta que lograra curarse.
Con información de The Guardian