Dicen que un buen profesor o profesora marca vidas y es recordada por siempre; sus lecciones nos acompañan y hasta se vuelven inspiración cotidiana para nuestro actuar. Ahora que estamos en el mes de las y los maestros, quiero compartir contigo tres lecciones que he aprendido de mis guías feministas.
Uno: género y sexo no es igual
Diría José José: género es sufrir, sexo es gozar. O algo así. Y es que el sexo es esa categoría biológica que nos divide binariamente, pero en el género ya hablamos de una construcción cultural que trae consigo una carga de roles, estereotipos y expectativas atribuidas socialmente a cada persona. Y así es que podemos hablar de que más allá de si nuestra ropita al nacer fue rosa o azul, viviremos con viertas vulnerabilidades inherentes a nuestra condición de hombres o mujeres, que además habrá de interseccionarse con otras categorías que definen nuestra existencia, como el origen étnico, la identidad y preferencia sexual, hasta nuestra actividad económica.
Dos: cuestionar es nuestro derecho
No, no tenemos que asumir que porque el pacto patriarcal lleva miles de años ya es irreversible. El feminismo es también activismo militante que nos invita todo el tiempo a reflexionar sobre las desigualdades sociales y actitudinales, así como sobre las prácticas sociales que hacen de las mujeres personas subordinadas a los hombres. Cada día, tenemos la oportunidad de identificar qué de nuestra realidad inmediata podemos modificar a través de sensibilización, información y exigencia; y así, un día: ¡se va a caer!
Tres: la violencia de género es estructural
Si 70% de las mujeres mayores de 15 años han sufrido algún tipo de violencia de género en México, de acuerdo a la más reciente medición del INEGI, no podemos seguir hablando de que es un problema del hogar, de la pareja o del ámbito privado. Se trata de una crisis estructural porque si fuera atribuible solamente al entorno familiar o crianza, estaría localizada únicamente en ciertos contextos o momentos de la vida. En cambio, está generalizada más allá de variables como clase social, educación o raza; la conclusión lógica es que existe soportada en una estructura social que normaliza las agresiones. Denunciarla es urgente, tal como crear una red de apoyo sororo que tenga acción en la realidad.
Hoy y siempre honro a mis maestras con estas lecciones compartidas que pongo a tu servicio. Gracias por leerme, ¡sumémonos a esta genealogía feminista que quiere cambiar e mundo a través del acceso a derechos en igualdad de oportunidades!
María Elena Esparza Guevara
La autora es Maestra en Desarrollo Humano, integrante de la Generación 2022 del Programa de Liderazgo de Mujeres en la Universidad de Oxford y fundadora de Ola Violeta A.C., desde donde trabaja por el derecho a la conciencia corporal de niñas y mujeres. Su buzón de twitter está disponible en @MaElenaEsparza