En la periferia del norte de la Ciudad de México, se levantan las fábricas de la zona industrial, siempre humeantes, se encuentran las productoras de levadura y de alimentos para mascotas. El resto de las anchas calles se llenan con bodegas, algunas, abandonadas desde hace años, con los cristales rotos y el pastizal crecido. En esta línea divisoria, un par de colonias coexisten entre la verde Ciudad de México y el grisáceo Estado de México

En una de estas tres colonias, radica María Piña, una mujer de 78 años que, por prescripción médica tiene recomendado salir y caminar al menos, 15 minutos. “Pero, ¿adónde voy yo?, siempre le pregunto al doctor”, señala en entrevista con La cadera de Eva. 

Con epilepsia diagnosticada desde hace más de 60 años, María Piña explica que no puede salir sola de casa pues le preocupa tener una crisis y que no exista quién la auxilie. No hay parques alrededor que cuenten con seguridad y su colonia figura entre las cinco con mayor índice delictivo en todo Tlalnepantla de Baz, de acuerdo con la Comisión Estatal de Seguridad. 

Su actividad física se limita cuando, religiosamente, sale todos los días a la iglesia de su colonia en punto de las siete de la tarde. Por otra parte, cuando sale en compañía de su vecina, otra mujer de la tercera edad que practica zumba, lo hacen en un parque de una colonia aledaña perteneciente a la Ciudad de México, para ello, necesitan cruzar la avenida Vallejo por un costado de la zona industrial

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“Sí, me gustaría un lugar para sentarme y que haya patrullas”, comparte cuando se le pregunta qué clase de espacio desearía tener cerca de ella. 

En remembranza, señala que antes existía un lugar donde podía trotar con su esposo, pero tras la construcción de la carretera que corre rumbo a Ecatepec, este espacio fue sustituido y actualmente, el pastizal de las orillas ha quedado descuidado, sucio y seco. “Antes habían hasta patos ahí, ahora esa agua a veces se encharca porque quedó abajo de un puente y huele feo”, explica. 

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En contraparte, a 12 kilómetros de esta zona se encuentran los espacios verdes habitados por un sector específico de la sociedad. Colonias de clase media/alta, como La Roma o Condesa en la Ciudad de México, con acceso a espacios que se mantienen siempre verdes, en constante cuidado, con clases gratuitas de baile, pintura, meditación, música en vivo, vigilancia, patrullaje, trabajos de jardinería y alumbrado público. Una disparidad absoluta cuando se pone bajo el lente. 

El privilegio de habitar en zonas verdes

De acuerdo con información de la Secretaría de Medio Ambiente de la CDMX, en la capital corresponde 7.54 metros cuadrados por cada habitante, por su parte, en el Estado de México, existe un vacío informativo respecto al inventario de áreas verdes, por lo que no se puede determinar la cantidad de espacios que corresponden a cada habitante. De cualquier manera, es necesario cuestionar no sólo cuánto espacio verde debemos tener, sino cómo está distribuido y cómo la mancha urbana tiene acceso al privilegio verde limpio y seguro

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De unos años para acá el urbanista y fundador de Natura Based Solutions, Cecil Konijnendijk ha planteado la “Ley 3-30-300 por ciudades más saludables y verdes, de manera concreta, este postulado señala que toda persona debe de tener, por lo menos, 3 árboles de manera visible desde el hogar, vivir en un barrio que tenga un 30% de árboles, pasto o bosque y finalmente, vivir a menos de 300 metros de un parque, en retrospectiva, María Piña vive a 4.9 kilómetros de uno. 

El urbanista sostiene que contar con estos espacios de manera cercana a nuestra residencia mejora en demasía la salud mental, permite el desarrollo de actividades, funciona como punto de encuentro para infancias y adolescencias, promueve el derecho al ejercicio y a la contemplación. En un mapeo general, estos espacios son sinónimo de bienestar al que todas las personas deberían de tener acceso en plenitud y no sólo como canchas o parques que se crean de manera masiva para terminar en el descuido estatal, sino que la planeación urbana debe ser verde y también, con perspectiva de género

El verde también se tiñe de morado

A María Piña no le gusta salir sola de casa, la colonia es violenta, los costados de la carretera que pasa a unas calles de su hogar están vacíos y alrededor, la zona industrial está en silencio cuando los trabajadores terminan su jornada. El alumbrado público no está presente en todas estas calles que han quedado en el abandono. No hay árboles entre estas bodegas, el concreto está levantado y las vías del tren que atraviesa Ceylán están llenas de basura. 

¿Por qué no sale de casa, señora María?: Pues porque me roban y ya en la noche está peligroso, no hay patrullas, insiste.

A menos de 10 minutos se colocó en una colonia habitacional aledaña una serie de maquinaria para hacer ejercicio, en un principio, parecía buena opción pero de un tiempo para acá, este espacio ha sido ocupado por otras personas de la colonia y se ha vuelto punto de encuentro para la compra y venta de droga; María lo sabe y prefiere no hacer uso de las máquinas públicas. 

El territorio es una manifestación de las relaciones de poder, esto se traduce en una serie de desigualdades entre las personas. Mujeres, niñas y personas vulnerables se enfrentan a la exclusión de apropiarse de estos espacios urbanos. En esta línea la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano señala que las disparidades por género y clase se expresa físicamente en la segregación, marginación territorial y distribución desequilibrada de servicios. 

La incidencia de delitos, la falta de actividades, el alumbrado público precario y la falta de espacios verdes incluyentes y seguros, propician que las mujeres no sean partícipes activos de la toma de estos espacios. Es necesario cuestionar cómo la urbanización replica la subordinación de las mujeres, cómo influye en la vida de las personas y por qué existe, de manera tan palpable, una segregación tan marcada de espacios verdes entre las zonas de clases media/alta y las periferias que rodean la Ciudad de México

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El documento Activación con Perspectiva de Género del Gobierno de México señala que, todo espacio público urbanizado ha sido creado por y para los hombres. Se piensa en su transporte, en sus áreas de recreación, de ocio y en sus actividades, mientras que las mujeres tienden a modificar su comportamiento cotidiano basado en la zona en la que habitan, por ejemplo, si pueden o no salir al parque de su colonia, si tiene o no alumbrado, si está cerca de ellas o no, qué ropa usar e incluso, si es un espacio pensado para la convivencia de sus hijos. 

Asimismo, este documento señala que al existir un disentimiento del Estado y una clara segregación centralizada, las mujeres se convierten en principales transformadoras de su entorno. A manera de resistencia, son quienes colocan plantas en sus ventanas, ponen enredaderas en sus patios, cuidan los pocos árboles de su calle, plantan árboles y a través de su trabajo, ejercen un gran poder transformador de su entorno. 

“Las mujeres son quienes en su mayoría, dinamizan el espacio, se organizan y convocan a otras personas a contribuir al cuidado del entorno, considerarlas en el proceso de diseño y construcción, no solo es justo sino que es una deuda que se tiene con ellas, al ser agentes de cambio en el espacio. “ (Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano)

María Piña no tiene cerca de casa un parque y en su patio, normalmente huele a levadura por la fábrica humeante que se encuentra del otro lado de su colonia. No hay verde a su alrededor y por las noches, sólo se escucha el claxon estrepitoso de los camiones que cruzan la carretera rumbo a Ecatepec. Adentro, en su casa tiene las ventanas rodeadas de plantas y poda su árbol de duraznos de vez en cuando, además, cuida del árbol que ha crecido frente a su casa, estas acciones forman parte de la resistencia y lucha para habitar los espacios verdes que por derecho, le corresponden.

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