¿Qué no se ha escrito ya de Nina Simone?, la mujer rebelde, ecléctica y reacia defensora de la comunidad afrodescendiente, su poderosa voz no es sólo el símbolo por excelencia del blues, sino un recordatorio de la lucha que resistió hasta el último día de su vida: alcanzar una libertad absoluta y no sentir miedo nunca más. Si hubiese algo que Nina Simone amara más que su piano, eso era el anhelo de sentirse sin ataduras.
En el marco del Día internacional del Jazz, el nombre de Eunice Kathleen Waymon (Nina Simone) se escucha con fuerza, porque más allá de sus virtuosas composiciones, su voz hizo eco y se volvió un himno de compañía y resistencia contra la segregación racial que se vivía en Estados Unidos.
Se nombra a Nina Simone desde la rebeldía para recordar que, para ella, no existía el Jazz, el blues o el título que la prensa le otorgó como la “sacerdotisa del Jazz”, era consciente de que se música no necesitaba de un título dado por los críticos blancos de la época; no había mediatintas, nadie tenía porqué definir su trabajo ni apropiárselo en el lenguaje.
“Jazz es un término de los blancos para definir la música negra. Yo hago música clásica negra” (Nina Simone)
La vida de Nina Simone: las mujeres en su vida
El 21 de febrero de 1933, el mundo sería testigo del nacimiento de Eunice Kathleen Waymon. Originaria de Carolina del Norte y con una madre predicadora en la iglesia de la comunidad, la pequeña Eunice encontró en este espacio la primera oportunidad para establecer una relación íntima con la música.
Tocando el piano y cantando alabanzas, Eunice Kathleen pasó su infancia, sin embargo, uno de los parteaguas más importantes en su vida fue el contacto con la poderosa y melódica voz de otra mujer, ícono de la lucha antirracista: Marian Anderson, la soprano.
Un buen día al llegar a la iglesia con su madre se encontró con una mujer blanca que tocaba el piano, su nombre, Muriel Mazzanovich, quien al escuchar a Eunice Kathleen tocar el piano proyectó un talento incalculable y se ofreció en ser su maestra de música para perfeccionar su técnica.
De esta manera, la niña de aproximadamente 10 años pasaba días enteros (hasta 8 horas diarias) en compañía de Muriel Mazzanovich quien con paciencia, transmitía todo conocimiento aprendido, pues ella, como mujer blanca había recibido una educación musical de alto prestigio en los Estados Unidos.
Consciente de la situación de racismo institucional y desde la gran admiración que sentía por Eunice Kathleen, Mazzanovich decidió armar un fondo de recaudación para garantizar su formación profesional los próximos años.
Terminando su educación secundaria, se mudó a Nueva York y con el impulso de su maestra, logró entrar a Julia, la mejor escuela de música del país, sin embargo, los precios eran inaccesibles y aún con el fondo benéfico, Mazzanovich sólo logró cubrir año y medio en esta prestigiosa institución.
De una u otra forma, en la vida de Eunice Kathleen, la compañía e inspiración de otras colegas fueron fundamentales en su trayectoria musical, pues desde el cariño, la impulsaron a convertirse en lo que hoy conocemos como la gran Nina Simone.
Un encuentro frecuente con el racismo y una lucha constante
En la infancia y adolescencia de Nina Simone, la segregación racial se vivía en la cotidianidad y se mantenía vigente la doctrina “separados como iguales”, que reconocía a la comunidad afrodescendiente ante el estado, pero existía una distinción racista que confinaba a los ciudadanos afro a ocupar espacios determinados, por ejemplo, determinados restaurantes, calles, vagones y lugares. Esta ley se reconoció hasta 1954, cuando fue considerada por el Tribunal Supremo como desigual, aunque para esto, existieron múltiples detractores políticos y sociales que sostenían que el orden social debía ser diferenciado.
“La manera en que justificaban las leyes era porque pensaban que por alguna razón, los negros son inferiores a todos los demás seres humanos” (Thurgood Marshall, juez del Tribunal supremo)
A la edad de 12 años, Nina Simone se presentaría en su primer recital de la escuela. Sus padres orgullosos, arribaron a la escuela con antelación y ocuparon los primeros lugares para ver de cerca a su hija, sin embargo, en este contexto donde aún era legal la norma “separados pero iguales”, las autoridades de la escuela les pidieron moverse a un lugar reservado para “colored people” (personas de color), pues los mejores lugares serían ocupados por blancos.
Al percatarse de lo sucedido, Nina Simone dejó de tocar el piano y exigió frente a todos que regresaran a su familia a sus asientos, pues no volvería a tocar si no hacían caso a su petición. Este suceso marcaría de sobremanera su vida y sería su primer acercamiento de violencia racial.
Años más tarde, en 1951 cuando aún no era abolida esta ley de segregación racial, decidió competir por una beca en el Instituto Curtis en Filadelfia, pues sin fondos para seguir costeando la Academia Julia, el siguiente paso era buscar una oportunidad de esta índole.
Presentó las pruebas y el el instituto fue testigo del extraordinario talento de Nina Simone, quien pasó con creces las pruebas y era candidata ideal para recibir la beca. Días más tarde, le informaron que dadas determinadas circunstancias, no podrían otorgarle un lugar en el instituto.
“Fue un golpe de racismo enorme, nunca pude recuperarme de aquello”, comentó Nina Simone en su autobiografía.
El salto a la fama no era goce, era una responsabilidad
Sin la posibilidad de continuar sus estudios profesionales y con la precariedad económica de su hogar, Nina Simone tuvo que volver a su hogar e iniciar a trabajar. De manera concreta, tocaba el piano en bares nocturnos donde podía experimentar con diversos géneros y apoyar la economía de su familia.
Aunque la experiencia era nueva, la desesperanza de no poder cumplir su sueño de convertirse en la primera pianista negra de los Estados Unidos la mantenía cabizbaja, sin embargo, la luz la encontraría en su propia voz. Los dueños de los bares donde tocaban se habían cansado del piano y querían que Nina Simone diversificara su música, por lo que a orillaron a cantar bajo la amenaza de despedirla, por sorprendente que parezca, ella nunca había cantado y desconocía que en su interior se escondía una de las voces más fuertes y melancólicas de la historia.
Poco después, la fama llegaría de golpe e iniciaría a presentarse en festivales de jazz de talla nacional, por aquellos años, su pareja, un hombre hispano le llamaba “Niña”, e inspirada por el cine francés que nombraba a sus protagonistas “Simone”, Nina Simone supo cuál sería el nombre con el que el mundo la conocería.
En menos de un año, Nina Simone ya era reconocida por todo el país y la letra de su sencillo más famoso Te amo, Porgy se escuchaba por toda la radio norteamericana.
Poco después, conocería a su futuro representante y esposo Andrew Stroud con quien tuvo una hija. Este hombre norteamericano resultaría ser un habilidoso negociador con las disqueras y conseguía que Nina Simone hiciera giras alrededor del mundo, siempre una tras otra. Le hacía trabajar de manera incansable, la violentó psicológicamente y en reiteradas ocasiones ejerció violencia física en su contra.
“Nunca paré de trabajar, nunca me dio descanso y me prometía que me lo daría pero sólo me hacía trabajar como un caballo. Le tenía miedo, nunca lo había dicho pero me golpeaba” (Nina Simone en su autobiografía)
Se divorció años después e inició relaciones románticas con otras mujeres, en aquellos años, poco se hablaba de la bisexualidad y los puristas rechazaban toda identidad que no fuera heteronormativa, pero desde su rebeldía, en su biografía I put a spell on you escribió de su profundo amor de sus parejas que la apoyaron y la hicieron reencontrarse consigo misma después de los episodios violentos en manos de Stroud.
Luchadora social
Entrados los mediados de los cincuenta y los sesentas, los movimientos de derechos civiles en Estados Unidos se escuchaban con fuerza y por supuesto, Nina Simone, dejó de escribir sobre desamores para dar inicio a un activismo musical que visibilizaba lo que sucedía en el país, los asesinatos, desapariciones y crímenes de odio contra este grupo de personas que luchaban en el movimiento.
En 1963 el activista afroamericano Medgar Wiley Evers fue víctima de un atentado y cuando sus compañeros intentaron llevarlo al hospital más cercano, les fue negado el acceso por su color de piel. Días después, en Alabama, cuatro niñas afroamericanas fueron víctimas de otro atentado, pues se había colocado una bomba en la iglesia de la comunidad.
Con rabia, días después Nina Simone lanzó “Maldito seas, Mississippi”
“Este país está lleno de mentiras, todos ustedes van a morir y caerán como moscas”
Siete años más tarde de los atentados contra los movimientos de derechos civiles y el asesinato del ministro estadounidense Martin Luther King, Nina Simone huyó del país norteamericano rumbo a Barbados, en sus palabras, no soportaba estar ni un minuto más en un país tan violento y racista.
Posteriormente, vivió en Suiza, Holanda y terminó en el sur de Francia. Su estado emocional de Nina Simone se resquebrajaba y decidió acercarse a un profesional, en 1990 fue diagnosticada con un trastorno maníaco depresivo y bipolar.
En compañía de su hija Celeste, Nina Simone continúo con su carrera y gracias a su diagnóstico, pudo conocerse y mejorar la manera con la que se relacionaba con el mundo. Cantaron juntas en varias presentaciones, tocaron el piano y se volvieron el refugio la una de la otra.
En el 2002 fue reconocida con el Diamond Award for Excellence in Music de la Association of African American Music, de Filadelfia, ciudad donde le fue negada la oportunidad de continuar sus estudios profesionales y que fue uno de los puntos de inflexión más dolorosos para Nina Simone. Aunado a esto, recibió múltiples reconocimientos en su ciudad de origen y Francia.
Muere en 2003 a causa de un cáncer a los 70 años en su hogar acompañada de su hija Celeste y su nieta Reanna Simone.
¿Dónde ver el documental de Nina Simone?
En 2015, el documental “What happened, Miss Simone?”, vio La Luz y fue nominado a un Óscar ese mismo año. Además, fue ganador de un Emmy a mejor documental de no ficción.
Escucharla interpretar su música, conocer su vida, los dolores, las pasiones y su lucha incansable por la libertad, se vuelve trascendental, por ello, en aras del fin de semana, este documental se vuelve un plan necesario para recordar a Nina Simone, la mujer que no es sacerdotisa del jazz, pero que sí predicó el cambio y la esperanza de la justicia social.
“Desearía saber cómo se sentiría ser libre, desearía eliminar todas las barreras que nos mantienen separados. Desearía que supieras lo que significa ser yo, entonces, estarías de acuerdo en que todo hombre debe ser libre” (I wish i knew how it would feel to be free - Nina Simone)
*Con información de What happened, Miss Simone? (Netflix) y I put a spell on you (Nina Simone)