El primer recuerdo que María tiene de su papá, es la imagen de él azotando contra la pared a un gato que cometió el “error” de lanzarle un arañazo al hombre de 40 años, cuya característica principal era su falta absoluta de paciencia. Un arañazo, solo eso bastó para deshacer el cuerpo del pobre animal frente a la mirada atónita de sus hijos menores de siete años. Esta horrible escena nos ayuda a comprender el tipo de persona con la que María y sus hermanos convivían, siendo solo una de las innumerables anécdotas similares que conforman los recuerdos de su infancia marcada por golpes, gritos, insultos y mucho terror, en la lejana década de los 60.

María creció pensando que era normal que su padre los golpeara, a ella y a sus hermanos, hasta el cansancio por cualquier motivo: si llegaban dos minutos tarde, si ensuciaban algo o porque el señor, como era costumbre, estaba borracho. Después de cada golpiza, entre hermanos se limpiaban las heridas. En esta época era casi ridículo pensar en acudir a las autoridades para denunciar.

Muchos años más tarde, cuando María se convirtió en madre, siguió replicando la violencia como método correctivo, la paciencia tampoco era su amiga. Así que sus hijos, al igual que ella, crecieron pensando que era normal que sus padres les pegaran. El primer recuerdo que Andrea, su hija menor, tiene de su padre, es la escena de mamá y papá peleando en el pasillo. Ella, quizá por el shock que provoca escuchar a personas gritando, se quedó parada en medio de la discusión, y justo arriba de su cabeza se rompió una taza que su padre lanzó. 

La normalización de la violencia no solo ocurría dentro del hogar de María y de su hija Andrea. La vecina de al lado también enfrentaba la misma situación, al igual que la vecina de enfrente. Entonces, ¿cómo podría no ser normal vivir de acostumbrada a los golpes, gritos, al llanto?

Aunque han pasado décadas, no podemos decir que en los últimos años la situación en el país haya mejorado significativamente en cuanto a la normalización de los hogares violentos. Recordemos que en México, la violencia familiar es el delito por el que más investigaciones inician las fiscalías locales, después de robo y lesiones. En los últimos nueve años, los registros de delitos de violencia familiar han aumentado significativamente en un 123%. En 2015 se registraron 127,424 carpetas iniciadas por este delito, mientras que para 2023 la cifra ascendió a 284,203, la más alta en los últimos años.

Y aunque parezca un buen indicador que cada vez las víctimas de violencia familiar denuncien más, esto no necesariamente significa que las situaciones de violencia cesen ni que los delitos sean esclarecidos. Para ello tendríamos que revisar el porcentaje de casos que terminan en una sentencia condenatoria, y prestar atención a las órdenes de protección concedidas.

Más allá de las estadísticas, es importante recordar casos como el de Arcelia Verduzco y su hija Cintia, quien fue asesinada en su propia casa en Tijuana en 2016, presuntamente por la expareja de Arcelia. O el caso de Guadalupe Medina, una niña de cuatro años quien fue golpeada hasta la muerte por su madre en 2017. Otro caso emblemático es el de Mariana Lima en 2010, quien vivió violencia familiar por varios años hasta que fue víctima de feminicidio por parte de su esposo. Sus historias son claros indicios de cómo la violencia familiar suele ser la antesala de un delito grave. 

Para tener un panorama más completo, no olvidemos que vivimos en un país en el que más del 70% de mujeres ha vivido algún episodio de violencia a lo largo de su vida. La violencia psicológica es el tipo de violencia que más se reporta, seguida de la violencia sexual, la física y la económica. 

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La violencia en el entorno familiar no es algo normal, entonces, ¿cómo podemos enseñar a los jóvenes esta realidad? ¿Deben esperar a la adultez para comprender que algo está mal? En Impunidad Cero creemos que proporcionar materiales como la Guía para actuar legalmente en casos de violencia familiar, no solo sirve para denunciar, sino que también ayuda a explicar cómo identificar las distintas formas de violencia en el ámbito familiar.

Sin embargo, una guía por sí sola no es suficiente. Nunca es fácil aceptar que algo no está bien y que las personas más cercanas pueden hacernos daño, pero si no reconocemos que dentro de la familia seguimos replicando las violencias aprendidas, contribuimos a la normalización de la violencia y a la impunidad de este tipo de delitos. Por eso es fundamental seguir hablando de la prevención y evitar la revictimización en casos de violencia familiar y violencia contra las mujeres. Las autoridades también tienen una asignatura pendiente en cuanto a la sensibilización sobre la violencia familiar y de género contra las mujeres.

No olvides que si conoces un caso de violencia familiar en el que la víctima sea un menor o una persona con discapacidad, puedes acudir a denunciar este delito ante el Ministerio Público más cercano, en denuncia.org te explicamos cómo.