Una mujer mira directamente a la cámara. Trae una sudadera negra, pantalones de mezclilla y la expresión de indignación el rostro. Tras ella, los cuadros de aquellos a los que llaman héroes de la patria reposan boca arriba y pueden verse las inscripciones, los trazos de pintura y las flores que intervienen la obra original. “Quiero decirle al presidente que cómo se indigna por este cuadro ¿por qué no se indigna cuando abusaron de mi hija”», grita la mujer.
El video de Erika se hizo viral después de la toma de las instalaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) por la Colectiva Ni Una Menos y familiares de víctimas. Erika es la madre de una niña de diez años que fue violada cuando tenía siete y, a la fecha, sigue pidiendo justicia. Su voz nos representa: ¿por qué se indignan ante las pintas y hacen caso omiso a la violencia en contra de las mujeres? ¿Cómo un cuadro es más importante que el reclamo de una niña violada? ¿Cómo una pared merece más respeto que la vida de una mujer?
Un monumento intervenido no nos devolverá a las compañeras asesinadas, es cierto. Pero las exigencias que se plasman en paredes, estatuas o cuadros son una expresión más del pedido desatendido de justicia y sirve como recordatorio para los ciudadanos, las autoridades y todo aquel que pase por el lugar de que en México nos matan, nos abusan y nos violan.
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La resignificación de la historia
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Una mujer mira directamente a la cámara. Trae una sudadera negra, pantalones de mezclilla y la expresión de indignación el rostro. Tras ella, los cuadros de aquellos a los que llaman héroes de la patria reposan boca arriba y pueden verse las inscripciones, los trazos de pintura y las flores que intervienen la obra original. “Quiero decirle al presidente que cómo se indigna por este cuadro ¿por qué no se indigna cuando abusaron de mi hija”», grita la mujer.
El video de Erika se hizo viral después de la toma de las instalaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) por la Colectiva Ni Una Menos y familiares de víctimas. Erika es la madre de una niña de diez años que fue violada cuando tenía siete y, a la fecha, sigue pidiendo justicia. Su voz nos representa: ¿por qué se indignan ante las pintas y hacen caso omiso a la violencia en contra de las mujeres? ¿Cómo un cuadro es más importante que el reclamo de una niña violada? ¿Cómo una pared merece más respeto que la vida de una mujer?
Un monumento intervenido no nos devolverá a las compañeras asesinadas, es cierto. Pero las exigencias que se plasman en paredes, estatuas o cuadros son una expresión más del pedido desatendido de justicia y sirve como recordatorio para los ciudadanos, las autoridades y todo aquel que pase por el lugar de que en México nos matan, nos abusan y nos violan.
Los cuadros y monumentos fueron creados para conmemorar fechas, momentos de la historia o grandes personajes. Son, entonces, un recordatorio de algún hecho, lugar o persona que marcó la historia del país y, al igual que el arte, está en constante resignificación y diálogo con la sociedad y sus ciudadanos. Por lo tanto, es necesario entender que la violencia generalizada que se vive en contra de las mujeres es parte de esa historia y la expresión que se desprende de la indignación y el hartazgo merece quedar plasmada por todo el país.
Podrán hacer leche deslactosada, café descafeinado y gaseosa sin azúcar, pero el componente disruptivo de las manifestaciones no solo es una pieza característica, sino que encarna la misma naturaleza de la protesta. Las pintas y los vidrios rotos son la voz del hartazgo, el enojo y la desesperación. Son, también, un llamado de atención al presidente que confunde gimnasia con magnesia, una exigencia a la CNDH que no responde, una sacudida a quienes se quejan de las formas, pero jamás atendieron el fondo, un grito a los ciudadanos que siguen siendo indiferentes y un pedido a los medios de comunicación cuya cobertura es una herramienta fundamental para expandir el alcance del reclamo.
Las pintas sirven. Y el enojo que se desprende de algunos sectores es muestra de ello; la problemática de la violencia de género lleva ya un tiempo en boca de la opinión pública y necesitamos que nuestras exigencias sean escuchadas: les estamos vandalizando la indiferencia.
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