La pornografía se ha normalizado y reducido a un contenido que se puede consumir de manera sencilla, rápida y en cualquier dispositivo. Esta facilidad de acceso trastoca a todas las personas, incluyendo a las infancias y adolescencias que, aunado a la falta de educación sexual, se convierte en un peligro latente sobre la concepción de la sexualidad, la masculinidad y lo más importante, propicia las agresiones sexuales entre menores.
El abuso sexual cometido en instituciones educativas e incluso, al interior de los hogares en nuestro país despierta una alerta importante sobre cómo las infancias y adolescencias descubren la sexualidad y la violenta socialización donde erotizan la agresión, el acoso y la violación sexual. En ese sentido, la profesora de Sociología de la Universidad de Jaén, Carmen Ruiz, explica para Efeminista que mayoritariamente, estas prácticas no están relacionadas a una patología, sino a una serie de factores como los vacíos informativos y por supuesto, la pornografía.
“No hay una única respuesta sino varias, una de ellas la pornografía, un elemento que están consumiendo desde edades muy tempranas, incluso antes de que les llegué información sexual de calidad”, explica.
Asimismo, la especialista acota que hay una lectura interesante en este contenido y es que, no sólo se trata de un acceso sencillo, sino que, con frecuencia, la pornografía se filtra en sitios públicos e incluso redes sociales, por lo que muchas personas menores de edad tienen contacto con contenido explícito sin siquiera buscarlo. Pero además de llegar a múltiples ciberespacios, la pornografía tiene un pie adelante de las instituciones educativas.
Al existir un vacío informativo en la familia y en las instituciones sobre la sexualidad, existen millones de menores que no reciben ningún acercamiento a esta información en toda su vida, siendo la pornografía el único refugio conocido; un refugio que erotiza la violación, los golpes, el coitocentrismo, el incesto, la cosificación de la mujer, la fetichización y una serie de prácticas que desembocan en una percepción de la sexualidad altamente violenta e incluso, peligrosa.
Abuso sexual y masculinidad: un reflejo de la violencia
De acuerdo con la Segunda Fase de Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes, las mujeres de entre 20 y 24 años indicaron haber iniciado su vida sexual entre los 10 y 14 años, siendo los principales motivos el convencimiento y el abuso sexual. Este primer acercamiento coloca sobre la mesa la relación de poder que existe entre los menores de nuestro país, entrando a la adolescencia, el varón entra en una fase de intentar ser aceptado y demostrar virilidad a través del sexo.
La especialista Carmen Ruiz explica para efeminista que muchos menores cuestionan y retan a sus congéneres, siendo esta masculinidad otra causa importante para las agresiones sexuales. Para ella, existe toda una cultura de “ritos” entre los menores para demostrar el poder y virilidad, sin embargo, este comportamiento se propicia con mayor incidencia cuando se encuentran en grupo.
“Erotizan determinados comportamientos, pero lo hacen de manera grupal (…) cuando hay menores de por medio, la violencia sexual se manifiesta mayoritariamente con acciones grupales. No sólo pide que demuestres que has tenido relaciones sexuales, sino que lo demuestres y eso se consigue haciéndolo en grupo y grabando”, señala para el medio.
Sobre esta línea de abuso colectivo, se recuerda el caso de la primaria Ejército del Trabajo en Rayón, Estado de México, donde un grupo de cinco niños de 11 años abusaron sexualmente de un menor de 6 años al interior de las instalaciones, lo grabaron y posteriormente, difundieron en redes sociales. Asimismo, al momento de conocerse esta denuncia, un grupo de niñas señalaron haber sido amenazadas con una navaja para obligarlas a enviar contenido sexual explícito e incluso, otras compañeras fueron agredidas y acosadas sexualmente por el mismo grupo que -en ese entonces- cursaba el sexto año de primaria.
A un año del suceso, no se expulsaron a los menores, sino que se les permitió tomar clases desde sus casas, asimismo, no existen denuncias formales en sus contra, por lo que de acuerdo con la proyección del ciclo escolar, este año ingresarán a la educación secundaria sin repercusión alguna.
Este comportamiento anormal no obedece a algún gen o un padecimiento que los orille a actuar de esta manera, hace hincapié la especialista, por el contrario, señala que no existe justificación alguna para este comportamiento sexual altamente violento. Se trata de infancias y adolescencias que han aprendido a relacionarse desde la cultura de la violación, del machismo y la masculinidad; factores que nos atraviesan a todas las personas y deberían de ser prioridad en la agenda pública de nuestro país.
Esta socialización violenta repercute años más tarde en la cosificación y el abuso sexual de novias y esposas, que consideran un “deber” satisfacer a sus parejas, pues de acuerdo con EFE, el 90% de la violencia sexual se encuentra silenciada pues millones de mujeres no logran identificar que lo que se encuentran viviendo con sus compañeros es violencia.
“Las agresiones sexuales se producen por el sistema patriarcal donde el hombre considera que tiene derecho a utilizar a las mujeres como algo propio (…) la mujer siempre debe aceptar a tener relaciones sexuales, dejarse llevar y nunca controlar” (Felipe Hurtado, sexólogo y psicólogo para efeminista)
La pornografía es uno de los actores fundamentales que propician el abuso sexual colectivo que mezclado con el machismo y la masculinidad, abonan para que las y los menores de nuestro país vivan situaciones dolorosas de abuso, hostigamiento, acoso y amenazas. En este contexto, es urgente que el Estado mexicano regule la pornografía en nuestro país, asegure una educación sexual integral con perspectiva de género y rompa con el tabú de la sexualidad en la infancia; proteger el contenido que las y los menores consumen en internet es salvaguardar una vida libre de violencia para todas y todos.