Esta carta la escribí el día en que la relación con mi hermano elegido, mi “carnal del alma” se volvió insostenible debido a su machismo, su respuesta ante la primavera violeta fue de recrudecimiento de sus ideas patriarcales y violencias. Yo no esperaba que él fuese cada vez más agresivo pero lo fue, no conmigo, sin embargo, eso no es una medida:  lo era con todas y todas es todas y una sabe de qué lado debe pararse y tomar las manos.

Así que elegí irme del lugar emocional que me fue refugio filial durante décadas. Hube de deconstruirme a mí misma para poder irme y lo hice acompañada de amigas hermosas y fuertes. Esta es una carta que le envié al susodicho y que en su momento hice pública en mis redes. Recibí muchísimos mensajes de mujeres que estaban pasando por procesos similares, el dolor y el duelo de tener que separarse de quienes no supieron (o quisieron) acompañarnos a revolucionar el mundo. El duelo y a la vez la firme valentía de saber irse.

La decisión de que esta carta sea la segunda entrega de Río que suena nace de la necesidad de desgranar la amistad como un acto político además de íntimo porque yo desde ese día hasta hoy he tenido que inaugurar muchas otras despedidas y cada una ha abierto una puerta por donde entraron amistades nuevas, lazos comunales fortísimos, red y cobijo.

Traigo esta carta para toda aquella que necesite despedirse, que necesite validar su sentir de “tengo que irme”; háganlo sin culpa, habrá dolor, pero no será a solas y sepan que las despedidas inauguran bienvenidas y nos regalan, además, una dignidad que se va haciendo costumbre…

Así pues, pongo esta carta entre sus manos por si necesitan usarla, es de todas, tómenla, que les sea abrazo.

Amadísimo (y este amadísimo lo escribo con la certeza del amor que en un tiempo nos formó):

De un tiempo para acá, he seguido con dolor –y, qué triste, sin asombro- tus publicaciones y pensares (si así puede llamárseles), que ello sea la razón de que te escriba esta carta puede parecerte adolescente, para mí no lo es.

Estamos en un mundo en el que constantemente se desprecia y violenta a las mujeres en las redes sociales tanto como en la vida cotidiana.  Cada  una de las mal llamadas “microviolencias”  forma el camino que lleva al feminicidio. Los feminicidas no nacen de la nada, no se generan espontáneamente, hay una sociedad que los incita, que los cobija, que los crea por medio de esa objetivación de la que gustoso formas parte.

Durante un tiempo creí que si hablábamos un poco más, que si teníamos oportunidad de platicar, que si había un terreno fértil de reflexión quizá pudieras mirar de otro modo, pero últimamente tus comentarios han ido creciendo en cerrazón, es decir, han ido “cerrando filas” y ahora estás del lado de la fila que yo combato con todo mi corazón y mi capacidad de amar.

Ayer leí con dolor, rabia y lágrimas en los ojos que escribiste sobre el empalamiento de una adolescente: Lo que subraya la investigadora es que los agresores son hombres (…) pero no le llamó la atención el perfil psicológico (…) una niña que se droga con narcotraficantes está ya en una situación de riesgo.

Quisiera recordarte las veces que dormimos juntes en casas de desconocidos, las veces que nos fuimos de aventón a varios sitios, las veces que platicamos con dealers en la calles por el simple hecho de habérnoslos topado, las veces que viaje “a solas” con amigas… ¿Algo de ello hubiese justificado mi feminicidio para ti?

No quiero imaginármelo, pero lo hago: suelo viajar sola de noche –nadie va a quitarme ese derecho-, suelo ir a fiestas sola de noche y beber en ellas –nadie va a quitarme ese derecho-, suelo hacer lo que me dé la gana –nadie va a quitarme ese derecho-; si un día, por ello, alguien me asesina ¿qué dirás? ¿quizá “...como si eso no tuviera algo que ver con el hecho de que una mujer que sale sola de noche y bebe y hace lo que se le da la gana está ya en una situación de riesgo”?

Depositar la culpa en la víctima, es invisibilizar el hecho de que la mataron por ser mujer, NO por consumir drogas, NO por irse de casa sin permiso, NO por “tener malas amistades”, SÍ por ser mujer.

El texto que mencionas llamando a la escritora “manipuladora”, lo que hace es hablar de Lucía y denunciar el empalamiento atroz que le causó la muerte.

No sé qué decirte, de verdad no sé, he llorado todo el día de ayer, sintiendo la desgarradura de saberte en un lugar que ya nos ha separado irremediablemente.

He intentado escribir esta carta por lo menos 5 veces, he pensado en llamarte e invitarte un café (como ya lo hice tantas veces antes), pero sé que eso ya no hará ninguna diferencia.

Esperaba que esta fuera una carta más personal, menos “explicativa”. Y lo que sucede es que no hay modo: Lo personal es político y viceversa y todo en mí está ya tan tomado de la mano que me es imposible hacer una disección.

En este país a las mujeres nos matan a diario por el hecho de ser mujeres. Tener un nombre para eso y haber logrado la tipificación de “feminicidios”, no es un privilegio. Es atroz, es el horror, el infierno.

Sé cuáles van a ser tus respuestas a todo esto que te escribo (las he leído mil veces en otros y en ti) y sé que te dirás a ti mismo que en ningún momento te has declarado abiertamente machista o a favor del feminicidio (trampa sofista) y sé que pensarás que el feminismo me volvió loca, que mi discurso es de odio, que esta carta sólo te confirma la cerrazón de las feministas.

Te escribo esto para contarte que a mí el feminismo me hizo crecer un amor profundo que me da para poner el cuerpo, la mente, la cora. Me abrió ojos y mente. Me hizo querer un mejor mundo para todes.

No hay modo de explicarte el dolor de leerte y el dolor que me causa escribir esta carta.

Si mi privilegio es ganar menos por la misma chamba, ser señalada por mi físico, ser acosada  en las redes; si mi privilegio es que nos están matando, tener miedo de que las mujeres que amo salgan de noche; si mi privilegio es tener miedo de que mi madre y abuela vivan ‘solas’; si mi privilegio es tener miedo de que a mis amigas las asesinen por ser lesbianas NO lo quiero.

Si mi cerrazón es decir “no apareció muerta, la mataron”, “Vivas nos queremos”. Si mi cerrazón es explicarte que va más allá del voto, que hay miles de espacios que todavía nos son negados, que nosotras mismas somos negadas, objetivadas y minimizadas a diario y que esa negación lleva de manera directa a los feminicidios. Si mi cerrazón es decir “Ya no vamos a permitir que nos maten”. Si mi cerrazón es sentir este amor profundo por todas las que defiendo. Si mi cerrazón es querer un mundo donde el heteropatriarcado y el capitalismo no funden cuerpos explotables (sin importar su condición genérica) SÍ la quiero. La abrazo con todo mi corazón, mis entrañas, mi cuerpo. Y si mi cerrazón es decirte: te amo muchísimo más allá de lo que me creí capaz de amar, pero debo despedirme, igual la voy a abrazar con todo el amor y el dolor desgarrador que eso implica.

Porque cada vez que posteas a dos chicas en bikini y haces un comentario de lo buenísimas que están, cada vez que haces un comentario que compara al feminismo con el ku klux klan, cada vez que te burlas de una mujer por ser gorda, cada vez que te burlas de los esfuerzos que tantísimas estamos haciendo por construir otra realidad, estás tomando partido; un partido que se define desde el egoísmo atroz de ni siquiera hacer el intento de cuestionar tus privilegios -aunque esos estén costando vidas-.

Porque cada vez que haces “bromas” machistas que objetivan a las mujeres estás tomando partido, porque cada vez que NOS llamas feminazis estás tomando partido. Un partido que nos mata –no necesitas empuñar la daga para ser responsable de que sea enterrada-.

Porque cada vez que tu machismo crece (y ha tomado dimensiones peligrosas) estás tomando partido. Porque cada vez que haces una broma tipo “El Zika se transmite por la vía sexual, no te acuestes con mosquitas muertas”, estás tomando partido. Un partido que nos mata. Porque yo, también, ya he tomado partido y tengo claro el lado de mi lucha.

Y yo también, ya he tomado partido y tengo claro el lado de mi lucha, una lucha real en contra del sistema –que tanto odio y que alguna vez odiamos juntes-.

Porque estoy aquí de pie, al lado de muchísimas mujeres que amo diciendo “Ya basta”, al igual que antes he estado también al lado de muchísimos hombres que quiero (tú incluido) diciendo “Ya basta”.

Sé que hace años fui tu carnal Zarío, sé que en ese momento mi misoginia y mi machismo fueron maneras de no asumir el rol que la sociedad me imponía y me sentía orgullosa de que me dijeras ‘Zarío’ (subtexto: eres tan chida que pareces hombre…). 

Ahora estaba aquí para ser tu carnalA, para amarte y amar a tu familia –como siempre- con toda mi solidaridad, con todo mi feminismo, con toda mi fuerza; pero ya no puedo ver cómo nos objetivas, cómo te niegas a ver que sí hay una construcción heteropatriarcal que nos está asesinando; sobre nosotras se funda la noción del “cuerpo explotable y deshechable” y después se desplaza hacia todos los lugares que ya conocemos.

Y lo que estás haciendo tú es tomar partido por quienes nos matan, por quienes fundan el cuerpo explotable y objetivable; tomar partido por todos los explotadores y feminicidas. Cada comentario, broma, chiste, foto, es una forma de tomar ese partido.

Hoy, ahorita, te abrazo por última vez, no como quien alguna vez fue tu carnal Zarío, sino como quien ha sido también tu carnala Zaría. Te abrazo con la Zaría a la que le duele alejarse, pero a la que le dolería más no alejarse. Te abrazo desde ésta que soy y que afronta los riesgos necesarios para que nadie más corra en el futuro el riesgo de morir o ser agredida por su condición de género. Te abrazo y me despido, de hecho, sólo te abrazo porque me despido, de otro modo ya no habría manera de que mis brazos se tendieran hacia ti, porque estás en las filas de lo que combato. Quedamos ya, pues, frente a frente, cada quien ha elegido sus luchas y sus afectos.

Pd. Quiero dejar constancia de que alejarme de ti es un acto de amor hacia la vida, y lo sostendré y defenderé porque nos están matando.