En América Latina existe un llamado urgente a reconocer el aborto como un derecho para todas las personas. En medio de una crisis donde la criminalización, el machismo y la violencia se encuentra en la agenda diaria de los países latinoamericanos, no hablar del aborto es ignorar una realidad violenta, donde abortar se convierte en un privilegio.
En un mapeo general, Argentina, Colombia y México han avanzado de manera conjunta en el camino a la despenalización del aborto y aventajado en esta materia al vecino del norte, Estados Unidos, que ha retrocedido en derechos sexuales y reproductivos. Sobre esto, Macarena Sáez, directora ejecutiva de la división de derechos de las mujeres para la organización Human Rights Watch (HRW), señala lo siguiente.
“En estos países (México, Colombia y Argentina), existe una conexión entre la protección al acceso legal y seguro al aborto y el reconocimiento de los derechos humanos, una respuesta que falta en Estados Unidos”, comentó la directora durante su intervención al presentar el Informe Mundial sobre Derechos Humanos del HRW.
Igualmente, la organización reconoció el trabajo de México en su legalización del aborto, después de que la Suprema Corte reconociera que la criminalización del aborto era absolutamente inconstitucional.
En nuestro país, la Suprema Corte de Justicia reconoce que el movimiento feminista se ha convertido en una piedra angular para contribuir y reconocer los derechos de las mujeres y personas con capacidad de género, sin embargo, la institución reconoce que abortar todavía se traduce en estereotipos, prejuicios y malas prácticas por parte de las autoridades estatales. Cada estado de la República avanza a su propio ritmo con sus leyes, lo que genera permeabilidades en las personas que intentan acceder a este derecho, pues mientras en la capital el aborto es libre hasta las 12 semanas, en el norte, por ejemplo, tenemos un Sonora, Sinaloa o Tamaulipas que permiten el aborto bajo circunstancias extraordinarias, como cuando la vida de la persona gestarte corre peligro.
Las medias tintas, las leyes con lagunas y la poca claridad en algunos estados genera que las mujeres no accedan a este derecho porque así lo desean, sino que deben justificarlo y nos lleva a cuestionar, ¿por qué un derecho humano debe ser demostrado?
Sobre esta misma línea, Colombia duplica las semanas, es decir, otorga a su ciudadanía la facultad de poder ejercer este derecho hasta las 24 semanas de gestación, dejando por mucho, a México que aún se mantiene tropezando en materia de salud reproductiva.
La contraparte del aborto en Latinoamérica
Ya se han mencionado estos tres países que, a pasos cortos, se han adelantado en reconocer como inconstitucional el derecho al aborto, sin embargo, nuestra región está conformada por un total de 33 países y es necesario hablar de naciones que son atravesadas por una fuerte violencia feminicida: Honduras, El Salvador, Guatemala y Bolivia.
La revista The Lancet, publicó en febrero de 2022 que el 42% de las niñas y mujeres de Bolivia habían sido víctimas de violencia por parte de sus parejas y exparejas, siendo el porcentaje más alto de toda nuestra región.
Por otra parte, el país centroamericano de Honduras vive una pandemia de feminicidios, pues en este pequeño país que posee casi la misma cantidad de habitantes que la Ciudad de México (10.28 millones), sólo en 2021 se registraron casi 300 feminicidios con un 95% de impunidad, según información del Centro de Estudios de la Mujer, Honduras.
Paralelamente, este país junto con El Salvador, tienen una clara tendencia a la criminalización de las personas gestantes que deciden abortar, aunado a esto, ambos países poseen una alta tasa de embarazo infantil y adolescente, señala información de EFE.
Uno de los datos a destacar, es que Nicaragua se ha exentado de unirse a la participación por eliminar la violencia de género e incluso, mantiene oculta toda información relacionada a las cifras de feminicidios en 2022.
El gigante del norte, Brasil, aún teniendo una de las economías más fuertes de la región se ha desmoronado en materia de violencia contra la mujer y se convierte en una prueba fehaciente de que cuando el machismo ocupa la silla presidencial, los derechos humanos básicos quedan mermados. El gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro reduje el 90% de los recursos destinados a combatirr la violencia de género y en 2020 intentó eliminar el derecho al aborto.
Es así que en Brasil no existe el aborto legal como se cree, pues aunque la propuesta de Jair Bolsonaro fue rechazada, no es completamente libre de ejercerse a excepción de las siguientes tres causales, según datos oficiales de gobernación:
- Riesgo para la vida de la persona que gesta
- Embarazo por violación
- Feto anencefálico
En Perú, Chile y Venezuela se continúa una constante lucha por despenalizar el aborto a nivel nacional, sin embargo, los procesos en los tres países se encuentran estancados y tienen en común, que existen lagunas en las leyes, no está claro el proceso del aborto y las personas gestantes viven obstáculos innecesarios para poder ejercer libremente su derecho a decidir sobre sus cuerpos.
Finalmente, en una mirada aún más minuciosa, es de suma importancia mencionar a los países que viven circunstancias de profunda violencia y precarización, como por ejemplo Haití, donde el aborto es completamente ilegal y donde poner sobre la agenda la violencia de género es impensable para un gobierno que está disipado y ausente; no existe una destinación de recursos, perspectiva de género y un sistema que acoja a las mujeres de esta isla que viven situaciones de abuso físico y sexual por parte de su pareja / esposos (45% de las mujeres señalaron vivir violencia, según la Convención de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer).
Reconocer el aborto como un tema de derechos humanos y que está relacionado íntimamente con la violencia de género nos ayudará a construir sociedades más justas y más libres, sin embargo, Latinoamérica ha quedado en un profundo rezago, producto de un machismo preponderante en nuestra región.
Saquemos a la iglesia, al estado, a los procesos entorpecidos, a las leyes con disparidades y a la moralidad latina de nuestros úteros. El aborto no es una cuestión que se preste a subjetividades, es un derecho y una libertad sobre nuestros cuerpos.