Decimos que valoramos el cuidado y a las personas cuidadoras, pero en realidad sabemos muy poco sobre ellas. Reconocemos su papel esencial (criar, acompañar y sostener a la primera infancia), pero rara vez miramos de cerca sus realidades, necesidades y desafíos. Y si queremos mejorar el bienestar de niñas y niños, necesitamos empezar por comprender a quienes los cuidan.

En el tercer Foro Internacional de Primera Infancia organizado por el Centro de Primera Infancia del Tecnológico de Monterrey y la Fundación FEMSA, especialistas alrededor del mundo coincidieron en un tema: la tarea de cuidado es el corazón de la vida cotidiana, pero sigue siendo un territorio poco estudiado, especialmente cuando se trata de la primera infancia

En los últimos años, algunos esfuerzos internacionales han comenzado a llenar ese vacío. Uno de los más relevantes es el RAPID Survey Project, impulsado por el Stanford Center on Early Childhood en Estados Unidos. Desde el año 2020, este proyecto ha recopilado información mensual sobre el bienestar de las familias y las personas cuidadoras de niñas y niños.

Los hallazgos de RAPID apuntan a desafíos urgentes. Muestran, por ejemplo, que las personas cuidadoras reportan crecientes niveles de estrés financiero y agotamiento emocional. También revelan que cuando las personas cuidadoras reciben apoyo material o emocional, las probabilidades de que los niños presenten síntomas de ansiedad o regresión conductual disminuyen notablemente. Estos datos permiten pasar del discurso sobre “el cuidado” como algo abstracto a una comprensión concreta de las personas detrás de él.

En América Latina y en México en particular, donde gran parte del cuidado se realiza de manera informal y no remunerada, contar con información así es todavía más urgente. Según la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC) de 2022, 31.7 millones de personas brindaron cuidados dentro o fuera de su hogar, y tres de cada cuatro eran mujeres. 

Además, una encuesta del Pacto por la Primera Infancia encontró que solo el 7% de las personas cuidadoras familiares recibe algún tipo de apoyo público para favorecer la salud, el aprendizaje o el desarrollo de niñas y niños.

En este contexto, las personas cuidadoras siguen siendo un tema relegado en la política pública de primera infancia: se habla del cuidado, pero no tanto de quiénes cuidan.

Por eso es tan relevante que el Centro de Primera Infancia traiga el RAPID Survey Project a México: es la primera vez que este instrumento se implementa fuera de Estados Unidos. 

La iniciativa, en colaboración con la organización Plan 2040, comenzará en la colonia Independencia de Monterrey y luego buscará escalar a otras comunidades. Esto permitirá contar con información granular y recurrente sobre las personas cuidadoras en contextos locales: quiénes son, cómo viven, qué necesitan y qué apoyos marcarían una diferencia real.

El universo de personas cuidadoras es muy diverso: una abuela, una hermana, una tía, una maestra o una vecina. Esperar que una misma guía o herramienta funcione para todas es irreal.

Necesitamos comprender sus trayectorias, sus tiempos, los recursos de los que disponen y las cargas que enfrentan. No basta con afirmar que “generamos conciencia” o “fortalecemos sus capacidades”: debemos detallar cómo, en qué condiciones y con qué apoyos específicos.

En un país donde el trabajo de cuidado no remunerado recae principalmente sobre las mujeres, donde las brechas de género y de ingresos se entrelazan, y donde la primera infancia necesita políticas sostenibles y basadas en evidencia, las personas cuidadoras ya no pueden seguir siendo invisibles.

Ponerlas al centro, escuchar sus voces, acompañarlas, reconocer sus emociones y brindarles el apoyo que necesitan es esencial para que puedan realizar su invaluable labor en condiciones de bienestar. Solo así lograremos que la niñez mexicana crezca y se desarrolle en entornos más adecuados, justos y seguros.