Los hombres no llora, por el contrario, ostenta el monopolio de la rabia y de la socialización violenta. Este, es uno de los postulados de la socióloga australiana Raewyn Connell, que desarrolla la manera en que los hombres masculinos hegemónico aprende a relacionarse, a dominar y exaltar cualidades de la virilidad, sin embargo, en este discurso, se encuentra una importante contradicción y es que, este modelo también oprime, aísla y encadena al hombre a una sola manera de vivir su masculinidad. Pero antes de atravesar por este tema, es necesario acotar que no se puede hablar de la hegemonía masculinizada sin antes, encontrar la conexión que fomenta y legitima este comportamiento: el sistema patriarcal.

La masculinidad hegemónica es definida en sus valores opresivos y dominantes, sus componentes misóginos y homofóbicos, su validación homosocial, y su inherente fragilidad, para finalmente criticar su naturaleza violenta y dañina que no sólo afecta a las mujeres, sino también a los mismos hombres. (Bastián Olea, sociólogo especializado en género y fat studies)

El patriarcado está sostenido en una dicotomía de género y la división sexual del trabajo, es decir, que este modelo establece lo que es “natural” en el modelo sexo - genérico, un postulado que anula la diversidad humana y reduce a las personas a dos espectros:

El primero, define el destino de los hombres, cuya finalidad es proveer, cuidar y trabajar. En segunda instancia, se encuentran a las mujeres, que tiene como causa última la maternidad, el trabajo no remunerado y la crianza. 

En esto, el documento “Dos conceptos de masculinidad hegemónica” escrito por Jorge Gardea, acota que en nuestro sistema, los privilegios de la vida pública, política y económica está reservada para los hombres, y lo privado, para las mujeres. Entonces, ¿cómo se relaciona el patriarcado con la masculinidad hegemónica?

El sociólogo e investigador de diversidad sexual, Salvador Cruz de la Universidad Autónoma Metropolitana señala que el hilo conductor entre el patriarcado y la masculinidad hegemónica, es que el primero -respectivamente- permite los significados asociados a la virilidad y a la dominación con el fin perpetuar las desigualdades entre hombres y mujeres, en otras palabras, la masculinidad hegemónica depende de la legitimidad que le permite el sistema patriarcal

Eso sí, el patriarcado no fomenta ni sustenta otras masculinidades (por ejemplo, la masculinidad trans), por el contrario, sólo otorga el poder a la hegemonía violenta, aquella que establece la dominación, la subordinación, el pacto patriarcal entre varones, oprime a otros varones homosexuales, marginados, de distintos orígenes étnicos, raciales y de clase

En pocas palabras, el sistema sólo permite al varón vivir una masculinidad que ostente el poder, algo que el sociólogo y filósofo Antonio Gramsci entiende de la siguiente manera:

“La hegemonía se refiere a la dinámica cultural por medio de la cual un grupo exige y sostiene una posición de mando en la vida social. Sin importar cuál sea el momento, la cultura siempre preferirá alguna forma de masculinidad

¿En dónde aplicar la masculinidad hegemónica?

El concepto comenzó a utilizarse a finales de los 80s en el continente Europeo y se aplicó para entender algunas relaciones de poder altamente violentas que nacen desde el imaginario colectivo de cómo ser hombre, ¿a qué se refiere esto?

En 1993, A. Slekton abordó en su obra On becoming a male physical education teacher: The informal culture of students and the construction of hegemonic masculinity. Gender and Education cómo funciona la socialización entre los alumnos, los patrones de bullying y los hombres que ejercen opresión por encima del resto del aula. Por consecuente, esto no sólo quedó entre el alumnado, sino también, se descubrió que este fenómeno de acoso / dominación, se repetía en el patrón de comportamiento docente. Especialmente, entre los profesores -mayormente hombres- que daban materias de Educación Física y que demostraban un comportamiento agresivo, de rabia y dominación con el resto del profesorado. 

El concepto de masculinidad hegemónica, también permitió entender el monopolio de los crímenes en algunas regiones de Europa, es decir, observar que quienes desempeñan actos como el robo, el asesinato y el abuso sexual, eran jóvenes que tenían una manera violenta de relacionarse con su masculinidad: con rabia, homofobia, misoginia y supremacía

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Otra lectura interesante para entender la influencia de este concepto, se asocia a la manera en que se percibe el deporte y el imaginario colectivo de “la afición apasionada”. 

Para esto, es necesario observar a los llamados hooligans y la manera de socialización con los otros, ¿cómo vivían la masculinidad y el deporte? Esto es algo que los teóricos Michael Messner y Donald Sabo abordaron a mediados de los 90s en Sport, Men, and the Gender Order y dedujeron que la popularidad del deporte de contacto, la rivalidad, las agresiones y las imágenes que obtenemos de esto, es parte de una representación de la masculinidad hegemónica. Es decir, los aficionados tienen la facultad de gritar, sentir molestia, agredir, ejercer violencia de género y homofóbica contra lxs otrxs, siendo esto un hecho permisible porque en el determinante social, es así como debe funcionar la masculinidad.

¿De qué manera la masculinidad hegemónica violenta y cómo deconstruirlo?

La masculinidad hegemónica margina el cuerpo de los hombres, explica la socióloga que acuñó el término, Raewyn

Connell, por ejemplo:

  • Los hombres que históricamente han utilizando su cuerpo como arma en conflictos bélicos

  • Los hombres que demuestran dominación a través de actos violentos como las riñas, peleas y discusiones

  • Hombres que, en el intento de reafirmar su poder y defender el “honor” masculino hegemónico, son capaces de violentar, exponer su cuerpo a situaciones de peligro con la final de demostrar virilidad (por ejemplo, conducir a exceso de velocidad o consumir sustancias nocivas), no recibir atención médica oportuna e incluso, incurrir en extremos actos de odio y/o homofobia

  • Patrones de conducta que no le permiten a varones infantes / adolescentes comunicarse de manera emocional y responsable con el mundo que les rodea; “los hombres no lloran

  • Los hombres masculinos hegemónico no se involucra en la crianza de sus hijas e hijos, pues considera, es un rol que no le compete y la crianza, el amor y el cuidado, no son cualidades "naturales" de su género

El discurso de este varón hegemónico, ha sido una figura muy presente en la humanidad, son personas admiradas por la historia (pese a haber sido hombres altamente violentos), algunas otras figuras son exaltadas por iglesias, abordados en nuestros medios de comunicación y otros hombres, son celebrados por el Estado. Esta masculinidad hegemónica  difunde deseos, fantasías y proveen modelos (violentos) de relaciones con mujeres que, posteriormente, serán replicados por otros hombres como una forma de vivir cotidianamente, señala el libro Hegemonic Masculinity: Rethinking the Concept, de R.W Conell.

Con esto, se llega al último apartado y es que, el hombre por sí mismo, no representa la masculinidad, pues esta última es más bien, una representación en el imaginario colectivo de cómo deben ser los hombres. Y para esto, debe ser avalado por el sistema patriarcal, por los medios de comunicación, por el estado, la iglesia,  la sociedad y la cultura. En esta última frase, se esconde una respuesta importante para comenzar a derribar este sistema de creencia: la cultura es cambiante.

Por ello, la lucha conjunta entre el feminismo y el hombre no hegemónico (racializados, pertenecientes a una minoría, que no se identifican con el estereotipo masculino o pertenecen a la disidencia sexual) construye prácticas pensadas en la igualdad, en la reivindicación de la masculinidad hegemónica y construye relaciones en igualdad entre hombres y mujeres, desbaratando así, la validez que otorga el patriarcado al "único modelo de masculinidad," algo que Raewyn Connell (R.W) defiende de la siguiente manera:

“La disección de las distintas masculinidades, dibujará desde un ideario feminista una masculinidad a la que no aspirar, posibilitando no solamente la visibilidad de las masculinidades disidentes o marginadas que eran oprimidas por la propia etiqueta de masculinidad (varones homosexuales, mujeres trans, hombres sin techo, etc.), sino también, la aparición de la capacidad de articulación de masculinidades contra- hegemónicas con consciencia disidente. Hombres que en la práctica convergen con los feminismos y se impregnan de un ideario pensado para una igualdad real entre hombres y mujeres.” (Raewyn Connell)