Al norte de la Ciudad de México, en una zona industrial y de materiales de carga, donde algunas colonias marcan los límites de la periferia con el Estado de México, Kassandra García, licenciada en criminalística ejerce como manicurista; y es que, para las mujeres del estado con el mayor índice de desempleo en la República, el autoempleo se convierte en bandera de resistencia para la emancipación económica.
Su sala se convierte en un salón de manicure a partir de las 19:00 horas, que es cuando regresa a casa después de trabajar en ventas. En este espacio se encuentran una mesa de madera, una lámpara azul y a un costado, sus herramientas. Las clientas comienzan a arribar por medio de un sistema de citas y, es así como el ambiente, se convierte en testigo de un compañerismo femenino que se va tejiendo a través del consejo y la escucha. No es sólo acudir por un esmalte, es un refugio sororo de mujeres que son taxistas, oficinistas, comerciantes, enfermeras y un largo listado de clientas [amigas] que Kass, como le gusta ser llamada, apenas alcanza a nombrar.
“Comencé a emprender en este oficio cuando me enfrenté al desempleo saliendo de la carrera, no había muchas oportunidades en el campo laboral, no tenía experiencia, no tenía palancas (...), fue una amiga quien me convenció para empezar a aprender sobre este negocio, no tenía idea de cómo, pero me metí en internet y poco a poco fui descubriendo y practicando”, explica mientras lima las uñas a su clienta.
Mujeres, mexiquenses y autoempleadas
17 millones 104 mil 601 mexiquenses habitan en el territorio que rodea la Ciudad de México, de este total, más de 13 millones son consideradas personas aptas para trabajar, sin embargo, casi la mitad de esta población está desempleada. Este número alarmante coloca al Estado de México como uno de las entidades federativas con las tasas más altas de desempleo junto con Tabasco, Nuevo León, Coahuila y la misma CDMX.
Según el reporte estadístico de la Población Económicamente Activa, Estado de México, podemos deshilar información que apela a las disparidades del mercado laboral. Estas son algunas anotaciones:
- La población más joven, de entre 18 y 29 años, es el sector con mayor desempleo
- Existe el mismo porcentaje de hombres y mujeres mexiquenses de entre 18 y 29 años desempleados
- La principal fuente de ingresos en el Estado de México son los despachadores, empleados de ventas y comerciantes
En esta lectura sobresale un dato: las mujeres mexiquenses son un engranaje fundamental en la economía al ocupar el mayor porcentaje en autoempleo en el estado. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), este fenómeno se atribuye a que las mujeres emprendedoras inician negocios con el objetivo de generar más ingresos o independizarse económicamente (43%), en contraparte, el 61% de los hombres emprendedores señalaron tener otros intereses al momento de autoemplearse. En México, el principal motor para que las mujeres emprendan es la precariedad económica.
El autoempleo se ha convertido para las mujeres mexicanas en un escudo de lucha. Tomando en consideración que hay tres veces más hombres empresarios, empleadores y dueños de los medios de producción, las mujeres sortean este paradigma compartiendo sus saberes con sus comunidades, siendo autodidactas, generando empleos para otras mujeres e impulsando a otras personas a emprender.
“Gracias a esa amiga que me motivó a aprender, me animé a comprar mi material algo muy básico. Después de eso, yo le pedí de favor a mi hermana y a mi mamá que si podía practicar con ellas, posteriormente, entré a trabajar en un local gracias a otra amiga donde aprendí mucho, varias cosas que sé se las debo a ella”, comparte Kassandra García para La Cadera de Eva.
Creando y uniendo lazos entre mujeres
Pocas cosas son tan poderosas como la alianza femenina y sólo basta con entablar conversación con las mujeres que pasan por el improvisado estudio manicurista de Kass para caer en cuenta de cómo las redes que tejemos son sostén, protección y reciprocidad.
En una clase de ritual, casi sagrado, la taxista María Sánchez de 59 años, acude periódicamente a realizarse sus uñas y, en vísperas febrerinas, el esmalte rojo con corazones adorna sus manos; se siente feliz de ver sus uñas y sobre todo, de sentarse después de un largo día manejando para platicar, hacer bromas y contarle a Kass sobre sus cotidianidades; del otro lado, la manicurista se vuelve confidente, amiga y consejera.
“Ella nos guía y pone otras perspectivas para salir adelante, me gusta mucho venir con Kass, es bonito, es como una terapia, le compartes tus inquietudes, dudas o algunos problemas y ella te apoya. Entre mujeres nos entendemos mejor”, comparte María Sánchez.
Al cabo de una hora y media, Mireya, empleada del IMSS ha llegado presurosa y lista para su retoque de cada quince días. ella destaca la manera en que se crea una comunidad: “por ejemplo, a mí me trajo una amiga y yo traje después a mi sobrina y poco a poco se va haciendo una red de apoyo entre nosotras”
Sentadas en su sala, esperan a la última clienta de la noche, todas platican sobre su día, muestran sus uñas, beben café y ríen ruidosamente; ninguna quiere volver aún a casa.
En entrevista para La Cadera de Eva, Sharom Flores, psicóloga, educadora en sexualidad y colaboradora en El Diván Sensual, explica que esta clase de puntos de reunión donde las mujeres puedan hablar y reconocerse, por muy comunes que parezcan, son un acto político revolucionario.
“Me gusta que se asevere que estos espacios son importantes porque lo son, pienso por ejemplo, no sólo en las redes emocionales que hacemos, sino también, en las amigas que apoyan en cuidados, en crianza o que abren espacios donde se pueden generar recursos económicos. Reconocer este apoyo nos sostiene en muchos momentos de nuestra vida, en estos espacios, se ofrece la empatía, el cariño y son punto de encuentro donde nos identificamos con otras historias de vida”, comparte Sharom Flores.
Asimismo, la especialista comenta que esta clase de espacios han tratado de ser invisibilizados y estigmatizados por la sociedad, sin embargo, es necesario reconocerlos como un alimentador importante en nuestro bienestar, pues nos permite reflejarnos en la otra, hablar sobre lo que sentimos con otra compañera es importante, pues explica Sharom Flores, es vital que las mujeres no permanezcamos aisladas porque, muchas veces, no contar con este respaldo nos violenta y nos ciega para conocer nuestras propias virtudes, habilidades y capacidades: “estos espacios de amistad implican que yo pueda construirme; todas deberíamos vivir ese apoyo y de pertenecer a estos espacios donde nos sintamos seguras”
Entradas las 23:00 horas, Grecia de 19 años toca el timbre para reparar una de sus uñas, se presenta con las demás mujeres de la sala y, minutos después, una amistad que pareciera de años las hace ponerse de acuerdo para salir a cenar unos tacos. Cuentan dónde viven y, como cobijo, ofrecen estar las unas para las otras: “en caso de que se necesite, acá estoy”.
“Siempre tuve confianza en venir aquí con Kassandra porque me apoyó en ser quien soy. Es un espacio de libertad, sin ningún prejuicio, ella nos escucha siempre, con mucho respeto se acerca a ti y te pregunta cómo estás. Estar aquí es un tiempo muy agradable”
Demos eco al nombre de las mujeres que se acuerpan a la lucha por sobrevivir en la periferia y a las violencias económicas del sistema. Mujeres que venden ropa en línea, manualidades, pinturas, bisutería, postres, comida, compañeras que ponen uñas, extensiones y cualquier emprendimiento que venga en mente. Con ímpetu se han apropiado de los espacios y de las calles y, a través de su mano amiga, empujan con fuerza a otras para buscar la independencia económica. Su resiliencia y su coraje son resistencia.
*Agradecemos la participación de Kassandra García para la creación del artículo y a Diván Sensual por su colaboración