Dentro de las sociedades androcéntricas existe un componente importante que abona para que este sistema se mantenga vigente. En primera instancia, se debe recordar que toda estructura social, histórica, económica, social y científica posee un sesgo que coloca al hombre -como especie- en el centro de un todo, como diría la socióloga Charlotte Perkins Gilman: “el hombre hizo al mundo” y en ese sentido, las sociedades son incapaces de observar el punto de vista femenino, de este cultivo, nace la ginopia un juego de palabras que viene de miopía.
El hombre ginope es aquel que omite la palabra y experiencia de la mujer, de manera inconsciente y aprendida. Este proceso de socialización lo hemos normalizado todas las personas, hombres y mujeres por igual. Se desconocen las obras de las mujeres, no son nombradas, no existe perspectiva de género y poco se habla de las violencias que viven en la cotidianidad, y en caso de mencionarlo en las instituciones, esta miopía o ceguera dificultará que los servidores públicos ejerzan con justicia.
Desde el 2004, Evangelina García Prince, catedrática venezolana ha visibilizado la ginopia como un discurso que desacredita la existencia de las mujeres.
“La ginopia es ceguera a lo femenino, el no ver a las mujeres, el no percibir su existencia; se entiende como una omisión, generalmente no consciente, naturalizada y casi automática. Se habla de ginope para calificar a los sujetos, grupos u organizaciones que mantienen una práctica o patrón inveterado de omisión y exclusión en el discurso y en la práctica” (Evangelina García)
Para entender, en dimensión la importancia de este concepto, se debe colocar en mismo renglón que el androcentrismo, pues esta miopía se presenta como una de las formas más extremas de rechazar el quehacer de las mujeres en la historia, señala ONU Mujeres en su Guía de lenguaje no sexista.
De un término legal a un plano social
Aunque en años recientes se ha comenzado a hablar de esta ceguera en otras cuestiones, el término de la ginopia nació del marco legislativo y penal para hacer referencia a las prácticas sin perspectiva de género que ejercían -ejercen- fiscales, jueces y autoridades para tratar temas de violencia feminicida y de género.
De manera frecuente, las mujeres se enfrentan a la revictimización a la hora de acceder a la justicia. Cuestionamientos sobre su situación de vida, culpabilizar o simplemente no creer en la palabra de las mujeres es un acto de ginopia.
A través de situaciones como señalar que la denunciante exagera, tiene la culpa de la violencia que vivió o simplemente minimizar la experiencia de las mujeres nos habla de una ceguera colectiva donde, con frecuencia, los servidores públicos ejercen siendo ginopes.
La construcción de nuestros sistemas de justicia, al igual que los órganos gubernamentales, parten desde un sesgo masculinizado y aunque se realicen esfuerzos por generar fiscalías con perspectiva de género o separatistas, la realidad es que difícilmente las personas logran ajustar su visión y renunciar a esta miopía, no porque no quieran hacerlo o porque no sepan cómo, sino porque es así como el sistema está construido.
Prueba de que nuestras instituciones están llenos de ginopes, es que en México 3 de cada 10 mujeres fueron tratadas de manera hostil y excluidas a la hora de denunciar, de acuerdo con el informe Nosotras Tenemos Otros Datos 2022.
Por otra parte, esta ginopia está fuertemente instaurada en todos los niveles legislativos, como reflexión, sólo es necesario preguntarse ¿quiénes han hecho las leyes en nuestro país ?, ¿estas personas que determinaron el marco legislativo lo hicieron pensando en toda la ciudadanía o fue de manera androcéntrica? De acuerdo con México Evalúa, de los 85 programas públicos que ha lanzado MORENA, sólo 10 son específicamente enfocados en mujeres, prueba contundente de que la vista de quienes tienen el poder tiene una miopía severa.
“Es la imposibilidad de ver la experiencia de las mujeres, aspecto que se encuentra íntimamente relacionado con la cultura androcéntrica, el poder, la lucha por la conservación de privilegios, la cultura de dominación, entre otras tantas aristas” (Marina Morelli, abogada)
Un salto de la ginopia al lenguaje: la importancia de nombrarse
Fue gracias a Evangelina García Prince que se habló por primera vez de la importancia de nombrar a la ginopia que no sólo violenta, sino también, difunde un discurso de invisibilización a través de la palabra. Por ejemplo, el hecho de nombrar las cosas femeninas y hacernos los miopes cuando se trata de hacer uso de un lenguaje no sexista e incluyente.
En el libro “¿Feminista yo?, escrito por Ana Vázquez, la autora acota que existe un odioso argumento de la RAE en el que se concibe la lengua como mecanismos asépticos y privilegia la economía del lenguaje sobre la injusta invisibilización de las mujeres.
Desde finales de los 70s, mujeres como Deborah Tannen, Julia Kristeva, Mary Daly, Nelly Richard o Judith Buttler colocaron en el radar la importancia de liberarnos de esa alienación de la lengua, frotarnos los ojos y deshacernos de la miopía con la que hemos aprendido a vivir.
“Una lengua contaminada”, fue como la filósofa feminista Mary Daly se refirió a la estructura de nuestra comunicación y quizás, sentó los primeros precedentes a lo que hoy llamamos ginopia. En este postulado, señaló el androcentrismo y la invisibilización de la mujer a través del sistema de la lengua hecho por hombres para nombrar a otros.
En este contexto, la escritora Ana Vázquez reafirma que las mujeres tenemos derecho a ser nombradas y ocupar el lugar central de todas las lenguas también.
“Debemos reconstruir lo que generaciones completas han absorbido y normalizado. Reconocer y actuar conforme a la importancia de nombrar a las mujeres”, señala en su obra.
La ginopia se encuentra en cada espacio posible, desde la socialización, hasta las estructuras políticas que ostentan el poder. Deshacernos del androcentrismo y su componente la ginopia es un proceso de cuestionar, señalar y visibilizar las prácticas giopes. Ser nombradas es un derecho primario de toda persona, pues en palabras de George Steiner, lo que se nombra no existe.
Las mujeres existen, son creadoras de la historia y deben ser nombradas en voz alta. Pero para reconocerlas -reconocernos- es necesario ajustar nuestra mirada. Si bien deshacerse de un mundo androcéntrico preconcebido puede parecer una tarea imposible, el feminismo empuja con fuerza para reafirmar nuestra existencia, dejar de ser un sector escondido, oculto y desvalorizado a través de levantar la voz, recordar a las mujeres que escribieron la historia y fueron invisibilizadas, denunciar las prácticas ginopes en las fiscalías.
La mujer feminista ya no padece de ceguera ginope porque tiene bien puestas las gafas violetas.
“Todo sistema de dominación se interioriza y reproduce a través de las relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres. Por eso, en el feminismo luchando contra la desigualdad estamos en realidad minando y socavando al resto de las desigualdades humanas” (Ana de Miguel, feminista y filosofa)