Para Jade, Mario, Rosa, Nicté, Canek, Enrique 

y todos quienes te amaremos siempre. 

Tengo meses deprimida y atosigada por un violento acoso vecinal de algunas personas innombrables, cada vez que suena una notificación en mi celular tiemblo. 

Un martes de enero sonó una entrada de mensaje, temblé, pero la verdad es que debí haber temblado más, debí haberme derrumbado sobre mí misma, debí haber sido un epicentro de tristezas que destruyeran la ciudad. 

El mensaje no era el acoso vecinal; el mensaje era tuyo Nalle, y era tan cuidado, tan con pinzas, que supe de inmediato que lo que iba a leer me dolería: 

" (...) Ahora de cuerpa a cuerpa adolorida: ¿Podrías de tu favor, echarle una leída a unos mensajitos que te mandé?" 

Lenta y con miedo te leí, tuve que leerte varias veces para decantar que en esos mensajitos me anunciabas tu muerte y me invitabas a ella. 

No quiero ir pensé, pero era el dolor hablando... porque contigo, mujer, amora mía, voy a donde me invites, a donde me llames, a donde me lleves. Así que te acepté la invitación temblando, temblando también te dije que lloraba, que pinche cáncer y que te amo, te amo con un amor que desconocía hasta que te encontré

Me regalaste un mundo Nalle, y (lo diré siempre) me salvaste de convertirme en una persona horrible, me convertiste en esta carnala que aprendió de ti a defender y cuidar la vida, a sobrevivir, a carcajearse y a saber que el futuro cabe en una hora, en una chela, en una rola, en una carcajada, en un abrazo. Que la vida "sólo" se trata de vivir... 

Eso que me enseñaste, es lo que me ha permitido sobrevivir y vivir estos 5 años de enfermedad cruenta. Es por ti que suelto carcajadas en medio de un espasmo o que invento “mañanitas discas” y río en medio de la tormenta. Me enseñaste la vida, lo que deberíamos llamar verdaderamente la vida. 

Y así como me enseñaste de la vida, ahora me enseñas de la muerte. Hay en tu muerte tantísimo amor y tanta vida que va envolviéndonos como caricia a pesar de la tristeza desgarradora de perderte. 

Releo tu primer mensaje/carta 

"Tengo cáncer con metástasis y me voy a despedir de mis seres queridos al ya no haber tratamiento que me 'pueda ayudar' (...) vengo a despedirme de ti querida Zaría; fíjate que estoy planeando mi Boda-Urna-Nalle (...) La intención es despedirme y que también se despidan de mí (...) Es como que estoy planeando mi muerte y despedida (que no es lo mismo)."

Eres tan tú en ese largo mensaje, y con tan tú quiero decir que supiste inventarle una historia de amor a la muerte. En estos días que me ha tocado aceptarte la invitación y acompañarte hacia la muerte escribo de a poquitos esta carta, te guardo en ella, en ella te hago una casita, una hamaca, una sombra, en ella te cuido. 

Te escribo también porque quiero con contarle al mundo de ti, porque quiero dibujarte en la memoria de quienes no te conocieron y cobijarte en el corazón de todas las personas que sí te conocimos y andamos ahora mutiladas de ti, recuperándonos del hachazo de tu muerte porque desde ti misma viene el llamado hacia la vida. 

Escribo esto porque las dos siempre supimos de la trampa capitalista de la meritocracia y los laureles y tú siempre supiste escapar de ellos y sostener lo verdaderamente importante: cada día inventar un día.

Escribo esto porque tu vida es la vida que yo quiero contar: la de quién sabe (y siempre supo) dónde está la vida: en el fuego del fogón, el paso de cumbia preciso, el slam a carcajadas, la sonrisa de Jade, la comida compartida, el viaje de horas en autobús pa' llegar a hacer un tequio. El día. Transitar los días iluminándolos, inventándolos, no pedirles nada más que ser un día. 

Esa grandeza tuya de sostener lo cotidiano, esa sabiduría de priorizar el amor por sobre cualquier pinche brillo de oropel

Mujer, el mundo te sale debiendo tanto; el tiempo le adeuda tantas horas a tu risa, tus amadas/os te tenemos tanto que agradecer, eres inconmensurable, de ti nos sostenemos en la herida de perderte

Estoy enojada con la vida (con eso que no sé cómo nombrar) y hoy no quiero estarlo, quiero estar contigo, hablar de ti, del día que te conocí en el Centro de Apoyo a la Mujer, de la laguna que nos hizo agarrar una pinche infección inmensa por meternos a nadar, de nuestras noches y días sin separarnos yendo de un lugar a otro pa 'seguirla', de los tokines en Santo Domingo, de las madrugadas en tu casa, de las caminatas nocturnas, del metro Atlalilco, de los tacos a la vuelta de tu casa, de las pláticas de horas, de que eres la mejor dj del mundo, siempre la rola exacta, siempre el canto y la certeza de ese canto.  De ti aprendí a vivir, gracias por eso, gracias por quitarme lo pendeja y gracias por salvarme de mí misma. La vida no se enseña fácilmente y tú siempre supiste cómo y desde dónde enseñarla: un lugar en la mesa, un café presto, un sofá pa quedarse a dormir días, una blusa prestada, un ¿qué necesitas?, siempre tú poniéndonos la vida entre las manos y dándonos de zapes si nos distraía lo que no importa, lo accesorio, lo jodido del mundo (que es el 90 por ciento, por cierto -decirlo carcajeándonos-).

Y hoy, estoy aquí, en mi cama de enferma pensando en tu cama de enferma, sabiendo que este texto lo voy a publicar después de tu muerte, porque mi trabajo (en el mejor sentido de la palabra trabajo, en el sentido de Lorde) es amarte y atestiguar tu vida, atestiguar la ternura rigurosa con la que te encaminas a la muerte, atestiguar la férrea alegría con la que poblaste la vida. Atestiguar que en ti hay mil vidas que contar. 

Escribirte esta carta es también dejar abierta constancia de las vidas que estamos eligiendo contar, yo elijo la tuya como un acto de amor y también como un acto político: este texto, amadísima Nalle es como ir tomada de tu mano a una marcha y armársela de pedo juntas a los granaderos. 

El acto político de elegir dar cuenta de ti y no de cualquier feministar capitalista y meritocrática. El acto político de hablar de tu vida y no de las vidas en los reflectores. 

El acto amoroso de abrazar tu vida, de aceptar tu invitación a tu muerte, de agradecerte dejarme estar a tu lado estos días, aprenderte el modo de morir, así como te aprendí el modo de vivir.  

El acto amoroso de dejar constancia de las mejores quesadillas de papa de la universa y los chilaquiles más cura crudas. El acto amoroso de dejar constancia de la carcajada más sonora, el sarcasmo más quirúrgico, la voz más chida para el canto. 

El acto amoroso de seguirnos sosteniendo a más de 30 años de amistad, el acto amoroso de atestiguar que en medio de un dolor cabrón tu hermandad alcanzó todavía para el video en el que me dices: Voy a venir a verte, te voy a levantar de ahí y nos vamos a echar un slam ahí en tu depa. Mi florecita rockera, mi mejor pareja de baile pa’l slam y el ska, mi carnalísima. 

Mientras te escribo acostada en mi cama, ahogándome, mientras te digo que eres la historia que he decidido contar, suena otra notificación del celular, vuelvo a temblar, pero esta vez por las razones correctas.  Le has regresado al temblor, a la muerte y a la vida su justa dimensión, florecita rockera, amadísima flor de banqueta, gracias siempre por enseñarme lo esencial y dejarme acompañarte. 

(…) 

El lunes te casaste, Nalle, recuerdo las veces que hablamos que no sabías si 'ibas llegar', porque: Ya me está cargando el payaso, me decías; pero sí llegaste, Nalle, con el tocado de alcatraces de mi abue en el pelo, con tu rebozo y tu bellísimo vestido, con tu sonrisa y el esfuerzo dificilísimo de respirar sin la mascarilla para las fotos. "Antes ahogada que sencilla", te dije, y te cagaste de la risa. 

No sé cómo agradecerte el honor de haber podido estar a la distancia, por videollamada, viendo y compartiendo ese momento de amor, en el que (sabia como eres) juntaste tu boda con tu despedida e hiciste una fiesta con tus más queridos. Acá el desmadre está a todo lo que da, me escribió Canek en la ya casi noche. Y sonreí y también, la verdad, lloré, porque en estos 5 años nunca me había dado tanta tristeza no poder salir... 

Cierro los ojos y agradezco estar por videollamada, haber sido la música de ese momento y haberte podido cantar junto con Franco: 

Hay unos ojos que si me miran, hacen que mi alma tiemble de amor...

Agradezco también todo nuestro tiempo juntas y estos días de ir junto a ti en este trayecto. La amistad es también acompañar a las amigas a morir, no soltar la mano que se va, quedarse. 

Leo lo anterior y pienso en que no sólo se cuida la vida, también se cuida la muerte, o debería, y los cuidados para acompañar la muerte son parte nodal del amor. Sigues aquí mientras yo escribo esto y busco alguien que pueda/quiera/sepa hacer un ritual de despedida. 

Fuego, agua, aire, tierra, me pidió Rosa para ti y yo te canté ¿Qué es lo que quiere la reina? Reír/llorar, conseguir el ritual, despedirse, hacer tu maleta, lo que has de llevarte… 

Hoy te has ido ya y yo sigo sin soltarte la mano, y sigo insistiendo que: a veces, cuidar la vida es acompañar a una de tus amigas más amadas a morir. 

Te amo y aquí estoy, cuidando tu (nuestra) vida, burlándonos de las ideas naif de 'cuidado' que ahora invaden el mundo. 

Acompañarte a morir ha sido una de mis maneras más férreas de cuidar la vida y uno de los honores más grandes que me ha concedido el universo (el universo eres tú invitándome a tu muerte). 

De ahora en adelante cada vez que escriba la palabra cuidados o la lea, pensaré en ti, en estos días y sabré que la vida se acompaña justo así: hasta donde tope en vitalidad fortísima.

Te amo un baile.

NOTA IMPORTANTÍSIMA: Esta carta y estas fotos se comparten con el permiso de Nalle, quien la leyó hasta donde le dio la cuerpa y dio su sí. Preguntarle, no hacer de ella espectáculo de banquete, sino compañera de esta carta es columna vertebral de amarla y cuidarla, de cuidarnos juntas.