El pasado 8 de marzo miles y miles de mujeres avanzamos por las principales calles y avenidas de las ciudades más importantes de nuestro país reclamando la indolencia de las autoridades y de la sociedad para establecer medidas orientadas a erradicar la violencia feminicida, las desapariciones, la trata de personas, la inseguridad en las calles, el acoso, la falta de oportunidades de educación, acceso a empleo digno, seguridad social y a la justicia pronta expedita, entre tantas otras problemáticas que aquejan día con día a las mujeres de todas las edades por el simple hecho de serlo.
Con mucha emoción pudimos observar cómo a estos reclamos se sumó la exigencia, cada vez más intensa, para que el Estado y la sociedad reconozcan la importancia del trabajo de cuidados para la sostenibilidad de la vida, por la necesidad de detener la precarización del tiempo de las mujeres cuidadoras y por evidenciar las múltiples desigualdades que las afectan tanto a ellas como a las mujeres que requieren cuidados. Además, por hacer visible que las mujeres que cuidan, sin importar su edad, experimentan riesgos y violencias que también deben erradicarse. Y por impulsar la demanda por una sociedad y un Estado que cuide de manera corresponsable.
Reconocer, reducir, redistribuir, recompensar y representar
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT), en el 2019, las mujeres mayores de 12 años dedicaban el 66.6% de su tiempo total semanal de trabajo al trabajo no remunerado, lo que representa 39.7 horas a la semana. Al desagregar actividades, se reporta que, en promedio, las mujeres dedican 30.8 horas al trabajo doméstico, 12.3 horas al trabajo de cuidados de otros integrantes del hogar y 9.4 horas al apoyo a otros hogares y al trabajo voluntario (INEGI-Inmujeres, 2020). La exigencia por la corresponsabilidad en el tema de cuidados y por el reconocimiento, la remueranción y el cuidado integral para las mujeres cuidadoras es más que justa. La división sexual del trabajo ha ocasionado que las niñas, adolescentes, las mujeres adultas y las mujeres mayores abandonen, posterguen o limiten sus proyectos educativos, laborales, recreativos, artísticos, entre otros, debido a la inequitativa distribución del trabajo de cuidados.
La aportación del trabajo no remunerado para nuestro país fue de aproximadamente 6.8 billones de pesos, lo que equivale al 26.3% del Producto Interno Bruto nacional, del cual 19.1% corresponde al desempeñado por mujeres. Además, ellas produjeron con este trabajo 75,524 pesos anuales en promedio en beneficio de sus hogares (INEGI, 5 de diciembre de 2022). Es decir, las mujeres sostenemos el funcionamiento de un sistema que no nos reconoce, que no nos retribuye, que no nos cuida y que además nos explota y violenta.
Las luchas feministas por los cuidados
En la marcha del 8M nos hizo falta Luz Raquel Padilla Gutiérrez. Una valiosa mujer cuidadora, compañera y activista por el derecho al cuidado digno que fue asesinada el 19 de julio de 2022 después de haber denunciado agresiones y amenazas de parte de sus vecinos en contra de ella y de su hijo con trastorno del espectro autista.
Con un dolor inmenso nos hizo falta Luz Raquel. Pero, para continuar con su legado, este año muchas mujeres pusimos la exigencia de la creación de leyes, infraestructura, espacios y entornos seguros para dar y recibir cuidados de manera justa, equitativa y digna. Para dar cuenta de que las demandas feministas también vinculan el tema de la justicia, en general, y de género, en particular, a la problematización y disolución de las desigualdades y relaciones de poder que anudan hoy por hoy las necesidades y el trabajo de cuidados. Para denunciar que una de las primeras violencias que vivimos las mujeres y, sobre todo, las mujeres que cuidan 24/7 es cargar solas, sin reconocimiento, ni remuneración de ningún tipo, con el peso de cuidar y de sostener la vida de toda una sociedad, una economía y un Estado que no cuidan.
Asimismo, el pasado 8M también fue la posibilidad de plantearnos que las luchas feministas por los cuidados deben y pueden construirse desde la escucha, el reconocimiento profundo y la agencia de las mujeres cuidadoras. Desde sus propios saberes, particularidades y deseos, desde sus propias formas de estar y ser en el mundo. Y desde sus propias nociones de justicia y de política para gritar con fuerza la consigna de que una mujer cuidadora es una mujer trabajadora que precisa de derechos, protección social, reconocimiento y cuidados para sostener su propia vida de manera justa y digna.
Angélica Dávila Landa
Estudia el doctorado en Antropología en el CIESAS-Ciudad de México, es maestra en Sociología Política por el Instituto Mora y licenciada en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Es co-coordinadora, junto con la Dra. Itzel Mayans, del Seminario de Investigación “Sociología Política de los Cuidados” en el Instituto Mora. Integrante de la Colectiva Cuidadoras Potosinas.
Marissa Vivaldo-Martínez
Es licenciada en Relaciones Internacionales por la FCPyS de la UNAM, cuenta con estudios de doctorado en Ciencias en Salud Colectiva y es especialista en Políticas de Cuidado con Perspectiva de Género por CLACSO. Es profesora de asignatura adscrita a la Licenciatura en Desarrollo Comunitario para el Envejecimiento de la FES Zaragoza, UNAM. Participa en el Seminario de investigación “Sociología Política de los Cuidados” del Instituto Mora.
Referencias
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) (5 de diciembre de 2022). Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México 2021. Comunicado de Prensa Núm. 725/22.
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) e Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) (2020). Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo. (ENUT) 2019. Segunda Edición. Nota técnica.