En Perú, mi país de origen, según el Instituto Nacional de Estadísticas e Informática (INEI), los hombres ganan, en promedio, 25,4% más que las mujeres. Una situación que, cada 8 de marzo y 25 de noviembre, se discute estratégicamente en los medios tradicionales, proponiendo soluciones como la paridad de género en los puestos directivos, políticas empresariales de igualdad de género, licencias de maternidad y planes de acción para el reconocimiento simbólico de la diversidad. El problema con esto, es que estas medidas favorecen solo a un grupo muy reducido de mujeres: las que tienen acceso al trabajo formal.
Si nos tomamos el trabajo de ver todas las demás cifras alrededor del porcentaje de la brecha de género de cada país, nos encontramos con problemas estructurales que no pueden abordarse solamente desde el binarismo mujeres y hombres, que necesitan una perspectiva intercultural, descolonial y antirracista. Por ejemplo, en Perú, las mujeres dedican más horas al trabajo de cuidado que los hombres; pero lo que usualmente no se dice, es que esto está estrechamente ligado al ámbito geográfico, el nivel educativo e, incluso, la lengua que se habla. Entonces, de decir que las mujeres en Perú dedican al trabajo no remunerado, veinticuatro horas semanales más que los hombres; pasamos a decir que las mujeres de zonas rurales en Perú, dedican 11 horas más al trabajo de cuidado, que las mujeres de zonas urbanas. O, que las mujeres y hombres indígenas que hablan una lengua originaria, dedican al trabajo remunerado y no remunerado, 6 y 10 horas más, respectivamente, que las mujeres y hombres cuya lengua materna es el castellano1.
El trabajo precarizado tampoco es algo que debe analizarse exclusivamente desde el género, porque esto permite que se presente como un problema que impacta solo a las mujeres y que debe de solucionarse con iniciativas de empoderamiento femenino. Según cifras de 2021, por ejemplo, el porcentaje nacional de mujeres con trabajo formal es de 78,8% frente a un 75.4% de hombres. Pero, si desglosamos esa estadísticas, nos damos cuenta que, en zonas rurales, la informalidad en hombres y mujeres llega a cifras de 96.6% y 94.4%, respectivamente.
Es una estrategia útil para el feminismo neoliberal trabajar frente a la brecha salarial de género, universalizando la categoría mujer y la categoría hombre; porque permite que, en primer lugar, las políticas públicas estén enfocadas, sobre todo, en las mujeres que gozan del privilegio de la universalidad. Y, en segundo lugar, que todas las demás personas impactadas por la precarización del trabajo, sean excluidas del esquema, como si la identidad de género fuera la única que interviene al momento de decidir quién tiene o quien no tiene derechos laborales.
1OECD (2022), Igualdad de género en el Perú: Hacia una mejor distribución del trabajo remunerado y no remunerado, OECD Publishing, Paris