Desde niña, supe que me movía en el mundo de un modo distinto y supe la soledad a la que eso me condenaba. Durante años, tuve un largo paso por psiquiatras y las más variadas y machistas respuestas. También he tenido las más variopintas recomendaciones de neurotípicos capacitistas. Nada de eso realmente me ayudó en mis 47 años de vida. Lo que me ayudó fue un diagnóstico hecho por una psiquiatra: Autismo. Un diagnóstico tardío que por fin le daba un sentido a todos mis síntomas.
En las mujeres, los diagnósticos tardíos de autismo son comunes y aún más común es no llegar nunca al diagnóstico, muchas mujeres se han suicidado por no contar con ese diagnóstico. Y aquí es a donde quería llegar: El género como condición patologizante. Desde el principio, en las mujeres se asume nuestro “estar locas” casi como condición biológica.
Está claro que para la sociedad patriarcal las locas somos todas las mujeres y, al serlo todas, quienes tenemos alguna neurodiversidad quedamos al margen de posibilidad de diagnóstico y lugar en el mundo.
La palabra Loca se ha usado históricamente para domesticarnos. La historia de la psiquiatría fue escrita por hombres blancos heterosexuales, que patologizaban, internaban y torturaban a las mujeres que no aceptaban el molde que se les había dado (esto sucede aún en el presente). La tortura y locura psiquiátricas cumple un papel domesticador. Quizá por ello es tan difícil lograr visibilizar la neurodiversidad dentro del feminismo. Hay una negación de la locura porque “loca” es el insulto más usado contra las feministas para quitarle peso a nuestras palabras. Hay que estar “loca” para querer llamarse y asumirse “loca” en ese contexto.
Yo tengo amigas feministas que todavía usan la palabra loca como insulto, o que dicen como si nada “se le olvidó tomarse sus pastillas” para burlarse del comportamiento de alguien. Bueno, les voy a contar qué pasa si yo olvido tomarme mis pastillas: me suicido, así de fácil.
En lugar de pelear con el término “loca”, deberíamos abrazarlo en su diversidad y reapropiárnoslo con toda su potencia, porque si la palabra de nosotras, las locas, se respetara y escuchara, no se podría usar la locura para desestimar a quienes se oponen de frente al sistema.
Hay una lucha dentro del feminismo para que no se deslegitime nuestro discurso a través de la locura, y eso plantea un problema; Jara Aithany Perez lo dice así: En el momento en el que decimos que no estamos locas, que sabemos lo que queremos, estamos también insinuando que las locas no saben.
Y las locas sí sabemos, bien que lo sabemos, pero encontramos muy pocos espacios donde nuestra voz sea legitimada. Hay muchas mujeres hablando de la locura que el patriarcado se inventó para intentar mantenernos a raya o la locura generada por las condiciones impuestas a nuestro género; pero hay muy pocos espacios para que hablemos quienes vivimos en condición de neurodivergencia, quienes somos doblemente patologizadas, agredidas y violentadas.
Si el patriarcado en sí mismo patologiza a las mujeres y las medica para su control, las mujeres neurodivergentes somos doblemente revictimizadas y agredidas desde todos los frentes. Incluso, el propio, el que en un momento decidimos abrazar: el feminismo.
“No tenés depresión, tenés capitalismo” es una frase demoledoramente cierta, porque la salud mental ha de ser comunitaria o no será. La salud mental es un asunto social, eso es clarísimo, como clarísimo es también que habemos quienes sí vivimos con alguna condición mental que es discapacitante y lo estamos diciendo nosotras, no los psiquiatras; lo estamos diciendo nosotras y merecemos ser escuchadas. Es decir, muchas de nosotras SÍ tenemos depresión (además de capitalismo).
No quisiera que se confundiera mi decisión de tocar el tema de las locas dentro del feminismo con algo que siempre pasa, que es señalar a las mujeres y al feminismo en lugar de al opresor, yo tengo claro al opresor, las locas tenemos claro que el sistema patologizante que nos margina es patriarcal.
Esto es una invitación a que caminen a nuestro lado, creyendo en nuestra voz y nuestra palabra, dándonos lugar y espacio. Una invitación a que “nada de nosotras sin nosotras”. Nada de las locas sin las locas.
Al reivindicarnos locas estamos reclamando nuestro lugar en el mundo, estamos reivindicando el derecho a la diversidad y la diferencia, estamos haciendo caso fundamental de las múltiples opresiones que nos deprimen y causan ansiedad al grado de que las cifras psiquiátricas son tan avasalladoramente diferentes entre hombres y mujeres.
No omitimos el patriarcado y la opresión que nos “enferman” a las mujeres; pero también abrazamos a quienes dentro del margen de la locura tenemos incluso menos oportunidades de sobrevivir al patriarcado.
Descreernos, explicarnos nuestra condición, explicarnos que no estamos locas, es repetir prácticas patriarcales. Si hemos pasado ya (o estamos pasando) por cuestionar el machismo, racismo, clasismo, gordofobia, etcétera ¿Por qué no cuestionarse el cuerdismo? Somos nosotras, las locas, quienes gestionamos nuestros sentires y capacidades, no necesitamos que otras personas lo hagan por nosotras. Somos conscientes del papel que juegan patriarcado y capitalismo en la generación de síntomas, tanto como de que tenemos derecho de mundo y queremos reclamar nuestro lugar en él desde nuestras condiciones psiquiátricas y neurodivergentes.
Muchas de nosotras conscientemente hemos recurrido a psicofármacos para mantenernos vivas. Nos hemos apropiado de las herramientas del sistema para lo contrario que las usa el sistema, un sistema que nos quiere “dóciles”. Y esto que podría parecer una contradicción no lo es; porque nosotras cuando nos apropiamos de esas herramientas salimos de la docilidad en las que nos sumen la depresión y la ansiedad.
No hablen por nosotras, nosotras tenemos voz propia, hablen junto a nosotras.
Si quieren estar de nuestro lado pueden acompañarnos y escucharnos.
Quizá debamos plantearnos que la cosa no es tener miedo a caer en el saco de las locas, sino luchar porque los derechos de las locas sean los mismos que los de las neurotípicas y ojo que aquí no hablo del Estado (creo que hay que destruir todos los estados) hablo de los derechos y espacios que nos damos comunitariamente.
El único modo de ser antipsiquiátrica es comunitariamente y sin estigmatizar a quienes hemos luchado años por un diagnóstico o un tratamiento. Un mundo antipsiquiátrico es posible solo si trabajamos juntas (neurotípicas y neurodivergentes). No se puede criticar la psiquiatría si al mismo tiempo no se trabaja por un mundo accesible para las neurodivergencias, y con accesible no quiero decir “conmisericorde”, quiero decir que entienda y reciba las diversas formas de manifestación de la existencia sin patologizarlas o negarlas. Hay que construir juntas ese mundo antipsiquiátrico y eso solo se logrará si podemos integrar las diversas formas de ser y estar en el mundo, ya sea que tu compa escuche voces, tenga agorafobia o autismo.
Hace falta más feminismo loco y menos feminismo “cuerdo.
Si a fin de cuentas, locas somos todas.