El nombre de Berta Cáceres cimbra en el corazón de Latinoamérica. Es un nombre que se vuelve doliente, pero también, que alimenta el espíritu de lucha. Es 3 de marzo y el feminicidio político de Berta Cáceres no simboliza el final, sino el principio de la resistencia. Los sicarios capitalistas no la asesinaron, la sembraron y multiplicaron.
El proyecto extractivo hidroeléctrico “Agua Zarca” se anunciaba en Honduras como una de las apuestas gubernamentales más ambiciosas; el país de Centroamérica abierto al mundo y cerrando contratos con Finlandia, China y Holanda, el mundo sería testigo del poderío hondureño en energías renovables, aunque eso significara violar varios tratados internacionales, la militarización del territorio y arrancar de raíz a aquellos que ponían resistencia: los indígenas lencas, asentados a las orillas del Río Blanco.
Y sí, el mundo se volvió testigo de una historia que se ha escrito cíclicamente, un colonialismo que marginaliza, que expulsa con violencia a las comunidades indígenas, se apropia de las tierras y otorga a manos llenas las aguas, árboles, minerales aunque eso signifique asesinar y desaparecer a su propia gente.
En entrevista para La Cadera de Eva, Angélica Schenerock, activista ecofeminista y coordinadora general de Agua y Vida: Mujeres, Derechos y Ambiente, recuerda que esta historia de despojo y violencia la conocemos bien en Latinoamérica:
“Esta clase de crisis surgen en momentos de mucha represión y crisis políticas, lo que permite que el crimen organizado gane terreno, y me refiero puntualmente a los intereses económicos que para los pueblos, representa perder sus tierras. Despojo, desapariciones, feminicidios, representa lo que pasa en Latinoamérica desde la colonia”, señala.
Latinoamérica es la mina de oro para el ojo extranjero que en conjunto con el poder estatal y las opresiones sistémicas silencian con una bala la voz poderosa de mujeres como Berta Cáceres.
¡Berta vive, la lucha sigue!
La historia de Berta Cáceres ha sido contada desde la persecución y la vulnerabilidad a la que fue expuesta por su propio país, pero en este espacio, y a manera de resistencia, queremos recordar el legado que dejó su semilla en millones.
En 2015, Bertha Cáceres recibió el Premio Goldman (El Nobel Verde), máximo galardón para los activistas ambientales y, un año después, fue víctima de feminicidio político por parte del director del proyecto Agua Zarca, Roberto David Castillo, condenado en 2022 a 44 años de prisión.
Angélica Schenerock recuerda la noticia del hecho, la sensación paralizante, el dolor que quema en el pecho y la conexión en el alma para resistir y gritar por la vida:
“Berta era una profetiza y al perderla nos sentimos sin orientación. Asombrados. Desamparadas. Sin saber por dónde tirar. O poner. O caminar. Tan triste fue, y más tan cerca de su cumpleaños. Sí, duele mucho. Poco a poco, con todos los mensajes de su lucha, sus frases que rebotaron en todos los medios, redes sociales, periódicos, boletines, en la radio, en la tele, en la compu… Berta llegó a todas las casas, todos los corazones y todas las voces repitieron su voz, su grito. Y así, como que de a poquito, me fue levantando”, escribió en aquel marzo del 2016 en la Revista Pillku.
La lucha de los pueblos indígenas no inició con Berta Cáceres y tampoco culminó con su feminicidio, esto fue algo de lo que la activista siempre estuvo consciente, por ello, su lucha no era un acto aislado, sino una sensibilidad con su entorno y una organización estructurada con su gente que demostró que la unión es el arma más poderosa para enfrentar cualquier opresión histórica, social y estructural.
Nombrarla en esta fecha no es sólo colocar en el ojo su nombre, sino el nombre de todas las mujeres racializadas que viven una lucha interseccional contra el capitalismo, el racismo y el patriarcado.
Mujeres indígenas, a la defensa de la tierra
La comunidad, el autocuidado, la sororidad, los saberes y la naturaleza son armas que otorgan de un gran poder a las mujeres y si hubo alguien que supiera bien de este conocimiento, fue la misma Berta Cáceres, quien a través de su palabra volvió más fuertes a sus compañeras y construyó un muro de resistencia contra el capitalismo, el patriarcado, la opresión y el Estado que, con desespero, trató romper los eslabones de su comunidad y desaparecerlas, pero esto sólo dio más fuerza a su voz, como ella misma lo dijo:
"Vos tenés la bala, yo la palabra. La bala muere al detonarse, la palabra vive al replicarse”, Berta Cáceres.
En un sentido casi paradójico, las mujeres indígenas son quienes se vuelven luchadoras incansables de sus tierras, cultivos, aguas y animales, pese a que, normalmente, ellas no son las dueñas de las tierras, son quienes se organizan con otras compañeras a manera de resistencia y generan espacios de repartición de recursos, agua, madera, recolecta de hierbas medicinales y construyen comunidades sostenibles, explica en una entrevista para Cadera de Eva, Verónica Solares, maestra en Ciencias de la Sostenibilidad.
Al existir esta tendencia de mujeres indígenas que ejercen la defensa territorial, el número de feminicidios, violaciones y desapariciones forzadas corre paralelamente. A nivel mundial 3 de cada 4 ataques contra ecologistas se dan en la región de Latinoamérica, en este contexto, si existe algo que genere un profundo odio patriarcal es la comunidad de mujeres que resisten y que luchan con rabia por defender el medio ambiente.
Por esto, en el aniversario luctuoso número siete de Berta Cáceres nombramos a otras activistas que alimentan e inspiran la lucha de otras mujeres indígenas para continuar de pie.
- Irma Galindo Barrios, mujer indígena mixteca desaparecida en Oaxaca tras defender los bosques oaxaqueño de grupos delictivos, México
- Ana María Fernández, mujer indígena yukpa de Venezuela, defensora de las tierras militarizadas. Amenazada de muerte y violación por militares.
- Josefina Tunki, dirigente del pueblo Shuar Arutam, representante de las mujeres indígenas ecuatorianas y defensora de la tierra, criminalizada.
- Lucía Romero, defensora indígenas de la Sierra de Perijá que ha sido tomada por militares. Amenazada y desplazada de su comunidad.
Te nombramos, Berta Cáceres, la custodia de los ríos
Tenía un tiempo pensando en Berta… Entre muchas cosas que representa, si la pudiera definir en una sola palabra es la convicción, una convicción poderosa que demostró que sí es posible generar procesos organizativos en las comunidades a la defensa de la tierra. En esto me viene a la cabeza algo que solía decir: “despertemos humanidad, ya no hay tiempo”, ese llamado que hacía para mí está lleno de sabiduría y me da mucha fuerza, comenta en remembranza la ecofeminista Angélica Schenerock.
“Unamos nuestra lucha política por recuperar la justicia, la belleza, el autocuidado y el colectivo femenino. Como enseñó Berta Cáceres, podemos organizarnos para defender la vida, el territorio, la ternura y nuestra espiritualidad. No estamos solas, hay miles de mujeres que compartimos esta historia de despojo y de violencia, saber que esta historia es compartida nos hace más sabias, sólo uniéndonos entre mujeres podemos crear mundos aparte, no utópicos, pero sí mundos donde la vida y la ternura ocupe el centro de las decisiones”, con este mensaje de resistencia, Angélica Schenerock convoca a no olvidar la memoria de Berta Cáceres, la defensora de los ríos.