Los mom jeans no van bien a los cuerpos pequeños o con caja torácica ancha, los pantalones anchos van mejor a mujeres delgadas para disimular, pero es impensable que utilicen de pitillo porque entonces, se notarán los huesos de sus caderas -las satanizadas hip dips-, las mujeres pequeñas deben usar zapatillas en pico para parecer más altas y hablar de cuerpo grandes es aún más complejo, para ellas, no hay otro remedio en la moda que ocultar, usar negro adelgazante y evitar estampados. Este es parte del decálogo, casi sagrado, que la mujer interioriza al momento de relacionarse con la moda, ¿violento?: sí, ¿normalizado?: también.

Elizabeth Flores se ha dedicado al mundo del modelaje de unos años a la fecha, en entrevista para La Cadera de Eva reconoce la cantidad de discursos violentos como el racismo, gordofobia e incluso, clasismo que imperan en este sector. Desde su adolescencia convirtió en su enemigo los top y los shorts, sus piernas son delgadas y aprendió bien del decálogo de “la moda lo que te acomoda”. 

Salir a comprar ropa se convirtió en una odisea, sentía vergüenza de su cuerpo, de sus piernas, de sus senos e incluso, a su alrededor la señalaban por tener un trastorno alimenticio. Desde el hartazgo, decidió romper con estas leyes aprendidas e iniciar un proceso de deconstrucción que le permitiera amar su cuerpo, mejorar la relación dolorosa que mantuvo con él y sobre todo, externar esto con otras mujeres con empatía. 

“Lucho con ello trabajando en mi seguridad, no apoyando comentarios violentos contra otros cuerpos o vestimentas. La empatía y reconocer que todos los cuerpos son reales es parte de esta lucha, sólo tú puedes opinar sobre tu cuerpo y nadie más”, comparte en entrevista.

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En remembranza, Marbella Figueroa, integrante de Afrochingonas comparte para Malvestida un escenario que, seguramente, queda en el recuerdo de una gran parte de la población: los lunes de honores a la bandera. 

Blanco para resaltar, negro para ocultar, nos dicta la moda. Bajo esta ley inquebrantable, Marbella Figueroa recuerda su repudio por este día y el uniforme blanco obligatorio, esto significaba sólo una cosa: su cuerpo y su piel morena resaltaría. 

“El color blanco me hacía ver más gorda, pero, ¿qué tiene eso de malo?”, escribe en su artículo Colorimetría: El racismo lo atraviesa todo, también los colores.

En este mismo espacio, señala todo el tiempo que dedicó a utilizar únicamente negro, especialmente en su adoelscencia. Un recuerdo latente que brota cuando se piensa en cuántas veces el negro no se convirtió en el refugio de de millones de personas durante su juventud, todo bajo el concepto gordofóbico y colonial que se ha arraigado en el pensamiento colectivo. 

Luchar contra la industria de la moda que instauró la delgadez y la blanquitud desde hace décadas puede parecer demasiado romántico, sin embargo, desde las trincheras de cada mujer se puede generar una revolución que tira con fuerza el muro y abre la puerta para visibilizar la diversidad corporal. ¿Por dónde inicia esta revolución?, para desenredar el hilo, La Cadera de Eva mantuvo conversación con Regina Ramírez, diseñadora de moda y  la doctorante en ciencias médicas y Maestra en Psicología, María Cedillo. 

Una conversación, muchas aristas: entre mujeres tejemos la primera resistencia

En un recorrido histórico, Regina Ramírez señala los cambios a los que la mujer ha estado sujeta a lo largo de los años, atravesando por la revolución industrial y el concepto de la mujer florero que, concretamente, consistía en que la mujer debía lucir bien arreglada como prueba del trabajo del marido. Posteriormente, la incorporación de las mujeres al mercado laboral, sin importar bajo qué lente se observe, es innegable que el cuerpo feminizado ha sido siempre objeto de escrutinio social y reducido patriarcalmente a la creencia de que sólo es valioso cuando posee las características hegemónicas

¿Cuál es la mejor manera de apegarse a esta meta de hegemonía eurocentrista?, de manera violenta, aprendemos a relacionarnos con nuestro cuerpo con rechazo, especialmente, cuerpos afrodescendientes, cuerpos grandes, delgados o de tez morena. La violencia parte desde el momento en que, en los medios masivos de comunicación se nos muestra cómo debemos vestir, qué atributos sí debemos exaltar y las redes se inundan con consejos para ocultar las partes del cuerpo femenino que resultan incómodos para el ojo misógino; hip dips, senos pequeños, piernas delgadas, estómagos abultados, brazos grandes, hombros anchos, caderas pequeñas y en general, cualquier cuerpo real se convierte en un problema cuando no cumple con las características dictadas o bien, cuando no es para el consumo de los otros. 

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En esta línea María Cedillo señala que en las sociedades eurocentristas y coloniales se nos hace creer cómo deben ser las mujeres, es parte de una tradición aprendida que lastima y violenta

“Afecta las libertades, la libertad de expresión de la personalidad, crean angustias, dismorfia corporal, merman en el bienestar de las personas, crea angustias e incluso, trastornos de conducta alimentaria. Estas ideas nos hacen mal, especialmente, a las mujeres que estamos siempre en el escrutinio público de cómo nos vemos o si cabemos o no en los estándares”, explica en entrevista.

Frases en la cotidianidad que replicamos y escuchamos de otras mujeres como, “esto me hace ver más morena”, “esto me hace ver gorda”, “eso no te favorece”, “el escote te hace ver mal”, corresponden a un discurso que normaliza la relación violenta con nuestro cuerpo y el de las otras. Desde el lenguaje, inicia la primera revolución, cuestionar el por qué decimos comentarios de este corte o a raíz de dónde lo replicamos, propicia el cambio para romper la cadena que nos lastima. 

Para la doctorante, es necesario rechazar -sin condiciones- todo comentario o palabra racista y gordofóbico para ofender, este primer acto, aunque parezca breve, en realidad conlleva un arduo proceso para aprender a reconocernos como personas valiosas y sobre todo, representa una resistencia en contra del patriarcado que, desde la infancia, nos hace creer que el cuerpo feminizado es sólo valioso cuando es hegemónico

“Tenemos que cambiar el lenguaje que utilizamos, debemos respetar a las personas, aceptar las diversidades y eliminar los mandatos sociales, cuestionar los discursos de la hegemonía y reflexionar sobre las implicaciones que tiene la manera en que nos comunicamos”, sentencia.

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Paralelamente, la especialista en moda Regina Ramírez se une a la conversación con una segunda resistencia: explorar. Desde hace siglos, explica, se tenían estas creencias del cuerpo femenino idóneo que además, podía ser poseído por el hombre patriarcal, a través de su palabra, señala que se puede comenzar a generar un cambio poderoso a través de eliminar todo precepto de cómo debe ser lo estético, cómo debemos lucir y por el contrario, amar nuestro cuerpo a través de la expresión.

“A las mujeres les aconsejo que jueguen con los colores, con las prendas que deseen, sin importar su peso o su tono de piel. Si usas la ropa adecuada para acentuar lo que TÚ deseas acentuar, con eso es suficiente. La gente a menudo cree que cuando tienes sobrepeso debes usar una sábana enrollada, ¡eso no es así! Las mujeres podemos usar cosas ajustadas, colores llamativos, ropa corta: la moda exalta la belleza de la individualidad, jamás oculta, esconde, ni violenta”, comparte.

En Palabras de Audre Lorde, escritora afroamericana: “Cuidar de mí misma no es un acto de autoindulgencia, es autopreservación."

La tercera resistencia es la vencida: infancias y adolescencias amadas y respetadas

En un principio, se retomó la vivencia de la activista Marbella Figueroa y detona la importancia de sentirnos respetados desde nuestra infancia. De manera generacional, el comentario violento muchas veces parte desde el seno familiar; comentarios que apelan al racismo y a la gordofobia y que, nos demuestran que la única manera de coexistir con el cuerpo que habitamos es con odio y anhelar siempre el cambio, ¿qué debo ocultar y qué debo cambiar? 

Contrario a lo que podría parecer el tránsito a la adolescencia, muchas mujeres la atraviesan de manera dolorosa y en la adultez se vive intentando ocultar y/o disimular lo que se nos enseñó, es indeseable.

“Pienso en las infancias y adolescencias que están generando su identidad, es necesario que seamos una sociedad que les dé la bienvenida a la vida, que se sientan amadas sin necesidad de entrar en el estándar de belleza y esto es una responsabilidad colectiva”, explica María Cedillo.

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En este contexto, Regina Ramírez señala que, generación tras generación, existe un discurso profundamente violento al que somos sometidas, sin embargo, las generaciones más jóvenes en nuestro país son la resistencia más importante al visibilizar la diversidad corporal, permitirle a las adolescencias explorar y lo más importante, que su desarrollo sea en entornos amorosos.  Por supuesto que esta lucha es colectiva y es necesario concientizar a las adolescencias e infancias que lo que se ve en medios masivos no es un reflejo real de la sociedad. 

La especialista se ha desempeñado en la productora de televisión más importante del país y señala que, es momento de levantar la voz y decir: esto no es real

“La realidad es que la moda está para ayudarnos a sentir mejor con nosotros, es para expresarnos pero, ¿cómo nos vamos a expresar si estamos encadenados a cumplir con algo que no es real? En mi trabajo lo veo todo el tiempo, que si estás blanca, alta, delgada, morena, de todo se quejan en producción (…) desde los medios de comunicación tenemos un problema, estamos vendiendo una imagen real de las personas, vendemos estándares ofensivos, estándares irreales, ¿cómo vamos a deconstruirnos si seguimos vendiendo las mismas ideas que hace diez siglos?”

En un escenario doloroso donde, en algún momento de la vida se nos haya lastimado por utilizar una prenda, unos jeans, un vestido, una falda, una playera e incluso un color, la psicóloga María Cedillo acota que debemos sacudirnos de esta violencia clasista, racial o gordofóbica según el caso de la mano de un especialista y hace especial hincapié en que jamás debemos sentir responsabilidad por haber vivido una situación de este tipo, por el contrario, la responsabilidad recae únicamente en quién la ejerce, explica. 

Asimismo, hace una lectura interesante en señalar que no se trata de patologizar a las víctimas, sino entenderlas desde la empatía como personas que vivieron un contexto hostil, debemos respetar los tiempos, el proceso de sanación, preguntar qué necesita y acercarla con una especialista con perspectiva de género

“Hay muchos miedos, hay mujeres que fueron víctimas de violencia racista, por ejemplo. A las mujeres que vivieron una situación así, les diría que desde el autocuidado hay que cuidar nuestros entornos y poner límites, ¡alza la voz y haz notar las opresiones a las que estás sometida!” (María Cedillo, doctorante, psicóloga y terapeuta)

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