Mi última columna del 2023 estuve hablando en relación al amor, y esta primera del 2024 también, no sólo porque estoy empecinada en ser la Corín Tellado con mirada feminista, sino porque sobretodo creo firmemente que ante un mundo que se desmorona día a día, año tras año, por la indolencia, insensibilidad y el odio, amar, el amor, es hoy más que nunca revolucionario; urgente y necesario.
Cuando Kate Millet dijo que el amor era el opio de las mujeres, se refería a que el amor es político, y a que cuestionáramos el orden establecido que de ahí han abusado, poniéndonos en el lado de las irracionales y románticas, no a que lo desecháramos o que ya no servía.
Erramos. Nos fuimos pa'l otro. Hoy tenemos un mundo donde cual sociedad líquida, nos cuesta tanto relacionarnos en pareja, pero tanto, que creemos que es súper disidente llamarle crush, vínculo, amigos sexuales, cualquier otro nombre que no sea "el hombre que amo, la persona que amo, la mujer que amo", mi amor, mi novio, etcétera. Y apostamos todo el corazón (que ya no tenemos muchas veces), en experimentos capitalistas del amor como la relación abierta o el poliamor.
Y conste que no estoy escribiendo esto para debatir la no monogamia, mandar indirectas, o diciendo que está bien o mal. Por favor, hay que ser inteligentes para leer. Solo lo menciono a manera de ejemplo, sobre cómo seguimos huyendo a dar el corazón y amar. Nos interesa nada más "pasarla bien", a ratos, por ratos, nos da terror el compromiso o que nos vean como pasionales e intensas. O intenses. Que pedimos y exigimos. Amor propio le decimos discursivamente ahora para justificar que "voy a estar bien" y los demás, que se jodan. Egoísmo sería no usar un eufemismo.
Y eso ya no es político.
Y de nuevo. No voy a decir si es bueno o malo. Sólo es. Sucede. Pasa. No queremos comprometernos porque tenemos terror a que vaya mal. Nos casamos mucho con la idea violeta de que "a la primera señal vete", "el amor no te hace llorar, no te duele"...
Y lo que se consiguió es que no haya ni un gramo de tolerancia, nada de disposición de trabajar el conflicto, espejear y hablar el duelo, saber que sí vamos a llorar y sí va a doler, y que el conflicto es necesario y se aprende. Conflicto no es sinónimo de violencia. Es contigencia, es discusión, es confrontar monstruos que son, repito, necesarios. Pero de entrada ya creemos que tener discusión y conflicto es violento.
Amor propio, o en el otro extremo, ternura radical. Donde sí queremos amar o hacer las cosas con amor pero no bajo la delicadeza y el romance, porque "fuchi caca" como dice el presidente de ustedes, creen que eso es patriarcal y resta puntos en el carnet de la disidencia.
Y eso ya no es político.
Pero amar, el amor, hacer las cosas amando, cual si fuéramos una gata salvaje y al mismo tiempo dulce como Hello Kitty, es hoy más que nunca urgente, político y necesario. No le debemos el quedar como la reata de la deconstrucción o la más disidente a nadie. Se lo debemos al corazón, a la salud mental propia, y al hacer espacios más tiernos, amables, al amar, y amor amando. El mundo se nos desequilibró con tanto odio e indolencia y egoísmo. Es menester de ya ya ya, como dijo Fox, recuperarlo y revertirlo tanto como el calentamiento global.
Empecemos el 2024 soltando el enojo, el rencor, la crueldad para con una, y para con el resto, y perdonando. Viendo al amor como el viejo conocido que aún puede resignificarse, nunca de los nunca, desecharse.
Amar, amor, amando.