El panorama de la sexualidad Infantil en México y a nivel internacional no ha sido un tema relevante desde las perspectivas morales, religiosas y conservadoras, lo cual conlleva a que sea un tema tabú en el contexto familiar y se “conozca” en el ámbito educativo solamente desde la perspectiva biologicista, es decir desde la “importancia” de dar vida, una mujer que ovula puede embarazarse y un hombre a través de sus espermatozoides puede embarazar a una mujer, lo cual suena muy mecánico y les da un lugar de receptores, de objetos productores de vida biológica, lo cual reduce al concepto de sexualidad, que tiene que ver con la historia del sujeto, con sus pulsiones, con lo que mira, escucha, siente, respira y degusta desde el momento en que nace.
La sexualidad tiene que ver con la vida misma de los sujetos, no es algo que se incorpore a determinada edad; aunque claro está que su ejercicio sí tiene una edad aproximada que se relaciona con la madurez biológica, psíquica y emocional de los sujetos. Aun cuando algunas culturas también trasgreden esto al permitir los casamientos infantiles.
Es así que, desde la crianza familiar, los cuerpos de niñas, niños y jóvenes, son territorios enajenados por las y los adultos, considerándolos asexuados, pensando que los cuerpos no forman parte del contexto social y cultural. De ahí que, en 1905, cuando Sigmund Freud plantea su teoría de la sexualidad infantil como parte del desarrollo humano, escandaliza a la sociedad conservadora vienesa y al mundo entero, ya que se piensa en este tema como un terreno perteneciente al mundo adulto. Actualmente la Organización Mundial de la Salud (OMS) también considera la importancia de las sexualidad humana en el desarrollo de una sociedad y como parte del ejercicio de sus derechos humanos.
Al comenzar a darle la importancia al tema de la sexualidad infantil en la vida cotidiana se ejerce su derecho y posibilita no reducirla sólo al conocimiento de los órganos sexuales físicos y su funcionamiento biológico. La posibilidad de acompañar a la niñez y adolescencia sobre la integración de su cuerpo como su territorio, identificando sus sensaciones sin culpa y/o miedo, incorporando la importancia de su autocuidado, respeto y amor hacia sí mismos-mismas, ayudaría a la prevención de abusos, lo cual también impactaría seguramente a la disminución del abuso sexual en la adultez.
Abuso sexual infantil
La definición de abuso sexual infantil planteada por la OMS en Ginebra, se ha ido modificando de 1999 a 2011, siendo vigente la siguiente: “Se considera abuso sexual infantil a involucrar a un/a niño/a en actividades sexuales que no llega a comprender totalmente, a las cuales no está en condiciones de dar consentimiento informado, o para las cuales está evolutivamente inmaduro/a y tampoco puede dar consentimiento, o en actividades sexuales que trasgreden las leyes o restricciones sociales. El abuso sexual se manifiesta en actividades entre un niño/a y un adulto/a o entre un niño/a y otra persona que por su edad o por su desarrollo, se encuentra en posición de responsabilidad, confianza o poder. Estas actividades cuyo fin es gratificar o satisfacer las necesidades de la otra persona, abarcan, pero no se limitan a: la inducción de que un niño se involucre en cualquier tipo de actividad sexual ilegal, la explotación de niños/as a través de la prostitución o de otras formas de prácticas sexuales ilegales y la explotación de niños/as en la producción de materiales y exhibiciones pornográficas”.
Dicha definición nos lleva a considerar la importancia de su abordaje desde lo interdisciplinario para prevenir y atender esta vulneración de derechos hacia la niñez y adolescencia, considerando los ámbitos legal, social y psicológico. Es importante que, como padres, madres y/o tutores de niñas, niños y adolescentes no se pierda de vista los signos, síntomas y/o los factores de riesgo, ya que el Consejo Ciudadano de Seguridad registró un aumento considerable en el reporte de abuso sexual infantil, pasando de 80 reportes en 2020 a 477 en el 2022. En siete de cada 10 casos el agresor fue un familiar de la víctima y el 72% ocurrió en el hogar, así también registraron que la agresión ocurre antes de los 12 años de edad y el 90% son niñas. Si bien, los datos son a nivel nacional son cinco los estados con mayor incidencia: el Estado de México, Baja California, Nuevo León, Jalisco y Puebla.
Algunos de los mitos en torno al abuso sexual infantil son: pensar que un niño, niña, y/o adolescente puede inventarlo, que el abuso se relaciona sólo con la pobreza, que las madres son cómplices, que quienes son abusados se vuelven pervertidos sexuales o pedófilos, que el/la abusador/a tiene características identificables, pensar que a nuestros hijos e hijas nunca les va a pasar, pensar que un padre, madre o familiar cercano nunca le haría daño a sus hijas e hijos.
Finalmente, así como es importante el acompañamiento de la víctima, lo es el de la madre, el padre y/o tutores ya que juegan un papel muy importante en este tipo de transgresiones para acompañar a la víctima sin juzgarle. La entereza, el valor para validar a la víctima, la confusión que también tendrá, enfrentar a la familia del abusador, las dificultades económicas si depender del abusador, el conflicto entre el perdonarlo y/o denunciarlo, el manejo de su propio duelo, de la culpa, el enojo, el enfrentar una realidad donde se rompió la confianza, entre otros. Como parte de resarcir el daño es importante la atención terapéutica y el trabajo interdisciplinario con la víctima, de la madre, padre y/o tutores, así como la denuncia para garantizar la integridad de la víctima.