El 18 de marzo, el zócalo capitalino cimbró con el coreo ¡es un honor estar con Obrador!, la ciudadanía se congregó para celebrar el 85 aniversario de la expropiación petrolera, por supuesto, en una lectura más profunda la intencionalidad se movió con el objetivo de mostrar músculo; no hay duda, el presidente tiene la capacidad de convocar y ejercer el poder autoafirmativo. Familias enteras transitaron entre bailes tradicionales, risas y muestras de apoyo, paralelamente, una piñata de la ministra Norma Piña era incendiada entre aplausos.
En un acto de profunda violencia simbólica, el muñeco de Norma Piña fue golpeado y pisoteado antes de incendiarlo, en el fondo, los participantes gritaban que era un honor estar con Obrador. En los cárteles que sostenía este grupo de participantes se leía “Ministra corrupta Piña al servicio del PAN, PRI y Movimiento Ciudadano”.
A un costado de las calles, las personas transitaban, otras más se acercaban para tomar fotografías e incluso, unirse al acto. No hubo espacio para cuestionar que, en un país atravesado por la violencia de género y el feminicidio, es inadmisible que existan apologías de este corte.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) envió un sólido mensaje en contra de estos actos y concluyó: “No más violencia de género, no más acciones de odio. México nos demanda más”. Finalmente, AMLO se uniría al pronunciamiento aunque, sin llegar a una postura concluyente y condenatoria, por el contrario, minimizó la situación y sentenció que él también había sufrido ataques de esta índole: “tenemos que vernos como adversarios no como enemigos”.
Al seguir el hilo conductor, la presencia de la ministra Norma Piña ha generado una ola de ataques misóginos, políticos y sexistas desde hace meses y la palabra de Andrés Manuel López Obrador se ha mantenido constante en su contra al señalarla como una persona que sólo da resoluciones a favor de los delincuentes; el mensaje de odio se escucha en las mañaneras y se acciona en las calles.
“La señora presidenta está ahí por mí”: Sobre el poder autoafirmativo
La primera semana de febrero quedó marcada por una serie de fricciones entre el presidente y la SCJN. En la mañanera del 8 de febrero AMLO se refirió a Norma Piña como “la señora presidenta” e indicó que se encontraba ahí por él, posteriormente, se echó a reír y concluyó que antes el presidente podía poner y quitar a su antojo al presidente de la Corte.
En este contexto político, días antes, Norma Piña fue duramente criticada por los simpatizantes de MORENA al no ponerse de pie frente al presidente durante el 106 aniversario de la Constitución.
Las constantes desautorizaciones y descalificaciones corresponden a una serie de violencias de género que es definido por la Secretaría de Gobernación como prácticas basadas en la creencia de que el hombre tiene el monopolio de la razón, lo correcto y tiene la facultad de inferiorizar a la mujer desde una posición de poder, y en este caso, se habla de un poder bilateral, por un lado, el patriarcal y por el otro, el político.
Desde el nombramiento como Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la palabra de Norma Piña se escuchó con fuerza, desde el feminismo y la lucha por una judicatura independiente por una democracia justa, la representación de la ministra ha sido vitalicia, no porque la causa última de todo sean mujeres tomando el poder, sino porque en este país se necesitan mujeres decidiendo y luchando por las otras.
“Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”. (Mary Wollstonecraft)
En este contexto, la política de Norma Piña se ha encontrado de frente con la del presidente, entonces, lo que debería desatar el diálogo y enriquecer las perspectivas, se convierte en un juego de conquista y razones.
“La ridiculización, restar autoridad o quitar seriedad a las opiniones, suponen el derecho patriarcal de valorar negativamente las actitudes de la mujer a menos que obedezca las razones del hombre y haga lo que según él es correcto” (Artículo de la Secretaría de Gobernación titulado Micromachismos)
La exposición pública en actos como la mañanera y los cuestionamientos que suponen, ponen en duda las habilidades e injerencia de Norma Piña, corresponden a un poder autoafirmativo que ejerce el presidente desde la legitimidad de dominar, controlar, sancionar, premiar o subordinar a cualquier persona desde el poder como la figura política más importante en nuestro país.
“El poder es algo que se ejerce y se visualiza en las interacciones sociales. La palabra poder tiene dos acepciones, una es la capacidad de hacer y el otro el de reafirmarse y decidir. Es un poder autoafirmativo. Este poder requiere para su ejercicio una legitimidad social que lo autoriza para ejercerlo, siendo la posición de género uno de los ejes cruciales donde discurre esta desigualdad de poder.” (Poder y Género, escrito por el psicólogo Javier Miravalles)
Asimismo, el artículo académico indica que desde esta relación de poder, el control puede ejercerse sobre cualquier aspecto de la autonomía de la persona a la que se busca subordinar (pensamiento, sexualidad, economía, capacidad decisoria, etcétera).
En esta lectura, encontramos que la figura de la ministra Norma Piña está atravesada por una serie de violencias estructurales que parten desde la descalificación, la violencia simbólica y la réplica de discursos violentos que se originan desde la figura del presidente de la república y después, se anidan en el pensamiento colectivo.
La violencia política existe y obedece a razones de género
“Me siento acompañada, respaldada, acuerda por todas ellas, por todas nosotras. Me siento muy fuerte porque sé que todas estamos aquí”, compartió Norma Piña en su discurso el 2 de enero del 2023 cuando fue nombrada la Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la primera mujer en la historia de este órgano fundado en 1825.
Este ejercicio de representación femenina, aplaudido por muchos y renegado por otros, se convirtió en una oportunidad para poner a prueba la intolerancia y reafirmar que la violencia política en contra de las mujeres existe y se enraíza con fuerza al sistema estatal mexicano.
Aunque la representación y diversidad se encuentra en los órganos institucionales es difícil creer que se está cerca de eliminar las prácticas de violencia de género, pues mientras la participación activa de mujeres va en aumento, la violencia política por género lo hace también. ¿Y quiénes sancionan y persiguen este delito?, esta pregunta queda abierta ante la ausencia de una respuesta, pues aunque se cuente con la Ley General en Materia de Delitos Electorales, ésta no tipifica ni contempla este tipo de violencia de género.
Ante los vacíos legales e informativos, algunos órganos como el Instituto de las Mujeres y el Instituto Nacional Electoral -entre otros- colaboraron para la creación del Protocolo para la atención de la violencia política contra las mujeres en razón de género que tiene por objetivo ser una herramienta para garantizar el libre ejercicio de derechos políticos de las mujeres en nuestro país a través de dar acompañamiento y acercar a las autoridades competentes para la obtención de la justicia.
Antes de dar una lectura más profunda sobre la violencia política es necesario entenderla como una serie de violencias que se encausan en esta, es decir, no es un fenómeno aislado sino que convergen acciones como la violencia psicológica, simbólica, física e incluso, el feminicidio. El Instituto Nacional Electoral (INE) lo define de la siguiente manera.
La violencia política contra las mujeres comprende todas aquellas acciones u omisiones de personas, servidoras o servidores públicos que se dirigen a una mujer por ser mujer (en razón de género), tienen un impacto diferenciado en ellas o les afectan desproporcionadamente, con el objeto o resultado de menoscabar o anular sus derechos político-electorales, incluyendo el ejercicio del cargo.
¿Por qué se determina que la ministra Norma Piña es víctima de violencia política por razones de género? De acuerdo con el protocolo contra la violencia política existen dos postulados importantes para entender el fenómeno.
- 1.- Cuando la violencia se dirige a la mujer por el mero hecho de ser mujer, es decir, las agresiones están orientadas a su condición por ser mujer, condicionantes y estereotipos de lo femenino.
- 2.-Cuando la violencia tiene un impacto diferenciado, es decir, que la mujer que ejerce en la política experimenta situaciones distintas que sus congéneres en cargos similares o iguales.
Norma Piña ha decidido hacer caso omiso a los revuelos que giran entorno a su posición y facultad de decidir, en el silencio, la ministra continúa ejerciendo sus labores al interior de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y es que, sin necesidad de politizar, su presencia en ese espacio es un símbolo inequívoco de resistencia contra el poder androcéntrico de la política mexicana. Su nombre rompe el techo de cristal y desde la representatividad arrincona al poderío patriarcal.
Agradezco a las que siempre han creído, a las que no se han cansado de luchar para arrinconar a nuestra cultura patriarcal y honraré a las que ya no están. (Norma Piña)