Las mesas de debate alrededor del mundo le dedicaron horas a discutir sobre lo que pasó en el Ecuador hace poco más de dos meses, el 9 de enero de 2024, y cuyo punto álgido fue el preisdente del país sudamericano, Daniel Noboa, declarando que el país se encontraba en un conflicto armado interno. A la conversación se sumaron expresidentes, politólogos, internacionalistas y profesionales interdisciplinarios que ayudaron a analizar el panorama del país del sur; sin embargo, pocos recogieron lo que las organizaciones como Mujeres de Frente tienen que decir.

Mujeres de Frente es una organización que viene trabajando desde el 2004 en la acción feminista antipenitenciaria. Tienen un basto conocimiento sobre la crisis carcelaria en el Ecuador. De hecho, ellas mismas comienzan esta conversación proponiéndonos una línea de tiempo para explicarnos cómo esta situación se fue forjando a través del tiempo y es consecuencia de políticas públicas ejecutadas por los distintos gobiernos que ha tenido el Ecuador desde el 2014. Año que ellas consideran cómo un hito en este proceso.

La Ruptura del vínculo familiar: de personas a PPLs (personas privadas de la libertad)

Mujeres de Frente es una organización conformada, también, por mujeres, familiares de personas privadas de la libertad como Mariana, quien nos relata, desde su experiencia personal, por qué el 2014 representa el inicio de todo con la construcción de las cárceles regionales durante el gobierno de Rafael Correa

Estas Megacárceles que se propusieron como medida ante el hacinamiento de la población carcelaria, terminaron por generar una ruptura del vínculo familiar. En primer lugar, porque la población carcelaria fue trasladada fuera de la ciudad, lo que se tradujo en menos visitas familiares, ya sea por la distancia o por el dinero extra que supone el viaje al nuevo centro que se encuentra, aproximadamente, a dos horas de Quito.

Las nuevas cárceles también impusieron nuevas reglas, como la restricción de acceso a solo dos familiares por persona encarcelada, además de la reducción del  tiempo de visita. Esto aisló a la población carcelaria de la ciudad, como nos explica Andrea, y sentó las bases para que las cárceles se convirtieran en campos de guerra.

Para las Mujeres de Frente, el arrebato del vínculo familiar es el inicio de la deshumanización, el punto de partida en la transformación de una persona a una PPL, como son llamados por el sistema penitenciario.”Les quitaron los sentimientos, les quitaron hasta la capacidad de pensar.¿Cómo vas a pensar encerrado entre cuatro paredes?”, nos dice Martha.

El hambre y la soledad como anzuelos para el crimen organizado

Las condiciones para el conflicto, según nos cuentan desde Mujeres de Frente, se crearon dentro de las cárceles con el aislamiento de la población penitenciaria, la privación del vínculo familiar y la falta de acceso al alimento. Martha nos cuenta, por ejemplo, cómo antes la familia podía ingresar alimentos y compartir con sus seres queridos, pero con el nuevo régimen ésto se prohibió, y los economatos pasaron a ser las únicas fuentes de abastecimiento de comida. Es decir, el acceso a alimentos ahora es solo mediante el pago mensual que los familiares hacen al economato.

Fuera de los centros penitenciarios también se dieron cambios importantes como la disminución de alternativas a las penas carcelarias y una nueva legislación que permitió que el encarcelamiento sea masivo y de sentencias inmediatas.

De esta manera, cada vez hay más personas encarceladas, y quienes ya están dentro, sufren más hambre, aislamiento y desesperación. Incluso, este aislamiento permitió que la violencia escalara, ya que los centros se encuentran fuera de la ciudad, las familias no tienen suficiente acceso para identificar lo que se estaba forjando. Todo eso se convirtió en tierra fértil para el crimen organizado.

Mujeres de Frente
Mujeres de Frente

La normalización de la violencia y la construcción del enemigo

Durante los 10 años que vinieron desde la apertura de las megacárceles, las medidas de los gobiernos permitieron y fomentaron que la población, dentro y fuera de los centros penitenciarios, comenzara a armarse. La presencia de las fuerzas armadas se hizo más frecuente en los territorios históricamente más golpeados por la pobreza, como Esmeralda y Guayas que además, cuentan con una alta población afroecuatoriana, y que en los últimos años han vivido en constante Estado de Excepción.

Por su parte, los medios de comunicación masivos empezaron a transmitir en vivo las masacres penitenciarias, y a mostrar a la población racializada y empobrecida armada. Se estaba así creando el perfil del enemigo público, al que luego el presidente Daniel Novoa le declararía la guerra.

Andrea nos explica cómo los medios han reducido esta compleja realidad a una dicotomía que muestra al Estado como bueno y a los jóvenes racializados y empobrecidos, englobados todos en crímen organizado, como malos. Lo que ésto genera es que la población se encuentre en el medio de dos fuegos cruzados, sin la información necesaria para comprender que hay un vínculo entre estos dos actores que permite que operen en conjunto.

El enemigo es el pueblo”, según lo que nos explican, la militarización no solo rompe con el tejido social e impide la movilización de la gente, sino también hace que toda las personas de clase obrera sea sospechosa de terrorismo, y eso es ahora una política de Estado.

Resistencia feminista popular

Las Mujeres de Frente accionan frente a esta situación creando redes para evitar que este nuevo gobierno, individualice sus luchas. En el país se respira violencia, pero ellas se mantienen unidas y nunca en silencio.