Se ha planteado que las personas trans no pueden participar en la rama femenil por una supuesta “superioridad biológica”, sin embargo, en entrevista con Lucia Ciccia y Hortensia Moreno, investigadoras del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (Cieg), señalan que pensar esto es replicar los estereotipos de género y “la testosterona no es la causa de la supremacía genética”, dijeron para la Gaceta UNAM.

El deporte se ha considerado masculino por asociarse con la fuerza, lo agresivo y lo físico, incluso con el espacio público, por ello se ha interpretado como un efecto directo de la testosterona.

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Para las investigadoras “la testosterona no es la causa de la supremacía atlética”, sino que se vincula con otras habilidades deportivas que no tienen que ver con una relación directa con esta hormona.

Los aspectos que intervienen en una competencia son densidad ósea, alimentación y masa muscular, donde interviene la hormona del crecimiento.

El punto más controversial es la testosterona y sus efectos en el cerebro, algo que explicaría más la agresividad en los cis varones, pero está relacionado con en aspecto psicológico más que biológico.

De acuerdo con las investigadoras “La arena deportiva en general está diseñada como un montaje cuya principal función es demostrar la supremacía de unas personas sobre otras. Por ejemplo, la de las razas, las naciones, los imperios, y, sobre todo, la de los hombres sobre las mujeres”.

La idea de que los hombres sean más grandes, fuertes, rápidos y hábiles desde el punto de vista atlético es un mito. Incluso se ha creado una parafernalia que sostiene estas ideas.

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“Tenemos que ser muy críticas en cómo entendemos la distribución binaria en las habilidades atléticas entre cis mujeres y cis varones, porque es en esta crítica donde veremos que la regulación deportiva opera como una vigilancia de género que afecta a las poblaciones más vulnerables: personas racializadas, cis mujeres intersex, y trans mujeres”, concluyeron.