Esta columna de opinión fue publicada originalmente en el blog de la World Association of News Publishers WAN-INFRA
Como industria, exigimos protección para nuestros colegas palestinos y el fin de la impunidad de quienes los atacan y asesinan. También es vital garantizar el acceso independiente de la prensa extranjera a Gaza. El periodismo, y la rendición de cuentas que conlleva, importan; si no fuera así, el gobierno israelí no estaría tan empeñado en restringirlo.
Hussam al-Masri. Mariam Abu Dagga. Mohammed Salama. Ahmed Abu Aziz. Moaz Abu Taha. Cinco nombres, todos periodistas, todos muertos en el bombardeo del ejército israelí contra el hospital Nasser, en las afueras de Khan Younis, en el sur de Gaza, la semana pasada.
Los cinco ingresan con solemnidad al memorial de nombres como periodistas, colegas, profesionales que murieron en el ejercicio de su labor. Pero, por supuesto, son mucho más que eso: padres, madres, hermanos, hermanas, hijos de alguien. Son amados, su pérdida es inmensa.
También serán recordados para siempre como héroes, por haber documentado la devastación de Gaza a costa de un sacrificio personal inmenso, bajo un precio inimaginable, sobreviviendo circunstancias que quienes están fuera del conflicto apenas pueden imaginar. Que siquiera sepamos de su lucha —junto a los millones de palestinos atrapados en la guerra de Israel contra Hamas— se debe al coraje y la dedicación de los periodistas gazatíes, que se niegan a permitir que la hambruna, el genocidio o los crímenes de guerra pasen desapercibidos, sin ser escuchados, vistos ni documentados. Que se niegan a permitir que Israel destruya Gaza en silencio.
Durante 22 meses, el lúgubre registro de muertes no ha hecho más que crecer: según el CPJ, 189 periodistas palestinos han muerto en Gaza. El Centro de Medios de Gaza y otros grupos palestinos reportan cifras mayores: 238; la oficina de derechos humanos de la ONU contabiliza 247. Es la mayor tragedia que ha golpeado a la profesión en cualquier lugar, en cualquier momento.
La industria está indignada, nuevamente devastada ante tanto horror. El sufrimiento, la injusticia, alimentan la determinación de garantizar que los colegas sean honrados, reconocidos y recordados, dondequiera que sean asesinados.
También avivan una ira que arderá indefinidamente, sin importar cuántas veces —una y otra vez, tantas como sea necesario— tengamos que gritar para detener los asesinatos, para proteger a los periodistas, para acabar con la impunidad de quienes atacan, asesinan y matan.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, describió las horribles escenas en el hospital Nasser como un “desafortunado percance”. Pocos encontrarán consuelo en palabras tan vacías. Israel tiene un largo historial de silencio frente al asesinato de nuestros colegas.
Antes de la guerra, 20 casos que involucraban a las Fuerzas de Defensa de Israel en la muerte de periodistas, desde 2001 (incluido el asesinato en 2022 de la corresponsal de Al Jazeera, Shireen Abu Akleh), no produjeron rendición de cuentas alguna.
Esta impunidad ha llevado a las FDI a admitir ahora, de manera descarada, haber atacado directamente a periodistas —un crimen de guerra bajo el derecho internacional—. El caso más reciente: otro corresponsal de Al Jazeera, Anas al-Sharif, junto con cinco colegas.
Los Estados que atacan deliberadamente a la prensa suelen ser los mismos que pisotean otros derechos fundamentales sin cuidado ni precaución: la lista habitual de sospechosos en este sentido —Arabia Saudita, Irán, Venezuela, China, Corea del Norte— no es precisamente un club deseable al cual unirse. Israel tiene mucho que rectificar, mucha confianza que restaurar para apartarse de tan mala compañía.
Desde el 7 de octubre de 2023, se cree que al menos 26 periodistas han sido atacados deliberadamente. Seguramente hay más.
No esperamos justicia. Pero Israel —y todos los que atacan a periodistas— deben estar advertidos: eso no significa que dejaremos de exigirla.
Este artículo de opinión se publica como parte de una acción coordinada por organizaciones de medios en todo el mundo para condenar los asesinatos de periodistas palestinos y en solidaridad con quienes continúan trabajando en Gaza.