El trabajo de cuidados se refiere a un conjunto de actividades que son básicas para el sostenimiento de la vida. En el episodio de El podcast de Eva “Trabajo de cuidados: ¿quién cuida y para quién cuida?”, Natalia Flores Garrido, economista con maestría y doctorado en sociología e integrante de la colectiva Trenza; y Lucy González, socióloga y trabajadora del sector salud, integrante de la agrupación Pan y Rosas; compartieron para La cadera de Eva qué implica el trabajo de cuidados y la trampa que existe al verlo solo como un acto de amor y no más allá: como un trabajo que debe ser reconocido y remunerado.
Limpiar y hacer la comida son parte del trabajo doméstico y de cuidados, pero este también tiene que ver con tareas que son indispensables para la sobrevivencia en etapas de la vida como la niñez y la vejez, indica Natalia Flores, estas actividades de cuidados las personas no las pueden hacer para sí mismas, por lo que hablar del trabajo de cuidados es también hablar de una relación social respecto a quién cuida a quien.
El informe publicado por la Organización Internacional para el Trabajo (OIT) “El trabajo de cuidados y los trabajadores del cuidado para un futuro con trabajo decente” divide el trabajo de cuidados en dos tipos de actividades superpuestas: las actividades de cuidado directo, por ejemplo: dar de comer a un bebé o cuidar de una persona enferma; y las que son de cuidado indirecto, como cocinar y limpiar.
Estos trabajos de cuidados pueden darse de manera remunerada y no remunerada; la primera es realizada por el personal de enfermería, el personal médico, las y los trabajadores del cuidado personal, así como por las y los trabajadores domésticos. Sin embargo, la mayoría del trabajo de cuidados no recibe remuneración y, a escala mundial, según el informe de la OIT, son las mujeres quienes realizan tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerado.
“Yo creo que es súper importante que a los cuidados los llamemos trabajo de cuidados, porque llamarlos trabajo de cuidados nos permite muchas cosas, pero políticamente nos permite mover los cuidados, o estas tareas de las que estamos hablando, de un campo semántico y político a otro, es decir, sacarlas del campo semántico del amor para el pasarlas al campo semántico del trabajo”, menciona Natalia Flores.
¿Quién cuida y para quién cuida?
Las personas que realizan trabajos de cuidado no remunerados son sobre todo, niñas y mujeres que viven en países de ingresos medios, mujeres casadas y adultas, personas con un nivel educativo bajo, residentes en zonas rurales y con hijas e hijos que no han alcanzado la edad de escolarización, de acuerdo con los datos de la OIT. El informe también muestra cómo estimaciones basadas en datos de 64 países reflejan que el trabajo de cuidados no remunerado principalmente consiste en tareas domésticas (el 81.8%), seguido del cuidado personal directo (13%) y del trabajo voluntario (5.2%).
Lucy González explica cómo en el ámbito doméstico este trabajo se hace por imposiciones culturales y patriarcales, y que esto no se limita solamente a una comunidad o a un país, sino que hay cadenas de migración de las periferias al centro para abastecer una demanda de trabajos de cuidados que, si bien son remunerados, son precarios. También comenta que este tipo de trabajos se dan en función de una cadena global que queda a cargo de las mujeres:
"No solamente se exporta mano de obra hacia las fábricas o hacia hacia los servicios más clásicos, sino que también hay miles de mujeres en México y en toda Latinoamérica que migran a Estados Unidos o a Europa para realizar esas labores en específico: cuidados de ancianos, de enfermos, de personas dependientes".
En el caso de México, las mujeres se hacen cargo del 73% del trabajo de cuidados no remunerados, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Y 9 de cada 10 personas dedicadas al trabajo remunerado del hogar son mujeres. De acuerdo con María Elena Esparza Guevara, presidenta de Ola Violeta AC y consejera en género del Consejo Ciudadano, ellas se ven atravesadas por diversas condiciones de vulnerabilidad, como ser indígenas, no hablar español y, por lo tanto, tener pocas posibilidades de reportar o denunciar faltas contra sus derechos.
Esta desigualdad en los cuidados impacta sobre las mujeres en la disponibilidad para encontrar un empleo remunerado. En este caso, el informe de la OIT destaca que, a escala mundial, el principal motivo por el que las mujeres en edad de trabajar no participan en el mercado de laboral es el trabajo de cuidados no remunerado; en cambio, en el caso de los hombres los principales motivos son estar estudiando, enfermos o discapacitados. En México, de 21.5 millones de mujeres sin trabajo remunerado, 17 millones no pueden salir a buscar trabajo porque realizan labores de cuidado y domésticas.
La meritocracia: ¿quién más se esfuerza es quien más triunfa?
La meritocracia parte de medir el éxito de una persona en relación con las horas que trabaja y “qué tanto se pone la camiseta”, mientras que descansar es visto como una conducta mediocre o de pereza. Pero las condiciones de precariedad laboral no son enumeradas cuando se habla de meritocracia.
De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) México es uno de los países que destina más horas al empleo: se trabajan 2 mil 137 horas al año, mientras que el resto de los países de la OCDE mantiene un promedio de mil 730 horas.
Natalia Garrido explica que se ha dicho hasta el cansancio que el propósito de la vida es ser feliz, pero bajo esta lógica no se puede ser feliz si no se tiene un trabajo remunerado; de manera que se trata de un discurso que refuerza que la felicidad está en el trabajo, pero el trasfondo de este posicionamiento es una felicidad creada a partir de un conjunto de injusticias. Lo mismo ocurre con el trabajo de cuidados no remunerados, la felicidad no está en cuidar, añade la economista.
El sistema actual no tiene una manera de regularse, donde se puedan medir cuántas horas son necesarias para producir y consumir, sino que funciona bajo una lógica de siempre hacer y querer más y, es en esta incapacidad de poner un freno que también se ponen riesgo las propias condiciones que se necesitan para sobrevivir, como el cuidado y los bienes naturales:
“No hay la posibilidad de decir yo no trabajo más, yo voy a tener una jornada de trabajo de 8 horas exactas y después voy a apagar mi celular y mi Whatsapp y no voy a contestar ningún correo de trabajo. No hay esa posibilidad precisamente porque entramos al mercado de trabajo, no en condiciones de igualdad con quienes nos contratan”, menciona Natalia Flores Garrido.
Esta hiperproductividad y explotación laboral han generado un descuido de la vida social, lo que también genera una reducción de redes de apoyo para afrontar el estrés. La investigadora Luz Galindo menciona que, por ejemplo, cada vez se tiene menos tiempo para compartir espacios en las parejas, debido a la necesidad de mantener uno o varios trabajos remunerados. Esto también se relaciona con una disminución del tiempo para las labores de cuidado no remuneradas, como las domésticas y las de cuidados.
“Es importante seguir impulsando la existencia de políticas que consideren el tiempo libre, de ocio, para no sólo producir, sino para compartir el afecto y el bienestar”, agrega Luz Galindo.
El cambio y la resistencia no pueden ser en términos de yo paro, explica Natalia Flores, sino que tiene que ser en términos colectivos para poder renegociar las políticas de trabajo y las condiciones de vida en articulación con las desigualdades sociales que atraviesan a cada persona. La única esperanza posible es la colectividad, añade, ya que en términos estructurales históricamente se ha visto que es necesaria la organización colectiva para generar cambios.
Lucy González, de la agrupación Pan y Rosas, concluye que “el reto que tenemos es pasar de resistir a pelear por algo más, hacer como más ofensivos y a no solamente como que vivir en automático y resistir todos los días, sino atrevernos a pensar en que puede haber otras formas de organización social, que puede haber otras formas de economía política y, por lo tanto, puede haber también otras formas de relaciones sociales”.
El episodio de El Podcast de Eva: “Trabajo de cuidados: ¿quién cuida y para quién cuida?” se encuentra disponible en escucharse en Spotify, Apple Podcast y YouTube.