Terminamos el primer mes del año. Enero fue un mes de transición para retomar la vida cotidiana y acomodarnos en todo sentido: emociones, salud, horarios, alimentación, actividad laboral, rituales y el fin de los festejos. Aunque no tanto, porque en México tenemos la costumbre afortunada de celebrar todo lo posible, así que esas fiestas seguirán a lo largo del año, aunque con menor intensidad.
Si bien, para muchos, el fin e inicio de año nos implica, algarabía, libertad, festejo, apapacho, tiempo libre, alimentación y actividades, para otras personas, representa desde lo religioso un momento de aislamiento, tranquilidad y reflexión, y para otro grupo de la población, significa un gran reto, que transitan con mucha angustia; se viven con desolación, miedo, tristeza, enojo ante el festejo de los otros y otras, o de una época de festejos a la cual no le encuentran sentido para alegrarse.
Este grupo es la población que vive con depresión y que no son los menos, es una agrupación que estadísticamente aumentó considerablemente después de la pandemia por covid-19 y que desafortunadamente sigue sin atenderse, ya que, dentro de sus características, lidian con la negación de su propia depresión, la naturalizan y les escuchamos decir, “así soy yo”, “ya pasará”, “no me hagas caso” “no me interesa ir con un terapeuta”, “yo puedo sola”, y así, un sinfín de barreras que no les permite entender, por qué solo pueden mirar la parte oscura de la vida, y no, los otros colores que también forman parte de ella. La depresión no es algo perceptible para quien lo padece, aunque sí, muy evidente para quien convive con esta población.
La población depresiva difícilmente puede disfrutar, y sentirse alegre, no tienen como tal un sentido, cargan la vida, tienen la sensación de cansancio y enojo permanentes, poca vitalidad, les cuesta disfrutar, evaden platicar con las personas, prefieren lugares oscuros, poco ruidosos, y aun cuando sonríen y se muestran graciosos en entornos sociales, al llegar a sus casas no aparece la sonrisa en sus rostros, sino el desánimo y la necesidad de dormir, beber, fumar, comer, o bien, sentarse frente al televisor sin prestarle atención, solo teniéndola como un sonido repetitivo que aminora su soledad.
¿Qué hay detrás de la depresión?
Como decimos en este espacio, cada persona es un caso, sin embargo, algunos previos observables pueden ser tener una estructura depresiva, o bien, síntomas derivados de un impacto psíquico, como una violación, haber tenido una mamá con depresión post parto, sentir que no fue vista/o en la primera infancia, un duelo no resuelto, una migración forzada, vivir en un entorno violento, el suicidio de algún familiar, el paso de un año a otro, la misma pandemia, entre muchas otras situaciones.
Pues bien, si es tú caso, o conoces a alguien con estos síntomas, es importante la búsqueda de apoyo profesional, ya que no son síntomas fáciles de sobrellevar, porque no tiene que ver con la voluntad de la persona. En ocasiones, es necesario alternar el trabajo terapéutico con medicamento psiquiátrico, a fin de ayudarle al paciente a recuperarse en mejores condiciones y pensando en su calidad de vida, cuando no se atienden a tiempo, pueden complicarse los cuadros e impactar de una manera más grave a la salud mental de la persona y en ocasiones hasta imposibilitar su desarrollo personal, social y laboral, así que lo mejor es atenderse de inmediato, no lo vivas sola/o, siempre será mejor si alguien te acompaña, que sea parte de tú rincón creativo el tener un espacio para tu salud mental.