“El derecho a decidir sobre el propio cuerpo es una de las demandas básicas y más antiguas del movimiento feminista”, escribió la antropóloga mexicana Marta Lamas. La legalización del aborto en Argentina desató una ola de esperanza para todo el territorio latinoamericano. En nuestro país únicamente en Oaxaca y la Ciudad de México, es legal. Recopilamos testimonios de mujeres universitarias que han tenido un aborto inducido y esto es lo que nos platicaron.
“Me embaracé y tenía 17 años. No quería tenerlo y mi pareja me pidió mantenerlo en secreto hasta de mi familia”, explica Ana. Relata que se sentía asustada y después de 5 semanas acudió a una clínica ubicada en la Ciudad de México acompañada de la mamá de su novio. Su aborto fue por medio de una aspiración. Según el Manual de Práctica Clínica para un Aborto Seguro de la OMS es un procedimiento rápido que se puede realizar hasta las 12 o 14 semanas de gestación.
Ana cortó con su novio un mes después, pero mantuvo el secreto a su familia durante tres años. “Tuve miedo de no poder embarazarme nunca más o de haber hecho a Dios enojar por ‘matar’ a mi bebé pero hablando con mi abuela aprendí que era más común de lo que pensaba y con ella he podido comenzar a sanar”.
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“Desde mediados del siglo XIX México se esforzó por separar el Estado de la Iglesia católica'''', señala Marta Lamas. Explica que las feministas mexicana plantearon el derecho al aborto en los años 70 como un asunto de justicia social, una cuestión de salud pública y una aspiración democrática.
“Fue lleno de sangre. Tomé ‘mifepristona’ en la clínica, y me explicaron paso a paso lo que tenía que hacer después. Antes me hicieron una entrevista y un ultrasonido”, cuenta Elena. Según el manual de la OMS el aborto médico es un proceso de múltiples pasos que puede involucrar dos medicamentos: mifepristona y misoprostol y/o dosis múltiples del segundo. El mifepristona es un medicamento administrado vía oral y el misoprostol puede ser por diferentes vías: oral, vaginal, vestibular y sublingual.
“Fue muy doloroso y triste. La recuperación fue un fastidio y no he logrado recuperar mi peso -bajé 7 kilos-. Me siento aliviada con la decisión porque no deseaba ser madre”, testimonio de Sofía.
Elena nos contó que tuvo cólicos y una hora antes de ingerir el misoprostol tomó un suero para equilibrar la pérdida de sangre que tendría. “Después de haberme tomado el misoprostol, tuve cólicos muy intensos y poco a poco salió sangre con coágulos hasta del tamaño de una naranja” explica. Según el manual de la OMS será necesario ofrecer cuidado de apoyo mientras se espera la expulsión del embarazo. La mujer debe ser controlada cada 30 minutos desde la primera dosis, -de cuatro- particularmente en relación al dolor. Depende de la edad gestacional para la expulsión.
“Las Kotex ayudaban, pero no había forma de no manchar calzones, pijama, sábanas y hasta el piso. Una vez expulsado al feto los dolores son menores. Yo supe que lo estaba expulsando porque hasta tuve que pujar en el excusado” nos cuenta Elena.
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Elena concluye que fue un proceso difícil, afirma que existe un antes y después en el cuerpo y ha sido un proceso querer a su cuerpo como siempre. Ahora ve a su vientre como una cicatriz que sabe fue dolorosa pero hoy ha sanado. Por otro lado, Ana termina diciendo que hoy ama su cuerpo.
Historia de Isabel
Isabel quedó embarazada cuando tenía 19 años. Tuvo una semana de retraso y le contó a su pareja, de inmediato compró una prueba de embarazo y fue positiva. “En mí perspectiva no es un ‘aborte y ya’ implica la presión de la pareja, una decisión, enojos, frustraciones, quejas”. Las creencias religiosas de Isabel también intervinieron; sin embargo, le contó a su madre y contó con su apoyo y acompañamiento.
“Sabía perfectamente que lo quería, pero también me iba a afectar no tenerlo”, relata que la doctora de la primera clínica a la que asistió para abortar fue grosera y intento persuadirla para no cometer el aborto. Su madre, novio y ella se fueron. Después asistió con su ginecólogo de confianza y el proceso fue diferente. El doctor le realizó un ultrasonido y la mandó a hacerse análisis, una vez con el resultado positivo regresó.
“Me explicó que era muy sencillo y muy rápido, que no iba a doler y no necesitaba anestesia o pastillas”.
Sintió pequeños cólicos y dolores, pero pasó media hora y todo terminó. Afirma que en la televisión el proceso lo hacen ver muy doloroso, dramático y difícil, pero en su caso no fue así. Le pidió a su madre jamás mencionarlo y con su novio el tema no se habló. Meses después la madre de su novio enfermó y murió de cáncer. Su pareja afirmó que la enfermedad de su madre fue una penitencia por haber quitado una vida. Isabel dice: “Yo jamás caí ante eso, nunca me sentí culpable pero me hacía recordar lo miserable que me sentí”.
La relación con su novio terminó, no obstante, Isabel se enteró que su ex pareja lo había comentado con su grupo de amigos como una casualidad sin importancia. Agradece el haber tenido la decisión, la fuente económica y el apoyo de su madre. Para Isabel nos falta educación en relación al aborto, “Se tarta de no satanizar. Educar a los hombres para que no sientan el derecho de hacer suyo el tema, y educar a las mujeres para que no genere vergüenza o dolor contarlo”.
*Los nombres fueron modificados para guardar la confidencialidad de las mujeres.